Peña y las resistencias internas
Columna JFM

Peña y las resistencias internas

La verdadera prueba de fuego inicial de Enrique Peña Nieto se dará con sus legisladores, cuando se planteen seriamente sus propuestas de reformas fiscales, energética y laboral. Desde la campaña, el virtual presidente electo ha insistido en esas tres reformas como puntos clave de su proyecto y tiene razón al impulsarlas: sin ellas, como lo hemos comprobado en los últimos años, el desarrollo y las posibilidades del país están limitadas, cojas. Peña y su equipo parecen estar convencidos de su necesidad. En el PAN, por lo menos los grupos hegemónicos, también. El problema será que los legisladores priistas las apoyen o que en todo caso, Peña Nieto pueda mostrar la fuerza interna suficiente como para sobrepasar las presiones para que no salgan adelante.

La verdadera prueba de fuego inicial de Enrique Peña Nieto se dará con sus legisladores, cuando se planteen seriamente sus propuestas de reformas fiscales, energética y laboral. Desde la campaña, el virtual presidente electo ha insistido en esas tres reformas como puntos clave de su proyecto y tiene razón al impulsarlas: sin ellas, como lo hemos comprobado en los últimos años, el desarrollo y las posibilidades del país están limitadas, cojas. Peña y su equipo parecen estar convencidos de su necesidad. En el PAN, por lo menos los grupos hegemónicos, también. El problema será que los legisladores priistas las apoyen o que en todo caso, Peña Nieto pueda mostrar la fuerza interna suficiente como para sobrepasar las presiones para que no salgan adelante.

Un par de ejemplos. No se conoce aún, ni siquiera internamente, la propuesta fiscal de Peña Nieto pero ya un grupo de diputados, entre ellos Omar Fayad, han dicho que no aprobarán ningún nuevo impuesto, ni habrá alza en estos. No sé qué representan esos legisladores ni cuáles son sus conocimientos financieros, pero resulta evidente que no puede haber una reforma fiscal sin alza de impuestos (eliminar regímenes especiales implica un incremento), sin crear algunos nuevos y sin resolver el histórico problema del IVA: en 2004-05 el PRI tuvo en sus manos sacar la reforma fiscal con un IVA generalizado. No lo hizo por el conflicto Madrazo-Elba Esther, y el propio Madrazo impulsó una reforma interna para que en los documentos programáticos del PRI se impusiera un punto prohibiendo el IVA en alimentos y medicinas, uno de los capítulos necesarios en una reforma hacendaria, aunque se termine protegiendo una canasta básica de alimentos y medicnas exentos.

Ya el lopezobradorismo ha dejado en claro que la oposición a esas reformas será algo así como su leit motiv para los próximos años. No es una novedad, pero la reforma energética que se esperaba saliera hace dos años quedó en una minirreforma porque los legisladores priistas no quisieron una confrontación con los perredistas por ese tema. Es verdad que ahora es diferente, que la elección ya pasó y que más que conservar espacios de poder para tratar de ganar la presidencia de la república, el PRI lo que necesita ahora es reafirmar la idea de que será un factor de cambio.

Pero sin esas reformas que generarán resistencia de parte de distintos sectores dentro y fuera del PRI (una reforma fiscal nunca es popular en ningún país ni sistema, y en nuestro caso muy particular el de la reforma energética se une a la mistificación de un Pemex impoluto y libre de cualquier contaminación privada) la administración Peña Nieto terminará por debajo de las expectativas. Hay que recordar qué rápido cayeron las expectativas del foxismo cuando no implementó cambios significativos en sus primeros meses de gobierno.

Es verdad que como ha dicho Emilio Gamboa hay un paquete de reformas sobre temas de corrupción y gasto, también políticas, que pueden ser importantes, pero la verdad es que el centro del debate futuro no pasará por esas reformas sino por las estructurales. En todo caso, las políticas y administrativas podrán servir como acompañamiento a las de fondo, pero no las pueden suplir. Con todas sus diferencias políticas y personales, tanto Salinas de Gortari como Zedillo pudieron, en mayor o menor medida, sobre todo el primero, sacar adelante reformas estructurales que modificaron la marcha del país. Pero no lo hicieron sin vencer  resistencias muy poderosas en sus propios partidos y sin sobrellevar procesos desestabilizadores (Salinas perdió a su candidato Colosio en ese proceso y sufrió el levantamiento chiapaneco; Zedillo afrontó una crisis económica de enormes dimensiones, enfrentó ataques armados del EPR y perdió la elección del año 2000). Peña Nieto está en una situación diferente. Llega, en los hechos, desde la oposición a doce años de panismo y aparentemente con un PRI más disciplinado. Pero los riesgos no son menores. El problema es que sin afrontarlos, sin impulsar esas reformas de fondo, estructurales, se quedará, como le ha ocurrido al presidente Calderón, empantanado en una lógica donde la única variable que se tomará en cuenta es la de la inseguridad y violencia. Y se contrate o no al general colombiano Oscar Naranjo, o independientemente de quienes sean los funcionarios que se designen en el área de seguridad del próximo gobierno, debería existir la convicción de que la violencia disminuirá y tomará su curso, pero que no será de un día para otro, será en forma gradual y tardarán en verse los resultados.

Las reformas hacendaria, energética, laboral deben ser las que generen las expectativas de cambio en la administración Peña Nieto. No tienen sustituto.

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