26-02-2015 Hoy se cumplen dos años de la detención de Elba Esther Gordillo. Sin duda se trató, por la repercusión que tuvo su aprehensión, en un momento fundacional, junto con el Pacto por México, de la administración Peña. Era, por sobre todas las cosas, una señal sexenal poderosa, pero, posiblemente se trató de una decisión política cuyos costos aún no se terminan de medir.
Cuentan que el presidente Peña pasó muchas horas desvelado analizando el caso de Gordillo y la decisión de su detención. No era para menos. Elba Esther, siendo una mujer que en muchas ocasiones tomaba decisiones y actitudes políticamente incorrectas, era un personaje muy poderoso y no se sabía la reacción que podría tener el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y muchos de los aliados, aunque hoy no lo reconozcan, que tenía la maestra. No pasó nada, en parte porque todos los actores mantuvieron bastante mesura en su accionar, y sobre todo porque el SNTE se mantuvo en una vía de institucionalidad.
El verdadero desafío vino de la mano con la detención: por alguna razón se decidió darle a los opositores históricos de Gordillo un protagonismo que no tenían: la Coordinadora controlaba poco menos del 10 por ciento de los agremiados al magisterio y sólo era mayoritaria en Oaxaca y en parte de Michoacán y Guerrero. Tenía presencia en otras entidades, desde el DF hasta Chiapas, pero estaba muy lejos de controlar la estructura magisterial. Sin embargo, no sólo se sobredimensionó su peso sino que también se le abrieron espacios de negociación en la propia secretaría de Gobernación. Hay que recordar que, hasta entonces, la sección 22, la de Guerrero o la de Michoacán, sólo tenían posibilidad de negociación en sus propios estados. Al abrirles ese espacio a nivel federal también se federalizó el conflicto, al mismo tiempo que durante meses al SNTE, en plena reforma educativa, se lo mantuvo acotado. Alguien le hizo creer al gobierno federal que, con la caída de Gordillo, la Coordinadora se podría convertir en una suerte de compañero de ruta.
Un error grave, porque la CNTE era y es el mayor enemigo del gobierno federal, de la reforma educativa y una organización ha hecho de la violencia y la extorsión política una forma de vida. Tienen razón distintas organizaciones y personalidades al enfatizar que la Coordinadora es una forma de crimen organizado, pero también se debería recordar que muchos de ellos fueron los que durante años consideraron que los verdaderos adversarios de la educación eran Elba Esther y el Sindicato, los cuales podrían tener muchos defectos, pero aceptaban la reforma, más allá de las arrogancias de Gordillo respecto al presidente Peña.
Hoy se ha creado un monstruo: es verdad que la presencia de la Coordinadora se ha limitado a cuatro o cinco estados, pero su alianza por una parte con Morena, pero también con otros grupos muy radicales y hasta armados, su capacidad de movilización basada en los miles de trabajadores que tienen una plaza pero cuyo único trabajo es participar de esas movilizaciones y el enorme flujo de recursos con los que cuentan, los hacen un indudable factor de desestabilización y de provocación.
La Coordinadora y sobre todo la sección 22 y la CETEG, llevan meses elevando el nivel de provocación y de agresión a las autoridades, las empresas, la sociedad, los partidos políticos y están buscando una respuesta violenta de las autoridades. En Iguala, el crimen cometido por narcotraficantes y policías municipales cooptados por ellos, es injustificable, pero también lo es que los líderes de los jóvenes los hayan mandado literalmente al matadero, sabiendo las reacciones que podrían sufrir los chavos, todos menos tres, de reciente ingreso por parte de los narcos, que identifican a la CETEG y a la normal de Ayotzinapa con el cártel de los Rojos, en ese territorio de los Guerreros Unidos.
El martes cuando quisieron bloquear el aeropuerto de Acapulco, mientras se disputaba el abierto internacional de tenis, pleno de visitantes nacionales e internacionales para el evento, fueron detenidos por miembros de la policía federal. Como ya habían hecho en muchas otras ocasiones, en Guerrero, en Oaxaca y en el DF, atropellaron a los granaderos con un autobús que a su vez había sido robado. Varios policías terminaron internados por la agresión y se dio la orden de dispersar a los manifestantes. Un maestro jubilado murió a la mañana siguiente, se supone que por golpes recibidos en ese momento. Lo que no se dice es que el señor estaba en una camioneta, en la primera fila de los agresores, con la que intentaron atropellar a los policías.
Ninguna muerte es justificable, pero mucho menos cuando la misma es intensamente buscada por quienes quieren contar con víctimas que los legitimen. Por lo pronto, Gordillo está en la cárcel, el SNTE apenas comienza a volver a ser un verdadero interlocutor con el gobierno federal y la Coordinadora se ha convertido en un monstruo.