Para mi querida Valeria que nació un día como hoy, hace treinta años, cuando una tormenta festejaba la vida, su vida.
La caída de Héctor Beltrán Leyva es, probablemente el fin de un grupo criminal especialmente violento y que ha estado en el corazón de los ajustes de cuentas, las muertes, la sangre que han enlutado al país durante los últimos diez años. Los Beltrán Leyva no eran ya el cártel poderoso que, a mediados del sexenio pasado, tenía medios, operadores, infiltrados en dependencias de gobierno, en el mundo del espectáculo, de la política, de los deportes. Hoy eran mucho menos pero seguían teniendo influencia y capacidad de aliarse con otros grupos como para disputar los espacios que les habían quedado después de perder, aunque fuera parcialmente, la guerra que plantearon en su momento contra quienes fueron sus jefes en el cártel de Sinaloa.
Los hermanos Beltrán Leyva, encabezados por Arturo, que murió en Cuernavaca en diciembre del 2009, fueron después mucho tiempo atrás operadores del cártel de Sinaloa, pero su papel más importante lo tuvieron a partir del año 2000, cuando luego de la fuga de Joaquín el Chapo Guzmán, se hicieron cargo de la seguridad de los principales capos de esa organización, independientemente de que tuvieran espacios y cuotas para organizar su embarques de droga a los Estados Unidos. En esa labor de protección se hicieron de grupos de sicarios, de operadores, infiltraron agencias de seguridad locales y federales y se asentaron en varios estados, en forma muy destacada en Guerrero, en Morelos, en el DF y por supuesto en Sinaloa.
Adquirieron tanto peso interno que en el 2006 demandaron sentarse en la mesa de los jefes: la del Chapo Guzmán, el Mayo Zambada y el Azul Esparragoza. Aparentemente les dijeron que no y en ese conflicto fue detenido uno de los hermanos, Alfredo, apodado el Mochomo en Culiacán. Según los Beltrán Leyva habían sido traicionados por el cártel del Chapo y allí comenzó una guerra brutal, porque los Beltrán tenían estructura, armas y poder, además de que conocían perfectamente la operación y los mecanismos de protección del cártel de Sinaloa.
La guerra se selló con el asesinato de Edgar Guzmán, el hijo del Chapo. Se aliaron con otros ex socios de ese grupo, el cártel de Juárez, que encabezaba Vicente Carrillo, hermano de Amado y que había sufrido también el asesinato de su otro hermano, Rodolfo y de su esposa, en Culiacán, ejecutados por el cártel del Chapo. Más tarde a esa alianza de los Beltrán y Juárez se sumó el cártel del Golfo, hasta que su propia ruptura con los Zetas, lanzó a éstos junto con los Beltrán mientras que el Golfo se alió con el cártel de Sinaloa.
La línea de violencia que impuso esa alianza de los Beltrán, Juárez y los Zetas (a la que se incorporaron, marginalmente, en alguna época, lo que quedaba de los Arellano Félix) está, como decíamos, en el corazón del proceso que hemos vivido en los últimos años. Pero el hecho es que esa alianza se debilitó desde la muerte de Arturo Beltrán Leyva en el 2009, con la caída de todos sus principales operadores (desde la Barbie hasta el Indio), muchos de los cuales terminaron de una u otra forma colaborando con las autoridades. De la mano con ello, los propios Zetas tuvieron rupturas internas que concluyeron con la caída de todos sus principales jefes. La guerra con el cártel de Sinaloa se mantuvo, sobre todo, en el norte de ese estado, donde los Beltrán lograron hacer acuerdos con jefes locales, como el llamado Chapo Isidro, pero en el resto del país fueron las divisiones que surgieron del resquebrajado cártel las que dispararon la violencia en grupos más pequeños, menos articulados y cuyo negocio estaba más en la expoliación de la sociedad más que en tráfico de drogas a gran escala.
Así surgieron, separándose de los Beltrán, muchos grupos: los Mazatlecos o Limpia Mazatleca, que se conservaron leales a sus jefes originales. El cártel Independiente de Acapulco y La Barredora, ambos en Guerrero y brutalmente enfrentados entre sí. Más tarde, relacionados también con ellos Guerreros Unidos y los Rojos, desprendimientos de esos mismos grupos, además del llamado Cártel de la Sierra, todos ellos con operación también en Morelos. En el estado de México y en el DF, la Mano con Ojos y el Cártel del Centro. Aparecieron el Cártel del Pacífico Sur y Los Pelones en Morelos y Guerrero, entre otros. Sólo en Guerrero y Morelos se estima que hubo unos ocho desprendimientos que surgieron de los Beltrán Leyva.
La caída de Héctor Beltrán, por supuesto que no acaba con la organización, lo que sucederá es que se agudizará ese proceso de balcanización. Pero es, sin duda, un gran golpe, sobre todo si se logra profundizar en los mecanismos financieros y de lavado de dinero que hicieron, vía protección de muchos funcionarios y grupos de poder, tan exitoso a ese cártel en el pasado.
Jorge Fernández Menéndez