Nuevo León: la inteligencia y la voluntad
Columna JFM

Nuevo León: la inteligencia y la voluntad

El domingo pasado en la noche presentamos con Bibiana Belsasso nuestro libro Justicia Inútil (Taurus, 2010) en la siempre entrañable y multitudinaria feria del libro de Monterrey. Antes de llegar a la capital regiomontana nos habían comentado que algunos autores no habían ido a la feria por la situación de seguridad que se vivía en el estado. Durante los encuentros que mantuvimos en ese fin de semana una y otra vez el tema de la seguridad estuvo presente entre nuestros interlocutores: políticos, funcionarios, empresarios. Durante la presentación nuestra amiga Tatiana Clouthier se fue porque el video que mostraba las investigaciones que realizamos para el programa Todo Personal y que son la base sobre la que se construyó el libro, era demasiado fuerte en un momento especialmente delicado para la ciudad.

El domingo pasado en la noche presentamos con Bibiana Belsasso nuestro libro Justicia Inútil (Taurus, 2010) en la siempre entrañable y multitudinaria feria del libro de Monterrey. Antes de llegar a la capital regiomontana nos habían comentado que algunos autores no habían ido a la feria por la situación de seguridad que se vivía en el estado. Durante los encuentros que mantuvimos en ese fin de semana una y otra vez el tema de la seguridad estuvo presente entre nuestros interlocutores: políticos, funcionarios, empresarios. Durante la presentación nuestra amiga Tatiana Clouthier se fue porque el video que mostraba las investigaciones que realizamos para el programa Todo Personal y que son la base sobre la que se construyó el libro, era demasiado fuerte en un momento especialmente delicado para la ciudad. Pero en esa misma presentación una mujer dijo lo que muchos pensábamos: que había que decir también todo lo que eran Monterrey y Nuevo León, todo lo que además, del crimen, vivían la ciudad y el estado, todo su potencial y sus posibilidades. Tenía razón: Nuevo León es mucho más que la inseguridad pero precisamente por ello, se debe erradicar esa guerra que la afecta tanto para regresar a la potencialidad y la calidad de vida de antaño.

En el fin de semana aún estaba fresca la huella del tiroteo en la plaza Morelos, en pleno centro de la ciudad donde un grupo de sicarios quiso matar a un celador del penal de Topo Chico, y terminó hiriendo a cinco personas y matando a una joven estudiante de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Ese ataque es un paradigma de lo que está sucediendo: los agresores eran unos jóvenes pandilleros que no alcanzaban los 18 años, llevaban unas pistolas que no sabían usar, dispararon a todo el mundo porque no podían alcanzar a su blanco, alguno de los atacantes incluso llevaba una pistola de gotcha. Y esa norma se ha repetido en muchos eventos similares, donde jóvenes para los que la vida no vale nada se terminan convirtiendo en carne de cañón (y a quienes se cruzan con ellos en víctimas) sin otra lógica que la violencia.

Hay en Nuevo León y en otros lugares del país dos procesos de lucha contra el crimen simultáneos, que se perciben como uno solo, porque evidentemente están interrelacionados, pero que en realidad son diferentes: uno es el del narcotráfico en sí, el que requiere de los territorios y las rutas para el traslado de cargamentos al otro lado de la frontera y aquí y allá tiene sus redes. Un negocio que sigue siendo manejado por grupos poderosos y que suelen tener bajo su mando a fuerzas que tienen idea de lo que hacen. Pero la propia disputa los ha ido llevando a cooptar a pandilleros y grupos de sicarios que tenían otro origen y otros objetivos: comenzaron requiriendo los servicios de los grupos ligados a la mara salvatrucha o de los kaibiles desmovilizados y terminaron buscando a los chavos de las pandillas urbanas. Necesitaban mano de obra desechable pero también financiar su propia guerra con el narcomenudeo. Y entonces, lo que comenzamos a ver fue que la guerra pasó a ser la disputa por una ruta o por un territorio a la lucha por una esquina, una escuela, una colonia, y que el secuestro express, el chantaje, el robo llegaron de la mano. Y allí fue cuando estalló la violencia más irracional porque las armas, la droga de baja calidad y la lucha en sí quedó en manos de jóvenes, casi niños, sin más opciones que la violencia en sí misma.

En Monterrey, la primera manifestación de ese fenómeno fueron los llamados tapados que participaron en movilizaciones y bloqueos en contra de la presencia policial y militar en la entidad. Hoy esos mismos jóvenes actúan como sicarios o en otro tipo de acciones. En realidad su sola presencia es una demostración de debilidad de los grupos criminales: en el largo plazo será insostenible para esos mismos grupos mantenerse sobre esa base. Pero en el corto plazo implican un desafío doble: desactivarlos para cortar con los hechos delincuenciales que más afectan a la ciudadanía, al mismo tiempo que se comienzan a construir opciones para que ellos (o quizás la generación que los seguirá porque hay que trabajar para que el fenómeno no se repita) puedan estudiar, trabajar y no ser cooptados por grupos criminales que sólo les dan una identidad y unos valores falsos que los hacen el verdadero peligro y desafío para la sociedad.

Como decíamos con Bibiana en esos encuentros y en esa presentación, en este proceso y particularmente en Monterrey hay que articular las cosas con el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad. Será ella la que nos podrá sacar adelante y creo que pocos lugares del país pueden tener más voluntad (y mayores recursos) para hacerlo que en Nuevo León.

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