En pocos temas existe tanta confusión y lecturas contradictorias como en todo lo relativo a las autodefensas. Si partimos de una visión estricta de las cosas, las mismas no se pueden justificar: el Estado es el único que debe tener el monopolio de la fuerza y la seguridad. Pero los hechos lo que indican es que mientras se va recorriendo ese camino, en demasiadas ocasiones ese monopolio no está en manos del Estado y existen, en algunos casos, condiciones tan limítrofes para la seguridad que la gente reacciona para garantizarse esa seguridad a sí misma.