En ocasiones resulta increíble como, en la vida o en la política, se puede arrojar por la borda todo lo construido en mucho tiempo de trabajo en unos pocos minutos. Los muchos aciertos que son necesarios para construir necesitan un solo error, o una cadena de ellos para que todo se derrumbe. El PRD estuvo construyendo durante todo el año: cambió imagen y discurso, reconfiguró tanto sus acuerdos y alianzas que en un largo momento del 2013 parecía que el gobierno de Peña Nieto. necesitado de un verdadero aliado en el congreso, estaría apostando por el PRD, y éste sería algo así como la conciencia de izquierda del gobierno.
En ocasiones resulta increíble como, en la vida o en la política, se puede arrojar por la borda todo lo construido en mucho tiempo de trabajo en unos pocos minutos. Los muchos aciertos que son necesarios para construir necesitan un solo error, o una cadena de ellos para que todo se derrumbe. El PRD estuvo construyendo durante todo el año: cambió imagen y discurso, reconfiguró tanto sus acuerdos y alianzas que en un largo momento del 2013 parecía que el gobierno de Peña Nieto. necesitado de un verdadero aliado en el congreso, estaría apostando por el PRD, y éste sería algo así como la conciencia de izquierda del gobierno.
Por la influencia del PRD el gobierno federal postergó hasta que tuvo que pagar altos costos la implementación de la reforma energética. También por mantener ese acuerdo decidió no actuar hasta que por lo menos concluyera el ciclo de reformas, contra los grupos violentos que de una u otra forma el PRD prometía, más temprano que tarde, controlar (nunca pudo hacerlo porque no son suyos). El gobierno del DF, más allá de la evidente buena relación de Miguel Mancera con Enrique Peña jugó una doble carta: también debió transigir ante bloqueos, manifestaciones y plantones a cambio de esos acuerdos, asumiendo costos altos y esperando en contrapartida más recursos (que sí le llegarán) y un nuevo status para la capital que la convirtiera o acercara definitivamente a un estado, lo que se terminó quedando en la congeladora, ante la ruptura (y más allá de ella de eso del desconocimiento de distintos acuerdos previos sobre la civilidad del proceso legislativo, del PRD). Ganó el PRD con la hacendaria obligando al gobierno a colocar gravámenes que éste no quería aceptar. Y perdió todo en la energética por un intempestivo regreso a la estrategia del No. Al no aceptar ningún tipo de cambio constitucional se ató de manos y se quedó sin salida. Y hoy tiene menos claro su futuro y sus liderazgos como nunca antes en este año.
Nueva Izquierda administra el partido pero ha estado desaparecida en el proceso de negociación energética. Zambrano, un día después de que el congreso perredista anunciara que se quedaba en el Pacto anunció que lo rompía. Ya no fueron a las reuniones pero enviaron oficiosamente a Jesús Ortega a ver qué salvaba del tema. Decidieron ir por una reforma política que le diera luz a la consulta y si bien cumplieron con ella parcialmente un objetivo, lo cierto es que la reforma política y electoral salió como quería el PAN y como acordó el PRI. Al salir la reforma energética se vieron sin preparación, sin profesionales, sin discurso y se refugiaron en las provocaciones y tontería que desde hace 25 años han constituido un fracaso tras otro. Pero en este caso con un agravante: con un más que evidente desinterés popular.
El cerco de Morena al senado y luego a la Cámara de diputados fue una pequeña congregación de acarreados, la mayoría de la tercera edad y sin un real conocimiento siquiera de a dónde iban. La marcha en torno al Angel de la Independencia realizada por el PRD luego de que el Morena no los aceptó en su cerca (el colmo del ridículo, la intransigencia y la mejor demostración de aquella frase que decía que “somos pocos pero sectarios”) terminó siendo una peregrinación sin santo al que adorar. Tardo más en instalarse que en desaparecer. Jesús Zambrano hizo tres declaraciones fuertes, dio otras tantas vueltas al Angel de la Independencia y dejó a los suyos. Cuauhtémoc Cárdenas apareció en San Lázaro para reiterar su posición y se fue. Y en el PRD no hay otros liderazgos.
A todo eso se sumó la mala suerte: López Obrador acabó infartado en el Médica Sur y en lugar de discutir sobre la reforma energética se terminó hablando de sus honorarios médicos. La falta de dirigentes en Morena, ante la ausencia del ex candidato presidencial fue hasta lastimosa: ni su hijo Andrés Manuel López Beltrán, ni Martí Batres o Claro Brugada, le dicen algo a la gente, ni siquiera a sus bases. En el senado ese buen negociador que es Miguel Angel Barbosa terminó internado de urgencia con, se dice, un coma diabético (esperamos que se mejore). En su lugar Dolores Padierna y Alejandro Encinas estuvieron muy lejos ser interlocutores confiables de sus homólogos. En diputados estuvo quizás peor, porque allí sí estaba Silvano Aureoles, pero las huestes radicales del PRD lo ignoraron, no le informaron que tomarían el salón de sesiones y para colmo su medio hermano Antonio García Cornejo tuvo la ocurrencia de encuerarse ante el pleno y otra diputada de la corriente hooligang de mandar al hospital a un colega priista de un puñetazo en el ojo.
¿Y ahora qué?. El desconcierto en la izquierda es tanto que el viernes hasta terminaron bloqueando las últimas reformas pendientes que a ellos les interesaban. Mejor, dijeron, dejar todo para febrero.