01-05-2015 Un par de semanas atrás, el coordinador de los senadores priistas, Emilio Gamboa, me decía que la reforma al DF, sí tenía oportunidades de salir: “nosotros (el PRI), me comentó, la vamos a apoyar, como le dije a Barbosa (Miguel, el coordinador perredista), son ustedes los que tienen que convencer al PAN”. Era claro, pero vaya a saber qué sucedió pero la negociación entre PRD y PAN se retrasó.
Algunos dicen que fue porque Barbosa delegó esa negociación en Mario Delgado que podrá estar en la bancada perredista pero que hace ya mucho que no está en el partido y que, como cercanísimo colaborador de Marcelo Ebrard, está completamente enfrentado al jefe de gobierno Miguel Mancera. Lo cierto es que Delgado impulsaba una agenda propia e incluso terminó votando en contra de lo que planteaba su propia bancada. Es verdad también, que en esos días Barbosa tuvo algunos problemas de salud que le impidieron una plena movilidad, pero lo cierto es que la negociación se retrasó. Pero el acuerdo, de última hora, se alcanzó con la mayor parte de la fracción panista.
Se pensó que con ese acuerdo en el que habían participado muchos actores externos, la reforma capitalina estaría planchada también en la cámara de diputados. No había razones para que fuera de otra forma. Pero resultó que llegando a San Lázaro la minuta fue enviada a la congeladora, o a comisiones que es lo mismo. La ruptura surgió en un ámbito que no se esperaba: fue el propio Ricardo Anaya, el ahora coordinador de los diputados y antes presidente interino del PAN el que decidió frenarla, con apoyo de Nueva Alianza y de varios perredistas (que en realidad, en su mayoría están con un pie o más en Morena). No me queda claro porqué. Seguramente no quisieran darle antes de las elecciones un triunfo político a Mancera, eso es evidente.
Pero hay algo más: quizás estemos en los prolegómenos del distanciamiento de Anaya (o quizás habría que decir de Rafael Moreno Valle) con Gustavo Madero, previo a la elección de la presidencia panista. Las propuestas del PAN para la reforma de la ciudad son malas, están equivocadas, ya lo analizaremos, pero tienen consenso en ese partido y a eso es a lo que han apostado Anaya y sus diputados, rompiendo los acuerdos que el propio PAN asumió en la cámara de senadores a través de su coordinador, mucho más débil internamente que Anaya, Fernando Herrera.
¿Por qué está equivocado el PAN, cuando termina coincidiendo con los sectores más duros de la izquierda, incluso con López Obrador?. Porque la aprobada en el senado no es, como dicen, una reforma cosmética, es una reforma posible y adecuada a las necesidades de una ciudad, con mucho la más poblada del país y una de las más pobladas del mundo, que no es una entidad federativa más. La idea de que la ciudad de México sea un estado con las mismas atribuciones y márgenes que cualquier otro, es un error que pierde de vista exactamente lo principal: que estamos hablando de una ciudad capital que tiene que ser gobernada y administrada como una unidad. Puede tener amplios márgenes de autonomía en sus alcaldías pero sería suicida que éstas fueran municipios con autonomía financiera total y hasta con mando sobre su propia policía.
Estaríamos dividiendo la ciudad en 16 ciudades y con ello balcanizando obras, infraestructura, seguridad, movilidad y hasta libertades individuales. En los hechos el jefe de gobierno se convertiría en una figura casi decorativa. Ninguna ciudad importante del mundo se gobierna así, menos todavía una que es la capital del país y la sede de los poderes de la Unión. La reforma aprobada tenía el punto justo de democratización y de autonomía, combinado con realismo político y necesidad de centralización de decisiones que una ciudad como la de México requiere.
El otro punto de disidencia, el de la conformación de la asamblea constituyente, también me parece cuestionable: dice el PAN (y coincide Morena) que como está planteada la integración de la asamblea serán el PRI y el PRD los que tendrán en automático la mayoría. No creo que sea así, si vamos a una conformación sólo por asambleístas electos, mejor dejemos a la próxima asamblea de representantes que se haga cargo de la nueva constitución capitalina. El tema es que sería poco responsable no integrar en esa constituyente a verdaderos especialistas que estén fuera o dentro de los partidos pero que no van a disputar el voto casa por casa. La propuesta es designarlos por ambas cámaras, por la presidencia de la república y por el gobierno del DF. No me parece una mala fórmula, sobre todo si se quiere evitar engendros legales y políticos como la reciente reforma electoral.
Ni modo, los diputados perdieron, una vez más, la oportunidad de sacar adelante una legislación que ayudaría a la capital del país y a su gente. Ganó una vez más el oportunismo de corto plazo.