Los votos del cambio
Columna JFM

Los votos del cambio

Al momento de escribir estas líneas aún no se daban a conocer los resultados electorales del conteo rápido, pero ya existen estudios que muestran lo que se esperaba: que Enrique Peña Nieto será el próximo presidente de la república, que Miguel Mancera gobernará el Distrito Federal, que el PAN perdió Morelos y Jalisco y que aún no está definido si el tricolor tendrá o no mayoría propia en el Congreso.

Al momento de escribir estas líneas aún no se daban a conocer los resultados electorales del conteo rápido, pero ya existen estudios que muestran lo que se esperaba: que Enrique Peña Nieto será el próximo presidente de la república, que Miguel Mancera gobernará el Distrito Federal, que el PAN perdió Morelos y Jalisco y que aún no está definido si el tricolor tendrá o no mayoría propia en el Congreso.

Ya analizaremos con los datos duros la elección de ayer, pero lo que no se puede soslayar es que a partir de hoy México tendrá que asumir el reto de transformar capítulos claves de su realidad para aprovechar cabalmente las ventajas de las que goza y superar los retos que persisten. Ayer la gente votó por el cambio, de distintas formas pero por un cambio profundo que mantenga, al mismo tiempo la estabilidad. Decíamos antes de las elecciones que sobrevolaban sobre ellas tres fantasmas: el de la violencia y la inseguridad; el de la crisis económica y el de la ingobernabilidad. Afortunadamente, ninguno de esos tres fantasmas pudo opacar las elecciones: se logró aislar al proceso electoral de la violencia del crimen organizado; la situación económica muestra una solidez macro y financiera que es una base extraordinaria para quien ocupe el poder ejecutivo a partir del primero de diciembre; y México ha demostrado que sus instituciones han podido, nuevamente, saltar un trance histórico y difícil sin sobresaltos serios. Viene ahora la muy difícil etapa de aprovechar la coyuntura sobre todo en el ámbito económico, sacando adelante las reformas energética, fiscal y laboral; encabezar una verdadera reforma educativa y sacar adelante los pendientes básicos en el terreno de la seguridad, que permitan controlar la violencia que sufren millones de mexicanos en distintas latitudes.

Peña Nieto encabezará el poder ejecutivo a partir del próximo primero de diciembre, pero no debería haber excusas para no comenzar, apenas se instale la siguiente legislatura, ese ciclo de reformas: en realidad sería el mejor mensaje que podría recibir la sociedad pasado este proceso electoral, demostrando que las vicisitudes vividas hace seis años fueron una excepción, no una regla de la alternancia democrática. El nuevo congreso, tenga o no mayoría absoluta el PRI, tendrá que aprobar cambios constitucionales que nadie podrá sacar adelante en solitario. En los hechos, llevamos quince años de una parálisis legislativa que ha sido demasiado costosa, que quizás ha servido para recomponer fuerzas políticas y para acumular o dilapidar espacios de poder, pero no es ni lógico ni justo que esa situación continúe. Desde el próximo primero de septiembre, concluida la calificación de las elecciones, se debe comenzar a trabajar en las reformas que el país necesita: lo agradecerá la sociedad, lo agradecerá el próximo presidente y también las fuerzas políticas que tendrán que reconfigurarse y pueden hacerlo sobre la base de esa plataforma legislativa que el país necesita.

El PRI tendrá que dejar a sus dinosaurios de lado: si era poco comprensible que en la campaña electoral Enrique Peña Nieto tuviera como compañeros de ruta a personajes demasiado identificados con un paso pletórico de claroscuros, luego de las elecciones de ayer, de su triunfo holgado, debería ser claro que su futuro se debe construir con base en una nueva generación de políticos, su generación, que no tenga más compromisos con el pasado que el que determinó su propio desarrollo. Y en las reformas se construirá esa nueva generación política.

En el PAN, el partido afrontará un desafío inédito en su ya larga historia: el PAN, en los hechos, debe ser refundado. La división, las traiciones, los desafectos han llevado a un proceso doloroso del que ese partido tendrá que librarse asumiendo lo que le dio identidad y triunfos electorales en el pasado: la coherencia  y la rectitud de una línea política que debe avanzar en forma mucho más clara hacia un liberalismo moderno. En el PRD, tendrán que tomar también decisiones estratégicas: López Obrador hizo, sin duda, una buena campaña, pero también volvió a mostrar que tiene un techo electoral que no puede superar: es la hora de la renovación generacional e ideológica del perredismo y de sus aliados.

Este dos de julio debe comenzar una nueva página nacional marcada por la reforma y la renovación. Un México puesto y dispuesto al cambio.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil