La refundación del PAN
Columna JFM

La refundación del PAN

La refundación del PAN, a un mes de haber perdido las elecciones requiere de cambios en sus normas internas, necesita cambiar los mecanismos de selección de candidatos (el partido que más denuncia internas tiene por la selección de sus propios candidatos es el PAN). Y salvo que el panismo pueda encontrar antes del 11 de agosto un líder que pueda encabezar esa transición, lo que parece más lógico es que Madero que quede mientras ese proceso de refundación se realiza. No será un proceso indoloro ni sin costos, pero lo que vaya a suceder dependerá, como ocurrió en el 2000 con el PRI, de la madurez de sus liderazgos y sobre todo de lo que se vaya construyendo desde las coordinaciones parlamentarias, para darle tiempo y espacio al partido a reconfigurarse.

Cuando perdió la elección en el 2000, el PRI se movió durante varias semanas en medio de la crisis. Su presidenta nacional, Dulce María Sauri, parecía condenada a abandonar la dirigencia del partido y cargar, en buena medida, con la responsabilidad de la histórica derrota después de más de 70 años en el poder. Los grupos cercanos al precandidato Roberto Madrazo, que había sido derrotado por Francisco Labastida, en noviembre del 99, exigían una renovación inmediata de la dirigencia partidaria, pero en una reunión realizada apenas unos días después de la elección, se decidió esperar que las cosas se calmaran, mantener en el cargo (aunque ella no estaba demasiada convencida de ello) a Dulce María y sacar primero la designación de los coordinadores parlamentarios del partido. Pasaron muchos meses, hasta el 2002, para que se organizara una elección interna que dejó en la presidencia priista a Roberto Madrazo, que le ganó por estrecho margen esa posición a Beatriz Paredes. Pero esos meses le permitieron reacomodar fuerzas internas, definir nuevos liderazgos, e incluso perfilar las divisiones futuras (quién lo diría hoy: Madrazo ganó aquella posición partidaria apoyado por Elba Esther Gordillo, con quien rompió en forma estruendosa pocos años después).

La situación que vive el PAN hoy, a un mes de haber perdido las elecciones después de doce años en el poder es diferente a la del PRI en aquellos años. El PAN es menos disciplinado que el PRI, sobre todo el que venía saliendo de siete décadas en el poder; Ernesto Zedillo, a pesar de que tuvo seis presidentes nacionales en su sexenio (en realidad es el mandatario priista que más líderes del tricolor impuso en su partido), no era un hombre que estuviera interesado en mantener una influencia clara en su tricolor (no era ni es un hombre de partido) y optó por dejar que las cosas le permitieran tener una transición ordenada en un contexto donde eran muchos los que pensaban que el PRI no soportaría estar fuera de la presidencia de la república sin balcanizarse. Y Dulce María, en realidad había estaba bastante fuera de la campaña de Labastida, incluso a la hora de establecer candidaturas al congreso, por lo que pese a los costos que debió asumir, terminó teniendo un margen relativamente amplio para poder concluir su mandato. El peso político fundamental, era obvio, se fue a los coordinadores parlamentarios que fueron Beatriz Paredes y Enrique Jackson.

No creo que, hasta ahora, Gustavo Madero haya tenido una actuación destacada al frente del PAN. Llegó con muchos esfuerzos a la dirigencia partidaria y durante la campaña tuvo una actividad errática. Pasada la elección estuvo en una incomprensible conferencia de prensa con Jesús Zambrano, que contradecía la línea que tanto Josefina Vázquez Mota como Felipe Calderón habían establecido. Pero Madero fue elegido para estar al frente del PAN hasta el 2013. Y me parece que debería concluir su mandato al mismo tiempo que ese partido realiza, como se ha dicho, una verdadera refundación del mismo.

La decisión, después de los comicios del 2009, de Germán Martínez de renunciar a la dirigencia partidaria fue, vista retrospectivamente, abrió paso a una crisis interna que no se ha cerrado: la llegada de César Nava como interino, en algunos capítulos la profundizó (hay que recordar la sonada renuncia de Fernando Gómez Mont al partido blanquiazul, como un capítulo clave en lo sucedido durante los meses posteriores, porque en ese debate sobre aliarse o no con el PRD está el origen de cómo presentarse ante el electorado y marcó la campaña de este año). Tampoco la elección de Madero estuvo limpia de conflictos y terminó siendo una disputa cerrada con Roberto Gil que terminó dividiendo al panismo e incluso al calderonismo.

Es verdad que el presidente del PAN tiene atribuciones mayores que las de un líder priista o perredista, sobre todo a la hora de designar a los coordinadores parlamentarios. Si Madero intenta hacer esas designaciones sin consultar a sus bancadas será su fin. Pero el PAN requiere mucho más que eso: debe cambiar sus normas internas, necesita cambiar los mecanismos de selección de candidatos (el partido que más denuncias internas tiene por la selección de sus propios candidatos es el PAN). Y salvo que el panismo pueda encontrar antes del 11 de agosto un líder que pueda encabezar esa transición, lo que parece más lógico es que se quede Madero mientras ese proceso de refundación se realiza. No será un proceso indoloro ni sin costos, pero lo que vaya a suceder dependerá, como ocurrió en el 2000 con el PRI, de la madurez de sus liderazgos y sobre todo de lo que se vaya construyendo desde las coordinaciones parlamentarias, para darle tiempo y espacio al partido a reconfigurarse.

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