03-02-2015 Hoy se debe discutir en la Cámara de Diputados el dictamen de la Comisión Investigadora sobre las graves irregularidades ocurridas en la Línea 12 del Metro capitalino. Hoy no terminamos de saber siquiera cuál ha sido (o cuál será dada la magnitud de las reparaciones necesarias para hacerla nuevamente transitable en su totalidad) el costo de la obra, pero sin duda ha superado en miles de millones de pesos lo originalmente presupuestado. Y lo ha superado por malas decisiones y errores incomprensibles.
Hay muchas inconsistencias en la Línea 12, pero sin duda, ninguna es mayor que el tema que se detectó desde que comenzaron las fallas y el desgaste prematuro de las vías: sencillamente la vía fue construida con unas especificaciones y los trenes, adquiridos por un costoso arrendamiento financiero a diez años, no cumplen esas especificaciones. Para simplificarlo: las vías tienen un ancho un poco mayor que los ejes de los trenes y según las empresas independientes que han verificado el proceso de rectificación de la línea, tampoco son los adecuados para ese tipo de vía y para terminarla de amolar, esos trenes son bastante más cortos que los andenes construidos (precisamente porque originalmente se pensaba en adquirir otros y construida ya la vía se decidió adquirir esos). Sólo ese error, esa negligencia o ese acto de corrupción, ha costado, por lo menos, unos diez mil millones de pesos.
Puede costar aún mucho más. Las empresas auditoras, así como la propia comisión legislativa, han recomendado a las autoridades capitalinas que indaguen la posibilidad de poder concluir el contrato de arrendamiento financiero con anterioridad para, de esa manera reemplazar los trenes, lo que se ve difícil sin recurrir a un proceso civil largo y costoso, porque la empresa CAF argumentará que ellos proporcionaron los trenes que solicitaron y obviamente, aunque se puedan hacer rectificaciones a los rieles, reemplazarlos para que cumplan con las especificaciones de los trenes sería más costoso aún.
Pero en el conflicto de la Línea 12, como se puso de manifiesto el domingo en la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados, existen también elementos políticos inocultables. El punto más importante al respecto es la solicitud de la comisión a la PGR para que investigue y abra una acción judicial contra el exjefe de Gobierno Marcelo Ebrard y el exsecretario de Finanzas capitalino y hoy senador, Mario Delgado, al que incluso le iniciarían, dicen los diputados federales, un proceso de desafuero.
Sin duda, en todo el proceso de construcción de la Línea 12 ha habido graves, muy graves irregularidades, y debe haber responsables y éstos deben ser castigados. El problema es comprobar que la responsabilidad penal directa de esos hechos sea el propio exjefe de Gobierno o su secretario de finanzas. Se podrá argumentar con razón que resulta por lo menos negligente no haber detectado tantas irregularidades en el proceso de construcción y en la adjudicación del arrendamiento de los trenes, pero existe un paso previo entre la negligencia o la falta de control y la acción penal. Por supuesto que todo el proceso debe ser investigado y llegar hasta los responsables, incluyendo la posibilidad del desvío de recursos para fines políticos y/o personales, pero también creo que altos funcionarios como Ebrard o Delgado deberían tener, por lo menos y sin que signifique por ello ninguna suerte de exoneración, derecho de audiencia para explicar su versión de los hechos y establecer con claridad hasta dónde llegan las responsabilidades políticas, administrativas y penales.
La Línea 12 debe ser un caso ejemplar de investigación sobre una obra pública que se realizó violando normas, gastando mucho más de lo presupuestado, y cometiendo errores que de tan inexplicables sólo pueden entenderse pensando que hubo dolo. Y debe haber culpables. Ebrard y Delgado, en esa investigación no deben gozar de indulgencia, pero tampoco se les deben conculcar sus derechos.
Lo que sucede es que en estos temas que trascienden la simple política y van más allá de los partidos e incluyen los golpes bajos a menudo inconfesables, pero rastreables en su origen, siempre hay que recordar que nada es gratuito y que, como se dice en la calle, el que se ríe se lleva. Y a Marcelo, que ha jugado muy rudo en temas muy personales con sus adversarios, le tocará ahora encontrar respuestas.
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