El dolor también ciega la razón
Columna JFM

El dolor también ciega la razón

5-12-2014 Nadie puede negar o discutir el legítimo dolor de un padre, una madre, un hermano, un hijo, una esposa, que perdió un familiar en un hecho tan terrible como el de los secuestros y presumiblemente la muerte de los estudiantes en Iguala. El dolor es intransferible y único. Pero el dolor no necesariamente nos hace portadores de la verdad y mucho menos de la objetividad para actuar ante una situación, una coyuntura.

 

No creo que haya una organización humanitaria y de derechos humanos en el último medio siglo en América latina que haya tenido mayor valentía y trascendencia en su trabajo que las Madres de Plaza de Mayo: en medio de una represión terrible e inclemente, que las hizo a muchas de ellas víctimas de la misma tragedia que estaban denunciando, fueron durante años las únicas que se atrevieron a dar la cara ante una dictadura que sesgó miles y miles de vida. Pero la historia, la política, la vanidad y en ocasiones el poder obtenido, contaminaron también a esa organización, que terminó dividiéndose en grupos antagónicos, algunos que defendían, defienden, una agenda concentrada en sus objetivos humanitarios, que son también intrínsecamente políticos, y otros grupos que son parte, legítima pero sesgada, de una lógica y una estrategia de poder. La diferencia está en que lo primero une en torno a una causa, y lo segundo divide tanto como lo pueden hacer la ideología y la política.

Los grupos relacionados con los familiares de los normalistas de Ayotzinapa van en camino de una división similar, pero sin una historia detrás que les permita aún evaluar sus propios logros. La consigna de “vivos se los llevaron, vivos los queremos”, está tomada precisamente de aquel movimiento de la Plaza de Mayo. La enorme diferencia es que los desaparecidos en Argentina, habían sido víctimas de una enorme maquinaria de estado, que dejó miles de víctimas recluidas y en muchos casos asesinadas en campos de concentración, y en el caso de Ayotzinapa estamos hablando de una colusión entre autoridades locales y narcotraficantes cuyo objetivo fue la aniquilación de un grupo específico de personas. Y en este caso, pese a errores de operación indudables en los días posteriores al secuestro, lo cierto es que ya existe una investigación exhaustiva del orden federal, donde hay 80 detenidos, incluyendo varios de los autores intelectuales y materiales del crimen, existen confesiones explícitas sobre lo ocurrido con los normalistas y se sabe cuál fue su destino. 

Puede doler esa certidumbre, pero resulta un sinsentido que concluida la reunión de ayer de autoridades federales con los representantes de los familiares, se salga a decir que no existe interés en las autoridades en buscar a los jóvenes o plantear una búsqueda territorial con toda la gente que se quiera unir para recorrer a pie todo el estado de Guerrero. La investigación ya se realizó, las conclusiones son públicas y en los próximos días estarán los resultados preliminares de los estudios de ADN de los restos enviados a Austria. No hay mucho más que se pueda hacer al respecto, tomando en cuenta, además, que se han realizado todo tipo de búsquedas alternas.

Lo que está privando entonces es una agenda ideologizada de un grupo de los familiares que representa con claridad, por ejemplo, su vocero, Felipe de la Cruz, el mismo que participó en la toma del aeropuerto de Acapulco y quien ha declarado que con sus tomas y bloqueos no afectaban a terceros, sino sólo “a los ricos”, como si los meseros o artesanos de Acapulco que viven del turismo que desde hace meses no llega al puerto fueran potentados a los que les sobra el dinero. Algo tan desconcertante como que en sus declaraciones públicas no hagan una condena ni a los narcotraficantes ni a las autoridades locales, los responsables directos de los hechos.

Con la llegada de los estudios de Austria se tendrá que cerrar judicialmente la investigación del caso Iguala, aunque se continuará persiguiendo a quienes aún falta por detener e independientemente de que todavía también falta fincar obligaciones penales a personajes que de una u otra forma han tenido responsabilidad en los hechos. Se seguirá trabajando en el tema pero habrá ya una verdad jurídica. Y se tendrá que entrar en otra dinámica.

Ayer al presentar el programa de reactivación económica de Guerrero, el presidente Peña se comprometió a que en este periodo vacacional no se permitiría que se cerrara la autopista del Sol. No es un compromiso menor: en los hechos cualquier programa de reactivación de Acapulco (y del puerto vive el estado) pasa por la llegada de turistas, y si no se garantiza que la vía esté abierta, esos turistas optarán por otros destinos.

Ayotzinapa es una causa que puede ser común en la medida en que no se convierta en una bandera ideológica. Decía Cesare Pavese que “la mucha luz es como la mayor oscuridad, impide ver”. Más allá de la solidaridad, hay que recordar que el dolor no necesariamente otorga la razón.

 

Jorge Fernández Menéndez

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