Cuatro años más para Obama
Columna JFM

Cuatro años más para Obama

New York, 4 de noviembre.- Es verdad: el tema México no estuvo en la campaña electoral de Estados Unidos. No lo estuvo a pesar del tímido debate, rápidamente cancelado, de la iniciativa de Acción Diferida emitida por Barack Obama, que le permitió a los jóvenes que fueron traídos por sus padres en forma ilegal seguir estudiando en este país; ni tampoco lo estuvo pese a la feroz campaña antiinmigrante de los sectores más conservadores del partido republicano, sobre todo del Tea Party. Vamos ni siquiera los ancestros de Mitt Ronmey (su padre nació en una colonia mormona cerca de Ciudad Juárez, en México) motivaron ese debate. Tampoco estuvo presente el tema de la seguridad, salvo los encontronazos en el congreso por el tema Rápido y Furioso, pese a la violencia de los cárteles de la droga en las zonas fronterizas.

New York, 4 de noviembre.- Es verdad: el tema México no estuvo en la campaña electoral de Estados Unidos. No lo estuvo a pesar del tímido debate, rápidamente cancelado, de la iniciativa de Acción Diferida emitida por Barack Obama, que le permitió a los jóvenes que fueron traídos por sus padres en forma ilegal seguir estudiando en este país; ni tampoco lo estuvo pese a la feroz campaña antiinmigrante de los sectores más conservadores del partido republicano, sobre todo del Tea Party. Vamos ni siquiera los ancestros de Mitt Ronmey (su padre nació en una colonia mormona cerca de Ciudad Juárez, en México) motivaron ese debate. Tampoco estuvo presente el tema de la seguridad, salvo los encontronazos en el congreso por el tema Rápido y Furioso, pese a la violencia de los cárteles de la droga en las zonas fronterizas.

En los hechos, prácticamente no había forma de que el tema México estuviera en la agenda electoral estadounidense paradójicamente por varias buenas razones: una de ellas es que aunque la violencia está más que presente de nuestro lado de la frontera, no llega a incidir del otro lado. La política seguida por México en este sentido, está plenamente coordinada con la Washington. Una segunda razón es que la migración, pese a la tonterías fascistoides de algunos políticos y gobernadores, ha disminuido en los últimos años y, en varias zonas del país no sólo no es rechazada sino incluso necesaria, como ocurre, y lo reconoce abiertamente el alcalde Michel Bloomberg, en la ciudad de Nueva York. Tercero porque la relación comercial y económica ha llegado a grados tan especializados, tienen ambas economías tantos puntos de inflexión comunes, que el debate en ese campo termina resultando vacío. Recordemos que México oscila entre ser el segundo y el tercer socio comercial de Estados Unidos y en esta ocasión, el manejo de la crisis hecho en nuestro país no sólo ha sido muy bien valorada sino que, además, ha terminado contribuyendo, aunque sea modestamente, en la propia recuperación estadounidense.

En síntesis, lo que ocurre con México en la campaña de Estados Unidos es que no resulta un motivo de preocupación, por lo tanto no es un motivo de controversia electoral. No es Libia, Egipto o Siria, no es Irak ni Afganistán. Tampoco Venezuela, aunque la preocupación por Chávez e incluso por la Cuba de los Castro tampoco son temas en la batalla por la Casa Blanca.

Vamos, ni siquiera Europa en la encrucijada de la crisis económica más grave que ha tenido desde la segunda guerra mundial, ha estado presente en la campaña, en la búsqueda de la presidencia entre Obama y Romney. Y no está mal que eso ocurra: como escribía hace uno días el reconocido politólogo Paul Kennedy, Estados Unidos no necesita ya estar ocupado de todo lo que sucede en el mundo en forma protagónica, no puede seguir actuando como gran potencia en un mundo unipopalar ni ser el gendarme universal. Lo creía la administración de Bush Jr, pero desde sus inicios el gobierno de Obama desterró esa visión, con bastante éxito, lo que le ha permitido tener menos protagonismo pero también mayor certidumbre y capacidad de operación internacional y diplomática. Incluso ante temas tan delicados como el ataque a la embajada estadounidense en Bengasi el gobierno de Obama ha decidido mantener una posición prudente y alejada de los excesos, incluso verbales. Diferencias políticas aparte, México es un aliado y un socio bastante confiable en esta lógica, y no ha habido motivos ni para Obama ni para Ronmey de hacer campaña sobre esa realidad.

Se dirá que también influye un cierto desprecio de la diplomacia estadounidense por México y por el resto de América latina. Y también es verdad pero hay que insistir en que en la medida en que la región no le dé demasiadas preocupaciones a la Casa Blanca, el interés seguirá tan restringido como ahora y esa la verdad es una buena noticia.

¿Le conviene a la siguiente administración de Peña Nieto entonces que durante los cuatro siguientes años el inquilino de la Casa Blanca continúe siendo Obama?. Por supuesto que sí: Obama es un político previsible en estos términos, un presidente que no tiene agendas ocultas con México, que no tiene un profundo conocimiento ni empatía natural con la región (más allá de su gusto por la Comida mexicna) pero que la comprende y con la que tiene un margen importante de simpatía. Romney a pesar de sus relaciones familiares (quizás precisamente por eso) no se sabe qué agenda tendría para México, tiene demasiadas ideas estereotipadas y está rodeado de personajes profundamente antiinmigrantes. Y como vimos en la campaña su opinión cambia de rumbo con demasiada facilidad. Obama merece cuatro años más en la Casa Blanca y para México esa sería una buena noticia de cara al futuro.

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