08-01-2015 Los hechos en La Ruana, donde murieron 11 personas en un enfrentamiento entre autodefensas, al igual que los de el martes en la madrugada en Apatzingan, donde otro grupo de presuntos autodefensas se enfrentó a fuerzas militares tratando de rescatar sus vehículos que habían sido decomisados luego de desalojarlos del palacio municipal que tenían tomado precisamente después de los hechos de La Ruana, lo que demuestran, entre muchas otras cosas, es que estos grupos no sólo perdieron toda razón de ser sino que se han convertido en una bomba de tiempo que debe desactivarse antes de que termine de estallar.
Cuando surgieron las autodefensas en Michoacán dijimos que eran una respuesta pero también un peligro institucional: permitir que grupos armados se hagan cargo del control territorial y la justicia en sus zonas de influencia no sólo demostraban la incapacidad, entonces manifiesta, del gobierno estatal, sino también el hartazgo de la sociedad ante la expoliación de los grupos criminales, sobre todo los Templarios. Pero tampoco se sabía con claridad de dónde surgían y mucho menos cuáles podían ser sus intereses ocultos. Por eso entre las autodefensas michoacanas (los grupos de Guerrero tienen otras características, mucho más ideológicas, ligados a fuerzas políticas) había de todo: buenos, malos y feos, como en aquella película de Sergio Leone.
Lo cierto es que establecida la intervención federal en Michoacán (el proceso en el ámbito de seguridad más exitoso que ha tenido el gobierno de Peña Nieto, quizás por eso tan torpedeado en estos días) las autodefensas tuvieron una contribución indiscutible. No porque hayan detenido a los líderes templarios o de otros grupos, que no lo hicieron, sino por su conocimiento del terreno y de las personas. Pero en este año han pasado muchas cosas: desde el virtual desmantelamiento de los Templarios y casi todos sus líderes con excepción de un Servando Gómez, La Tuta, que se esconde en las zonas más intrincadas de la frontera entre Michoacán y Guerrero (y eso le hace casi imposible operar), hasta el de su red de protección y relaciones políticas: cayó el gobernador, su hijo está detenido, como lo están muchos otros ex funcionarios incluyendo el ex gobernador y secretario de Gobierno del estado. Las fuerzas federales han ido retomando zonas de control y, desde diciembre, cuando se decidió acabar con un grupo especial de autodefensas que ya se estaban dedicando a negocios de seguridad privada, parece estar claro que el próximo paso debe ser precisamente pasar a desarticular los propios grupos de autodefensas cuyos elementos no se hayan incorporado a las fuerzas de seguridad locales.
Hace un año comparábamos a las autodefensas de Michoacán con las que habían surgido en su momento en Colombia, que encabezaban los tristemente célebres hermanos Castaño. De allí nació la idea y muchos de sus esquemas se tomaron aquí. Pero las autodefensas colombianas, que nacieron para combatir narcotraficantes y a la guerrilla de las FARC, luego de haber contribuido a desarticular grupos criminales se convirtieron en una parte central del problema, al convertirse, parte de su estructura, en un grupo armado y criminal más. La labor de desarticularlas, de quitarle sus respaldos políticos y una legitimidad que ya habían perdido, fue una de las más difíciles en el proceso de pacificación en Colombia.
No estamos en una situación tan crítica como aquella y tampoco las autodefensas michoacanas tienen el poder y el grado de vinculación con grupos criminales que tuvieron las de Colombia. Pero por eso ha llegado el tiempo y el momento de hacerlas desaparecer: en La Ruana el nivel de violencia en los enfrentamientos entre ellos ha sido altísimo; el desafío a las autoridades federales en Apatzingan las coloca en otro nivel de confrontación con el Estado. Las autodefensas deben desarticularse ahora para que no se conviertan mañana en el mayor problema de seguridad en Michoacán.
Don Julio Scherer
Ayer murió don Julio Scherer, uno de los periodistas más importantes que ha dado nuestro país. En muchas ocasiones no importa, o importan menos, las divergencias que las formas en que se desarrollaron carreras que han tenido una trayectoria trascendente a lo largo de más de sesenta años: importa lo que se hizo, lo que se transformó y lo que ello significó para una sociedad, para un país. Nadie tiene una vida rectilínea, aunque presuma de ello. Vehemente, en muchos sentidos brillante y también provocador, hay muchas momentos inolvidables en la vida de Scherer: ninguno como su periodo al frente de Excélsior, donde se gestó, en muy buena medida, el periodismo moderno mexicano. No fue el único de esa generación ni tampoco, en mi modesta opinión, el mejor, pero sí creo que fue el que más trascendió, el que le puso su nombre a una historia y trayectoria de muchos. Un abrazo para sus hijos María y Julio. Descanse en paz don Julio Scherer.