23-01-2015 Lo que dijo el ex presidente Felipe Calderón en Davos el miércoles no es ninguna novedad: más tarde o más temprano se tendrá que construir una fuerza que ocupe, con otras palabras, los espacios de las corrientes liberales en el país. Hoy el liberalismo no existe, o mejor dicho coexiste en diferentes expresiones partidarias, como tampoco tenemos una fuerza auténticamente socialdemócrata, aunque esa corriente se exprese en personajes de distintos partidos. Pero nuestro sistema de partidos ya no representa una suma de corrientes ideológicas: se está convirtiendo, en una suma de apuestas individuales o de grupo.
El PAN pudo haber sido la base de una fuerza liberal. En realidad, en ese partido desde su fundación convivieron distintas corrientes, pero básicamente dos, una liberal y otra de un conservadurismo católico muy arraigado. Manuel Gómez Morín era un liberal unido a las otras corrientes por su oposición al sistema emergente de la revolución. Esa lucha y unión entre esas y otras corrientes se mantuvo siempre en el PAN y generó numerosas rupturas. No es casualidad que hayan sido muy pocos los presidentes del PAN que hayan terminado militando en ese partido o que en la elección del 82, precisamente por esas diferencias, el PAN no haya podido presentar un candidato presidencial.
Pero todo eso se agudizó cuando la disputa pasó de ser por el control del partido y en buena medida testimonial, para convertirse en una lucha por el control de espacios reales del poder, incluyendo la propia presidencia de la república. Vicente Fox demostró que se podía llegar a Los Pinos desde el PAN pero portando una agenda y un equipo que en muchas ocasiones poco tenía que ver con las posiciones históricas del blanquiazul, las cuales eran, también hay que reconocerlo, muchas veces testimoniales o doctrinarias, pero que no se habían tenido que cotejar con el ejercicio del poder.
Felipe Calderón fue el intento de mantener el poder recuperando al partido. Pero más allá de que existió una coherencia mucho mayor entre acción de gobierno y principios partidarios, esa tarea tampoco se pudo llevar a cabo: el PAN en pocos años había crecido demasiado y se había apoderado del partido un profundo pragmatismo.
La hegemonía que ha logrado ejercer en los últimos años el grupo de Gustavo Madero es el resultado de una suma de intereses que están basados en la búsqueda de posiciones de poder muy concretas. Por supuesto que las diferencias políticas, la forma de interpretar la política e incluso los rencores personales son parte de todo este proceso. Desde otra perspectiva no se hubiera podido comprender que en el grupo hegemónico del PAN no se le dé espacio a los tres personajes que, guste o no, las encuestas siguen mostrando que son las que tienen hoy más aceptación entre los propios panistas: Margarita Zavala, Josefina Vázquez Mota y Felipe Calderón.
Hace algunos meses decíamos que Gustavo Madero actuaba como lo hizo López Obrador en el PRD cuando llegó a su dirigencia. Comparado con Cuauhtémoc Cárdenas, el tabasqueño tenía mucho menos bagaje ideológico y político, pero apeló a una estrategia mucho más directa, un lenguaje más sencillo y frontal, casi evangelizador, y por sobre todas las cosas decidió asumir aquello de que el poder no se comparte y prefirió, incluso, imponer presidentes del partido sin ninguna experiencia partidaria como Leonel Cota Montaño, que abrirle espacios a sus adversarios internos. Y cuando hubo quienes trataron de competir con él, simplemente los avasalló, incluyendo al propio Cárdenas. Si Nueva Izquierda subsistió fue porque durante mucho tiempo se disciplinaron y porque Andrés Manuel necesitaba su estructura electoral, la mejor que tiene la izquierda en el país.
Madero está actuando igual en el PAN. Y no es un juicio peyorativo. ¿Porqué regresar cuando Ricardo Anaya lo estaba haciendo relativamente bien y garantizaba una mayor unidad partidaria?. Porque en su lógica no se dejan espacios y el poder no se comparte; porque el voto panista, que será cercano al histórico de ese partido, de alrededor del 25 por ciento (lo que lo confirmará como segunda fuerza del país) no se verá afectado mientras la ruptura no se materialice y eso no ocurrirá en estos comicios porque a nadie le conviene; y porque pareciera que Madero y las corrientes que son aliadas suyas, están dispuestas a asumir esa ruptura en el futuro y por lo tanto también a acaparar la mayor cantidad de fuerzas posibles para ese momento.
Por eso también Margarita Zavala, creo que sabiendo lo que ocurriría al presentarse en la búsqueda de la candidatura a diputada, simplemente ha exhibido esa situación y apostado a la carta que le queda: la elección interna del PAN, si es que le dan espacios para participar. Pero como la izquierda se ha terminado dividiendo porque sus fuerzas desde hace mucho tiempo eran centrífugas, no se debería descartar que lo mismo ocurre en la centroderecha cuando los espacios de oposición interna se hayan agotado.