Para el gobierno federal lo ocurrido el fin de semana en Michoacán fueron actos “vandálicos”. Para el gobierno local que vuelve a encabezar Fausto Vallejo, convaleciente de su trasplante de hígado y páncreas, fueron “actos furtivos”. Recordemos otra vez lo que sucedió entre sábado y domingo en Michoacán: el sábado grupos de autodefensa asentados en La Ruana, los más radicales del amplio espectro de grupos que allí operan, intentaron tomar con lujo de violencia la Alcaldía de Apatzingán y tras varias horas de ocupar la plaza municipal fueron atacados por grupos armados que dispararon desde azoteas alrededor de la plaza. Más tarde, los grupos de autodefensas se atribuyeron la muerte de doce integrantes del grupo de los Templarios en un enfrentamiento en las cercanías de Aguililla.
Para el gobierno federal lo ocurrido el fin de semana en Michoacán fueron actos “vandálicos”. Para el gobierno local que vuelve a encabezar Fausto Vallejo, convaleciente de su trasplante de hígado y páncreas, fueron “actos furtivos”. Recordemos otra vez lo que sucedió entre sábado y domingo en Michoacán: el sábado grupos de autodefensa asentados en La Ruana, los más radicales del amplio espectro de grupos que allí operan, intentaron tomar con lujo de violencia la Alcaldía de Apatzingán y tras varias horas de ocupar la plaza municipal fueron atacados por grupos armados que dispararon desde azoteas alrededor de la plaza. Más tarde, los grupos de autodefensas se atribuyeron la muerte de doce integrantes del grupo de los Templarios en un enfrentamiento en las cercanías de Aguililla. Y en respuesta, durante la madrugada del domingo, los Templarios atacaron con granadas y bombas molotov las instalaciones de la CFE y expendios de gasolina en doce municipios de la entidad, causando daños materiales y la interrupción del servicio eléctrico para 420 mil personas en el estado. ¿Usted cree que estamos ante actos “vandálicos” o eventos “furtivos”?
Todo eso ocurre mientras los maestros de la Coordinadora están en paro y controlan el sistema de educación pública local; mientras dizque estudiantes normalistas tienen secuestrados decenas de camiones y bloquean cotidianamente carreteras. Y mientras el propio gobernador Vallejo confirma el rompimiento con su ex secretario de Gobierno, quien lo sustituyó en forma interina (él pensaba que en forma permanente) en el gobierno, Jesús Reyna, quien ante el regreso de Vallejo abandonó el gobierno. Para Vallejo, más allá de los eventos “furtivos” todo se reduce a un enfrentamiento entre el cártel de los Templarios y el Jalisco Nueva Generación por el control de zonas del estado (lo cual es verdad pero debe ser parte de un diagnóstico mucho más complejo) y de las cosas que se “dejaron de hacer” durante los cuatro, cinco meses que estuvo ausente del gobierno, lo cual es mucho más que una verdad a medias, porque durante la efímera administración de Reyna ocurrió lo mismo que durante el también corto periodo de Vallejo, salpicado de licencias por enfermedad: no pasó nada.
Hace ya algunos meses se firmó, con toda pompa, un pacto por Michoacán: firmaron los partidos, el gobierno local y el federal, además de otros actores sociales. No ha pasado desde entonces nada: no cambió la seguridad, no se modificaron las fuerzas locales, las autodefensas siguieron creciendo y también los cárteles. Los tímidos intentos de combinar la política de seguridad con la social terminaron fracasando por la presión de los propios grupos criminales que incluso se han apropiado de la ayuda social para distribuirla ellos mismos entre los suyos. Y la lista podría continuar con lo que ocurre en Lázaro Cárdenas, en Uruapan, en muchas otras zonas del estado.
Al gobierno de Vallejo le quedan aproximadamente dos años y algunos meses, antes tendrá que haber candidatos, elecciones, sucesor. La propuesta de desaparecer poderes, aunque sea en forma parcial, no debería desecharse. Debe haber acuerdo, obviamente, entre el ejecutivo y el legislativo y diseñar un plan muy concreto para saber quién se hace responsable de qué y sobre todo en manos de quiénes poner el gobierno del estado, por un periodo que podría ser el mismo que le falta a Fausto Vallejo para concluir su administración. No es la mejor solución pero debe haber señales del poder federal que vayan más allá de declaraciones o expresiones de deseos. El gobierno local parece estar pasmado, el gobernador Vallejo es un buen hombre y buen político pero se requiere de una presencia que su estado de salud no permite tener; el priismo local, como lo vimos en el conflicto entre Vallejo y Reyna, está dividido; el PRD ha quedado marcado por la pésima gestión de Leonel Godoy que catalizó la actual situación y que empoderó a sectores como la Coordinadora y los normalistas; el PAN carga en sus hombros el fracaso de la lucha dada contra estos mismos grupos durante los pasados seis años. Y el michoacanazo había mostrado, varios años atrás, que buena parte de la estructura de poder local (estatal, municipal, judicial, política) estaba contaminada por la delincuencia.
El caso Michoacán debería también servir para, además de tratar de recuperar el control de ese estado, como una señal para otras entidades que están acercándose peligrosamente al escenario michoacano, como Guerrero y Chiapas, por ejemplo.