24-04-2015 Hace quince años, era el 2000, un comunicador conocido entonces en el mercado latino de los Estados Unidos, fue contratado para hacer un programa de radio en México. Comenzó mal, en la campaña que se hizo para promocionarlo decía, en primera persona, que regresaba a México porque “ahora sí había libertad”, dando a entender que la falta de libertad era la razón por la que había dejado el país. En realidad, se había ido buscando, como muchos, un nuevo país y un nuevo destino. Ese comunicador, un hombre respetado por cierto, luego de una carrera de unos pocos años en México, en otros ámbitos, regresó a los Estados Unidos donde hoy sigue trabajando.
Cuando Jorge Ramos hace alguna declaración más allá de su trabajo periodístico, cuando quiere convertirse a sí mismo en protagonista en México, me recuerda esa vieja historia del año 2000. En su página oficial Ramos nos recuerda que ha hecho toda su carrera en Estados Unidos, desde 1983, y dice que dejó México “por un episodio de censura” (quien sabe cuál fue, porque acababa de concluir sus estudios en la Iberoamericana cuando se fue). En Los Angeles comenzó a trabajar en un programa como colaborador de Felipe El Tibio Muñoz. Al paso de los años, Ramos se convirtió, desde hace ya muchos años, en el titular del noticiero de Univisión en Los Angeles. Una historia de éxito.
Desde la conducción de un noticiero en Estados Unidos, no se opina o se opina poco: la idea es dar la noticia y otros son los opinadores. Ramos me parece un conductor y periodista muy respetable, pero también creo que en los últimos años, por alguna razón, le interesa más convertirse en una figura pública para el electorado latino y mexicano en la Unión Americana, más que el reconocido conductor de la televisión en español. Juega más el papel de político que el de comunicador. Ramos ha adoptado el papel del comunicador-político que dice hacer lo que los periodistas en México supuestamente no hacemos: cuestionar, exigir, proclamar que “no nos van a callar”, en plena fiesta de gala de la revista Time, luego de pedir la renuncia (eso lo dijo en español, era un mensaje para aquí, no para los participantes en ese evento) del presidente Peña.
Ramos dijo también que lleva “en el corazón al puñado de periodistas” que hicieron la investigación sobre la casa de la esposa del presidente Peña y que por eso “fueron despedidos de su trabajo”.
Ramos nunca ha trabajado profesionalmente en México pero lo menos que se le podría pedir es que refrendara con su propia investigación los hechos que dice denunciar. Pero no trabaja sobre México. Lo he escuchado informar en sus espacios muchas veces sobre la violencia en nuestro país, pero no recuerdo un solo reportaje de fondo de Ramos en su espacio, en la televisión de Estados Unidos, sobre, por ejemplo, cómo funciona el narcotráfico en Estados Unidos, quiénes son los capos, dónde queda el dinero
Eso se hace cotidianamente en México. Perdón, pero con todo respeto a Ramos y a Carmen Aristegui, hay muchos periodistas que hacen seria y profesionalmente su labor y que desde hace años no se callan ni hablan desde la comodidad que da la distancia y el cobijo. Tiene todo el derecho Ramos de pedir la renuncia de Peña o de quien sea por la Casa Blanca, aunque hasta ahora no se haya probado delito alguno. Yo no recuerdo, tan cercano que es Ramos a los demócratas, que haya realizado alguna investigación sobre el caso de las propiedades inmobiliarias de los Clinton, el caso Whitewater. Mucho menos pedido la renuncia del entonces presidente. Después de varios años de escándalo mediático y judicial, incluyendo el caso Lewinsky, el matrimonio Clinton fue absuelto. ¿No merece Peña, por lo menos, el mismo tratamiento de parte de Ramos?
Más allá de sus dichos, tampoco hay una sola prueba de que Carmen y su equipo hayan sido despedidos de MVS por ese reportaje. No sólo no fueron despedidos sino que un mes después de que se publicó ese reportaje (que Carmen inicialmente entregó a otro medio), se le renovó el contrato, con un sueldo muy superior al de cualquier otro comunicador en el país (su último pago, en febrero pasado, sólo por comisiones, fue de un millón 300 mil pesos, cien mil dólares en un mes). No está nada mal para alguien a quien supuestamente quieren censurar. Carmen se equivocó y quiso quedarse con el control periodístico de la empresa que la contrataba. No me imagino a Ramos estableciendo alianzas con otros medios en nombre de Univisión sin consultarlo siquiera con esa empresa.
Está bien intentar convertirse desde allá en actor político en este lado de la frontera, pero ¿hacerlo con brindis y proclamas desde Nueva York?. Por favor.