¿Qué culpa tiene Naranjo?
Columna JFM

¿Qué culpa tiene Naranjo?

Una de las cosas más extrañas que han ocurrido en los últimos días en las campañas electorales es la de la “designación” del general colombiano Oscar Naranjo como asesor de Enrique Peña Nieto en materia de seguridad.

Una de las cosas más extrañas que han ocurrido en los últimos días en las campañas electorales es la de la “designación” del general colombiano Oscar Naranjo como asesor de Enrique Peña Nieto en materia de seguridad.

El general Naranjo fue, hasta hace unos pocos días, el jefe de la policía nacional de Colombia, al frente de la cual cumplió con un papel muy destacado que le ha valido, entre otros reconocimientos, el de ser considerado, con todo lo relativo que eso siempre pueda ser, como el mejor policía del mundo. Durante el periodo en el cual Naranjo fue el jefe de la policía el logro más importante fue el haber recuperado la seguridad en las carreteras que unen a las principales ciudades del país (años atrás, salir unos kilómetros fuera de Bogotá por carretera era correr el riesgo de sufrir un secuestro), y particularmente la seguridad interior de sus grandes ciudades: Bogotá, Medellín, Cali, Cartagena, Barranquilla, están muy lejos de ser hoy, los territorios altamente peligrosos de un par de décadas atrás. Ahora bien, si alguien cree que esos éxitos de Naranjo fueron labor sólo de un hombre se equivoca rotundamente.

Para empezar Naranjo asumió su responsabilidad en el contexto de dos hechos claves: la implementación del plan Colombia impulsado por los Estados Unidos y el inicio de la administración de Alvaro Uribe, que acabó con cualquier posibilidad de negociación tanto con las FARC como con los grupos del crimen organizado. Y lo hizo en un contexto de profundas transformaciones legales e institucionales para poder sacar adelante esos proyectos.

Algunos ejemplos: la participación de Estados Unidos en el combate al crimen organizado y las FARC en Colombia tiene, por supuesto, marcos legales definidos pero es una participación abierta y pública, con bases militares, asesores, equipo terrestre y aéreo y participación en las decisiones que se adoptan en los distintos frentes. Me ha tocado visitar Colombia invitado por el departamento de Estado de la Unión Americana (ver los capítulos iniciales del libro De los Maras a los Zetas, Grijalbo 2006) y toda esa cooperación es pública y socialmente aceptada. En ese contexto, se realizó una reforma del sistema de justicia que en dos años, pasó del sistema tradicional al sistema de justicia oral. Aquí llevamos cuatro años y nadie sabe cuando se concluirá el proceso, si es que concluye. El general Naranjo era el jefe de una policía única, con mando obviamente único en el país. Una policía militarizada que respondía a su jefe y al presidente de la república y en ese carácter opera en todo Colombia. Los gobiernos locales tienen una estrecha dependencia del gobierno central (la administración colombiana está profundamente centralizada) en todos los ámbitos, particularmente en el de seguridad interior y nacional. No existe, como lo entendemos en México, el fuero de los legisladores ni tampoco de los funcionarios federales o jueces: si son acusados con fundamento de determinados delitos, sobre todo los relacionados con la delincuencia organizada, inmediatamente pierden el cargo y deben someterse a proceso: durante la gestión de Naranjo son innumerables los legisladores, por ejemplo, que han sido procesados por haber tenido relación con grupos criminales, con las FARC o, sobre todo, con los paramilitares.

Se podrían señalar muchas otras características que hacen muy diferente la forma en la que política e institucionalmente funciona Colombia para enfrentar la delincuencia organizada y la forma en la que está preparado México. Paradójicamente, Colombia estaba bastante peor que nosotros hace poco más de una década: la diferencia es que ellos sí realizaron todas las reformas estructurales en diversos terrenos, entre ellos el de la seguridad, que nosotros no hicimos. Cuando alguien asegura que el gobierno mexicano se lanzó a la lucha contra el crimen organizado sin estar preparado, tendría que observar el ejemplo colombiano, que estaba bastante menos preparado que el Estado mexicano para esa lucha. Pero ellos sí hicieron la tarea.

No creo que la llegada de Naranjo a México, como asesor, sea una mala idea, tampoco es la solución a los problemas. Naranjo, por ejemplo, es un hombre cercanísimo a Genaro García Luna y las propuestas de Genaro son muy similares a las que presentará Naranjo. Tampoco creo que sea una forma de injerencia extranjera (¿qué fue entonces la asesoría, inútil por cierto pero costosa: cuatro millones de dólares, de Rudolph Giuliani?) ni una forma de desconfiar de nuestro militares y marinos. Pero de lo que no me cabe duda es que lo que pueda asesorar Naranjo será inútil si no se toman las mismas medidas de fondo que le permitieron concluir con éxito su gestión en Colombia.

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