01-06-2015 La elección del domingo 7 de junio comenzará hoy. Y, precisamente, hoy sabremos hasta qué punto los grupos desestabilizadores, como la Coordinadora, son capaces de bloquear el proceso electoral en sus estados, en Guerrero y en Oaxaca, hasta qué punto son capaces de arriesgar lo que se les ha concedido, que trasciende cualquier margen de generosidad política.
Si la semana pasada ha sido de provocaciones y presiones constantes, sobre todo de Morena y sus satélites contra el gobierno del DF y el PRD, esta semana, y a partir de hoy, la Coordinadora querrá hacer su demostración de fuerza, pondrá en marcha su plan para frenar los comicios. Con la suspensión indefinida de la evaluación docente (un error de las autoridades federales, una concesión de un fin último a cambio de una tregua absolutamente coyuntural, que difícilmente se respetara), la agenda magisterial de la CNTE ha quedado superada, la que queda ahora es la real, la política, la de la simple disputa por el poder. Así actuarán hoy y así le deben responder, ahora, las autoridades.
No es verdad que este proceso electoral haya sido, hasta ahora, más terso de lo que se esperaba: ha sido, en muchos sentidos, más rudo, más sucio, más negro que cualquier otra elección intermedia anterior.
Las quejas acumuladas en las instituciones electorales son más de 30 mil y aún quedan tres días de campaña. Se han presentado más de dos mil denuncias penales por presuntos delitos electorales en la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade); en los estados de Guerrero y Oaxaca (también en Michoacán) las organizaciones más radicales del espectro político amenazan con impedir la realización de los comicios: en los terrenos de la Normal de Ayotzinapa se acumulan los autobuses robados, la gasolina y el diesel para echarlos a rodar (y para las bombas molotov) el día de las elecciones y así impedir la instalación de las casillas (sería tan sencillo bloquear las sedes, como Ayotzinapa, donde están los camiones secuestrados e impedir así la consumación de un delito); en el Distrito Federal, los grupos organizados en torno a Morena han iniciado desde días atrás una verdadera campaña para estrangular la ciudad y tratar de sacar tajada electoral: ahí participan desde los grupos de taxistas pantera hasta Antorcha Campesina. Un triunfo en toda la línea del PRD en la capital podría ser lapidario para Morena.
El consejero presidente del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova, fue sometido a espionaje telefónico, se le grabó y difundió una llamada tan intrascendente como inconveniente y se la exhibió para presionarlo. Pero el propio INE se dejó presionar y se equivocó gravemente con el caso del registro de Marcelo Ebrard, y por dos ocasiones el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación le debió corregir la plana. Ebrard, por cierto, quedó exhibido con la investigación oficial de su casa en la colonia Roma. El Tribunal, a su vez, tiene un magistrado menos, porque los partidos no se han puesto de acuerdo en la designación del sucesor del ministro Alejandro Luna Ramos. Y menos se pondrán de acuerdo si perciben que el INE puede ser tan voluble en sus decisiones en torno a los partidos: la dureza contra el Partido Verde se convierte en silencio ante violaciones a la ley de otros actores (casoEbrard, y caso campaña anticipada de López Obrador).
La gente está harta por los millones de spots tan banales como gratuitos (para los partidos políticos) que han saturado tanto los tiempos de la radio y la televisión que hasta los anunciantes tradicionales se han retraído de las pantallas para no ser identificados con los partidos. Un esquema inútil, absurdo, que no se ve en ninguna democracia en el mundo y que sólo puede sustentarse en la soberbia y el miedo a la competencia de los partidos políticos.
Ha habido candidatos asesinados, guerra sucia, denuncias de corrupción de todos contra todos. Y hemos comprobado, también, que la ley electoral aprobada por el Congreso el año antepasado es la más deficiente e ineficiente desde que comenzó el ciclo de contrarreformas electorales de 2007: llena de huecos, de vacíos, de reglamentación inútil encubierta por frases y buenas intenciones. No podremos llegar a la elección de 2018 sin ajustes profundos a esta ley electoral poco pensada y mal reglamentada.
Ése es el escenario. Y, sin embargo, el 7 de junio debemos salir a votar, a tratar de sobreponernos, al cruzar un nombre, un logotipo, a ese escenario que asfixia a la democracia. Sólo ejerciéndola la podremos salvar. Hoy, quienes se oponen a ella (no a algún partido o candidato, sino a la democracia en sí), harán un primer esfuerzo por impedirlo. Van de la mano con quienes propugnan que la gente, simplemente, no vote el domingo. Debemos votar, recordando que ejercer ese derecho es el único antídoto contra el autoritarismo, más allá del ropaje con que se presente.