Benedicto y el cansancio de la fe
Columna JFM

Benedicto y el cansancio de la fe

Benedicto XVI no es un papa tradicional: es uno de los grandes teólogos contemporáneos de la iglesia católica. No lo mueven las emociones sino el pensamiento. Y eso se reflejó en estos días. Creo que independientemente de aseveraciones que, en realidad, eran más que esperadas respecto a la denuncia de la violencia, el narcotráfico o el tráfico de armas, la frase que mejor describe las razones de la visita del papa Benedicto a México es aquella de que hay que combatir “el cansancio de la fe”.

México es el segundo país del mundo con más fieles a la religión católica, pero el propio paradigma de la fe se ha ido desgastando en la sociedad. Y es que el país ha cambiado en la última década. Según el censo del 2010, hay más jóvenes, más mujeres que estudian y trabajan, más adultos mayores, menos católicos y menos matrimonios. Los mexicanos tenemos una edad promedio de 26 años, aunque los mexicanos mayores de 64 años aumentaron un 1.5 por ciento. Se tienen menos hijos: mientras quienes no cuentan con estudios tienen un promedio de tres a cuatro hijos, las parejas que tienen instrucción media o superior tienen en promedio sólo uno. El 25 por ciento del total de hogares del país están encabezados por una mujer. El porcentaje de población casada ha caído en una década un cinco por ciento y hoy representa sólo el 41 por ciento, mientras que la que vive en unión libre se duplicó y hoy alcanza al 14 por ciento. Hoy son más la mujeres que acuden a una institución educativa que los hombre que estudian. Y si bien el 84 por ciento de la población se reconoce como católica, eso implica una disminución de cuatro puntos respecto a la década pasada, mientras que quienes profesan una religión protestante o evangélica crecieron en un dos por ciento y quienes no profesan religión alguna alcanzan ya el 4.5 por ciento de los mexicanos. Esa es una parte de la realidad que explica la visita de Benedicto XVI a México: un país con menos creyentes, más laico, con mujeres y jóvenes más independientes, con todo lo que ello implica en temas torales para la Iglesia, como la contraconcepción o el aborto.

Benedicto XVI no es un papa tradicional: es uno de los grandes teólogos contemporáneos de la iglesia católica. No lo mueven las emociones sino el pensamiento. Y eso se reflejó en estos días. Creo que independientemente de aseveraciones que, en realidad, eran más que esperadas respecto a la denuncia de la violencia, el narcotráfico o el tráfico de armas, la frase que mejor describe las razones de la visita del papa Benedicto a México es aquella de que hay que combatir “el cansancio de la fe”. Evidentemente ese cansancio de la fe afecta a los mexicanos y a los católicos de buena parte del mundo, en forma más que evidente en Estados Unidos y en Europa. Ese cansancio ha llevado a que esta visita no tuviera la efervescencia que tuvieron las cinco visitas que realizó Juan Pablo II a México y que, paradójicamente, al tener menor repercusión popular eso se cubriera con una mucho mayor presencia política.

No recuerdo alguna otra visita papal donde todos los candidatos o dirigentes de partido se dieran misa no en un encuentro con un par (estamos hablando del jefe del estado vaticano, de la Santa Sede), sino en una misa. El Estado y la sociedad son cada día más laicos, pero ayer casi todos nuestros políticos de primer nivel, algunos creyentes, otros que dicen serlo, alguno de ellos que profesan otra fe o ninguna, fueron a misa con Benedicto XVI. Y sí para algunos es un logro político, otros podemos verlo como una forma de compensar con la política las carencias que se detectan en las raíces de la fe. O ese cansancio de la fe, del que habló Benedicto.

Es obviamente una opinión muy personal, pero no me gusta ver a los políticos en misa, menos en los días previos al inicio oficial de la campaña electoral en un evidente acto de proselitismo. No me gusta que la política y las cuestiones de Estado se mezclen con la fe. Tampoco que se hable de laicidad y que no se diferencien las esferas del Estado y de la religión. Me hubiera gustado ver a los candidatos sentados en una mesa con Benedicto, me hubiera gustado verlos compartiendo compromisos, intercambiando ideas, presentando visiones del mundo y diciendo con mucha mayor claridad cuál es su muy personal convicción en el ámbito de la fe y cómo plantean establecer los límites entre esa fe, cualquier que sea, se profese o no, con su hipotética responsabilidad al frente del Estado. Si desean ir a misa pueden hacerlo cuando lo deseen en la privacidad de cualquier templo. Lo de ayer, no nos engañemos, fueron actos públicos con una evidente intencionalidad política y electoral.

En ese contexto hubo dos ausencias que son notables: no se vio en ningún papel protagónico al cardenal Norberto Rivera, arzobispo de la ciudad de México y que se dice que está distanciado con el papa Benedicto. Y éste decidió no encontrarse con las víctimas de Marcial Maciel, a pesar de que sí lo había hecho con víctimas de casos similares en otras naciones. Paradójicamente, ambas historias están entrelazadas y son causa, también, de ese cansancio de la fe del que habló el papa en su visita a México.

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