03-09-2015 El presidente Peña no usó ayer, en su mensaje por el Tercer Informe de Gobierno, la palabra “relanzar”, pero eso fue lo que hizo: relanzar su gobierno, reforzar su discurso y colocar sobre la mesa objetivos claros que son de continuidad pero también de ruptura. Incluyendo definiciones políticas e ideológicas como nunca antes las había presentado con tanta transparencia.
Comenzó con el reconocimiento de que en el país coexistían la desconfianza y la incertidumbre: la desconfianza por hechos como los de Iguala, por fugas carcelarias (la de El Chapo), por presuntos conflictos de interés y por hechos de corrupción. Incertidumbre por la situación económica mundial y, por ende, nacional. También dijo, y es verdad, que ambas, incertidumbre y desconfianza, son alimentadas para lastimar el ánimo nacional.
Pero para valorar el diagnóstico inicial hay que regresar a los diez puntos que privilegiarán el accionar inmediato de la administración y a su mensaje político final. En esos diez puntos y en el mensaje final se concentran los objetivos de los próximos tres años, incluso los sucesorios. Si pudiéramos sintetizar a lo que se comprometió Peña, deberíamos acotarnos a una palabra: seguridad. Seguridad política, económica, social, jurídica y cotidiana. La gente debe tener seguridad en todos esos ámbitos, en las instituciones y en su futuro, para tener confianza y certidumbre.
Entre esos diez puntos ninguno es más importante que el fortalecer el Estado de derecho. Ésa es nuestra mayor debilidad como país y como sociedad. En la lucha contra la corrupción, en la implementación del nuevo sistema de justicia penal, en el respeto a los derechos humanos. El Presidente volvió a plantear lo que ya había propuesto hace un año, y que no tuvo espacio, no se lo quisieron dar, en la agenda legislativa: una profunda reforma a la justicia cotidiana, esa que sufre la gente día con día. A ver si ahora sí, puede salir adelante. También como había propuesto en noviembre pasado, dijo que enviará al Congreso en las próximas semanas la iniciativa para la creación de zonas económicas especiales: son tres, en Chiapas, en Oaxaca y en la frontera entre Guerrero y Michoacán.
Pero quizás de lo más nuevo e interesante es lo que se propone para la educación: bonos de infraestructura educativa a colocar en la Bolsa Mexicana de Valores para financiar hasta 50 mil millones de pesos de aquí al 2018 el equipamiento de las escuelas. Programa nacional de enseñanza de inglés para niños y jóvenes (¿recuerda el frustrado programa de computación e inglés de Labastida?). La creación de la Secretaría de Cultura, imprescindible para darle a ésta un perfil transversal que pueda contribuir a mejorar la calidad de vida en todos los aspectos.
Es muy importante también el programa de infraestructura financiado no sólo a través del gasto público, sino también de la creación de un Fibra para proyectos energéticos y de infraestructura, que se colocará también en la BMV y por Certificados de Proyectos de Inversión, en los que podrán invertir sus enormes recursos instituciones y personas físicas pero sobre todo las afores, cuyos recursos podrán canalizarse cada vez más hacia proyectos productivos que le den a los asegurados rendimientos reales por encima de las tasas del mercado.
Son mecanismos, los bonos educativos, el Fibra y los certificados, de mercado, para incentivar la inversión privada. E implican cambios profundos en la forma de invertir y de desarrollar la infraestructura en el país.
Dicen que para sacar todo esto requerirá de acuerdos amplios en el Congreso. Ojalá se den, pero se olvida que casi nada de lo planteado implica reformas constitucionales y, por ende, mayorías calificadas. Todas, o casi todas las propuestas presentadas ayer, que necesitan de nuevos ordenamientos legales, requieren sólo de mayorías simples, del 50% de los votos en el Congreso y eso lo tiene prácticamente garantizado la actual administración con sus aliados. La mayoría propia en la segunda mitad de su mandato, que no tuvieron los presidentes Zedillo, Fox y Calderón, la tendráPeña Nieto y con ella puede operar, si no hay acuerdos más amplios, todas estas medidas.
Ideológica y políticamente, el gobierno del presidente Peña se puso una línea, un objetivo y un adversario: luchar contra las tentaciones intolerantes, demagógicas y populistas que constituyen una amenaza recurrente a las democracias, contra las soluciones mágicas que alimentan el encono, la discordia y fomentan el odio. También es verdad y lo están viviendo los países que alimentaron esa vía, son una comprobación cotidiana del fracaso de la misma. ¿Tiene mensajes internos? Por supuesto, para sectores de Morena, pero también para otros que realizan con esa lógica una suerte de corte transversal en muchos partidos. Pero ésa es una lucha política que se debe dar, porque el país no puede quedar atrapado en el rencor y la ruptura.