23-10-2015 Se ha desmantelado, informó la procuradora Arely Gómez, la red externa que permitió la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán. A pesar de que, por alguna extraña razón, la información se ha dado como en cuentagotas, con muchos vacíos en la narrativa, se sabe ya que El Chapo, luego de salir de su celda por el famoso túnel y con el largo tiempo que le dieron antes de que se diera la alerta roja en el penal, se trasladó con un grupo de guardespaldas, de la casa en la que concluía el túnel a San Juan del Río, allí en una pista de aviación privada le esperaban dos avionetas.
Una la uso El Chapo para trasladarse a su principal zona de protección, el triángulo dorado, donde confluyen Sinaloa, Durango y Chihuahua (la zona donde pasó la mayor parte del tiempo después de su anterior fuga, en enero del 2001), la otra actuó como señuelo y se dirigió directamente a Culiacán, donde incluso tuvo un accidente a la hora de aterrizar.
Entre los detenidos están los dos pilotos, un cuñado de El Chapo que se dice que coordinó los trabajos, el constructor del túnel que es el mismo que ya había construido otros para cruzar la frontera, y el coordinador de la defensa legal de Guzmán Loera, Óscar Manuel Gómez Núñez, quien coordinó todos los aspectos, mantuvo la comunicación con El Chapo (lo visitaba hasta cinco horas diarias como cabeza de su equipo de abogados) e incluso fue quien pagó los gastos derivados de toda la operación.
Esas detenciones, sumadas a las que ya se han dado de funcionarios del penal, comienzan a mostrar un escenario donde aún se desconoce un capítulo central: cómo, y a través de quiénes, lograron coordinarse El Chapo, el abogado Gómez Núñez, o su gente, con las autoridades del penal.
Como se ha dejado trascender, lo ocurrido en el penal de El Altiplano la noche del 11 de julio, no se trata de una suma o cadena de negligencias o ineptitudes que se alimentan una a la otra. Hay datos demasiado obvios: cuando El Chapo se mete en el hoyo de la regadera, se le debería ver, si está parado, medio cuerpo. Pasan media hora sin verlo, hasta preguntarse dónde está. Es más: si, como se aprecia en un video, sí se podía ver al Chapo haciendo sus necesidades, ¿porqué se mantuvo un único punto ciego en la celda con la construcción de un muro en la regadera?
Demasiada gente participó en la fuga, demasiada actuó de la misma manera, hay demasiadas cosas para ocultar (los golpes que se escuchaban en la celda desde mucho antes de la fuga), la desconexión de los mecanismos de control, como el que mide trabajos en los suelos en torno al penal, la cancelación de la vigilancia en el perímetro (la casa desde la cual se trabajó en el túnel durante nueve meses está a simple vista de una de las torres de vigilancia). Y la lista podría continuar.
Es evidente que en el penal hubo una corrupción y un control mayor, que permitió que tal número de complicidades se pudieran dar sin que hubiera, siquiera, filtraciones. Se entiende que entre los seis o siete involucrados externamente en la fuga privara la discrecionalidad: todos eran hombres cercanísimos al Chapo desde mucho tiempo atrás. Pero ¿cómo hicieron para garantizar la secrecía entre tanta gente involucrada dentro del penal o en las áreas de vigilancia y videovigilancia?, ¿cómo evitar que nadie se preguntara por los ruidos en el subsuelo o por las horas que pasaba El Chapo con sus abogados, sus visitantes o sus mujeres en visita conyugal?, ¿cómo explicar que durante meses hubiera equipos que no funcionaban y que nadie reclamara para que fueran reparados?, ¿quién supervisa a jefes, encargados y sistemas?
Ayer, el subprocurador de la SEIDO, Gustavo Salas Chávez, decía que al menos 34 personas, entre exfuncionarios y personas al exterior, participaron en la fuga. De ellos, 29 están detenidos y procesados y los demás prófugos. Especificó que, de acuerdo con los testimonios, los ruidos fueron del conocimiento de la excoordinadora general de Penales Federales, Celina Oseguera, y de Valentín Cárdenas, entonces director de El Altiplano, quienes en lugar de investigar de dónde provenían, decidieron realizar la impermeabilización del techo en el área donde se encontraba Guzmán Loera, para disfrazar el martilleo proveniente del suelo.
Es una explicación plausible, verosímil. Pero, si la damos por buena, falta explicar por qué tantos otros dentro del penal les hicieron caso. Tiene que haber, como lo hubo en la fuga de El Chapo de Puente Grande, un esquema de relación y subordinación directa, para estos temas, entre autoridades del penal con custodios y contralores y personajes externos. Pero aquí hay un problema adicional: a diferencia de Puente Grande, ahora la celda de El Chapo era controlada, simultáneamente desde, por lo menos, tres espacios e instituciones diferentes. ¿Por qué ninguna vio o escuchó nada anormal?
Qué bueno que la red exterior de la fuga de El Chapo ha sido desmantelada. Pero todavía hay mucho por hacer (y explicar) respecto a la red interior que permitió esa fuga.