Venezuela y los plurinominales
Columna JFM

Venezuela y los plurinominales

Cada día crece más la opinión, por supuesto sustentada en hechos, de que el gobierno de Hugo Chávez en Venezuela aspira a convertirse en un régimen en los límites del autoritarismo y que si no ha llegado a convertirse de lleno en una dictadura es porque la sociedad y ciertas estructuras políticas y mediáticas han logrado ponerle freno, aunado a un manejo catastrófico de las finanzas y la economía que han sumido a ese país en una mayor pobreza y desigualdad y una inseguridad inigualable en cualquier otra nación de Sudamérica.

Para mi hija Valeria, que siempre me enorgullece

Cada día crece más la opinión, por supuesto sustentada en hechos, de que el gobierno de Hugo Chávez en Venezuela aspira a convertirse en un régimen en los límites del autoritarismo y que si no ha llegado a convertirse de lleno en una dictadura es porque la sociedad y ciertas estructuras políticas y mediáticas han logrado ponerle freno, aunado a un manejo catastrófico de las finanzas y la economía que han sumido a ese país en una mayor pobreza y desigualdad y una inseguridad inigualable en cualquier otra nación de Sudamérica.

Pues bien, para las elecciones que se realizaron el pasado domingo, para tratar de garantizar su triunfo y conservar la mayoría calificada en el congreso y seguir con sus planes hacia el “socialismo bolivariano” , Chávez hizo de todo. Como se publicó en un medio opositor venezolano un día después de los comicios “cambiaron la Ley Electoral para ponerla a su servicio apelando al criterio menos representativo de la equidad de la voluntad popular; reinventaron nuevos circuitos (distritos en México) a la medida de sus cálculos; usaron todo el poder del Estado para presionar a los electores. Llegaron al desenfreno populista más siniestro –desde cédulas para la subsistencia de hoy y hambre para mañana, hasta intentar transar neveras por conciencias–; convirtieron una elección regional en un referendo presidencial; abusaron de los medios radioeléctricos de todos para sus mezquinos fines; pusieron de rodillas al CNE (equivalente al IFE) que violó flagrantemente sus propios reglamentos y hasta la Constitución para permitir el circo presidencial; sacaron sus matones para aterrar a los pacíficos ciudadanos. Todo, lo hicieron todo para prostituir el acto fundamental de la democracia. Se jugaron los últimos residuos de dignidad cívica que les quedaban. Y perdieron”.

¿Por qué perdieron si en los medios Chávez festina que se quedó con la mayoría del Congreso?. Por dos razones, primero porque esa mayoría no le alcanza para seguir gobernando por decreto y cambiando la constitución a placer. Pero la derrota va más allá. Según el propio Chávez, su Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) consiguió 5 millones 422 mil 40 votos y la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD) obtuvo 5 millones 320 mil 175 votos, o sea una diferencia de apenas cien mil votos. Sin embargo, el chavismo logró 98 escaños, insuficientes para la mayoría calificada, pero mucho más que los 65 de la oposición. El Partido Patria para Todos consiguió las dos curules restantes para completar los 165 miembros de la Asamblea Nacional.

¿Qué es lo que sucedió?. Que el chavismo recurrió a la fórmula que muchos amigos, con las mejores intenciones, están planteando para México sin comprender que puede ser ese el mecanismo para caer en un gobierno autoritario de cualquier signo: eliminar la representación proporcional. Chávez, traducido al mexicano, lo que hizo fue eliminar a los plurinominales, se quedó sólo con diputados de mayoría y además, reordenó los distritos electorales para garantizar esa mayoría. Es lo que podría ocurrir en México si se adoptan esas mismas medidas: la representación de los distintos partidos reflejada en su número de votos no sería equivalente a su representación en el congreso. Partidos como el PRI, simplemente por su distribución nacional podrían tener mayores beneficios que los otros y desaparecerían partidos que teniendo una presencia aceptable en distintas regiones no les alcanzaría para ganar distritos de mayoría. Paulatinamente iríamos hacia un bipartidismo que anularía muchas expresiones políticas y posibilidades de cambio. Como ocurrió en Venezuela, donde la única forma de enfrentar a Chávez fue la alianza en una sola fuerza de más de una decena de fuerzas opositoras.

Por supuesto que en México se han convertido innumerables abusos por los partidos, pero para frenarlos se deben buscar otros mecanismos: se deben permitir las candidaturas independientes; se debe aceptar la reelección de legisladores; se debe reducir el financiamiento y auditarlo; se deben reducir los plurinominales en la cámara de diputados pero mantener un porcentaje (cien sería aceptable) que equilibre los votos con la representación y eliminar sí a los pluris en el senado porque allí la representación es por entidad federativa. Se debe modificar las leyes sobre difusión y publicidad que le impiden a la sociedad tener presencia en los procesos (nuestra ley actual termina siendo similar a la chavista) y distorsiona la competencia. Se debe desatar una legislación que le da enormes atribuciones a las dirigencias partidarias y casi ninguna a la sociedad. Pero pensar que todo eso pasa por eliminar a los plurinominales es una falsa solución que se convertirá, miremos Venezuela, en un enorme lastre para el futuro.

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