09-11-2015 Fin de semana con dos elecciones, dos personajes, dos historias con objetivos distintos, pero que terminan unidas por una misma intención: no provocar rupturas internas. En la UNAM y en el PRD, tan lejanos, tan diferentes una del otro, se privilegió la elección de liderazgos que mantenga la unidad. Pero las perspectivas y el escenario son diferentes para los dos actores.
En la UNAM, la designación por la Junta de Gobierno del doctor Enrique Graue fue muy bien recibida por buena parte de la comunidad y de la opinión pública porque el director de la Facultad de Medicina, además de su talento y capacidad, resultaba ser un candidato de concertación. El nuevo rector necesitaba diez de los 15 votos de la Junta para ser electo. El favorito era el ingeniero y exsubsecretario para América del Norte, Sergio Alcocer, pero su candidatura alcanzó en la primera ronda seis votos. No alcanzó los diez porque la candidatura de Francisco Bolívar Zapata (¿el reconocido científico se lanzó, precisamente, para bloquear a Alcocer?) le quitó algunos votos, el joven director de la Facultad de Economía, Leonardo Lomelí, le quitó otros. El doctor Graue de inicio tuvo tres votos, y en las rondas siguientes, cuando Alcocer no crecía, su apoyo siguió aumentando. La Junta no eligió a Alcocer porque si bien su proyecto era el más sólido de los presentados (implicaba, desde la continuidad, un profundo cambio en la UNAM), un sector comenzó a presionar políticamente argumentando que era una candidatura “oficial”. El doctor Graue (con un más que ligero parecido con el actor Donald Sutherland, un hombre con buen humor y simpatía) aparecía así como una línea de continuidad, que no forzaba acuerdos, que garantizaba independencia y distancia con la mayoría de los factores de poder y un manejo de la UNAM que no se apartaría de la gestión desarrollada, con sus diferencias que no son menores, de Juan Ramón de la Fuente y José Narro Robles.
Quienes lo ven como un delfín de De la Fuente, se equivocan: Graue apunta a ser un rector de consensos, pero de ideas propias. Algo de ello debe haber visto la Junta de Gobierno para elegir por tercera ocasión consecutiva a un médico para colocarlo al frente de la Universidad Nacional. Hay que desearle éxito y suerte, porque por la UNAM pasa mucho del futuro de México. Y recordarle también que los consensos no pueden ser unanimidades y que en ese camino de acuerdos la Universidad requiere cambios profundos que no siempre pueden postergarse. El doctor Enrique Graue tiene todo para avanzar en esa dirección.
En el PRD optaron, también, por una dirigencia que se presenta como de conciliación aunque la estructura y la forma de operar del perredismo es muy diferente a la de la Junta de Gobierno de la UNAM: si en ésta la decisión política fue de la mano con la meritocracia, en el perredismo se optó por la aplanadora. Todos los votos fueron para la fórmula Agustín Basave-Beatriz Mojica, salvo tres que cayeron para Fernando Belaunzarán y ninguno para el candidato impulsado por Miguel Barbosa. No hubo ni urnas, sino voto cantado, en voz alta y público. Agustín, que se había afiliado al PRD exactamente 71 días atrás, enarboló la bandera de la unidad (de su partido y de la izquierda), de la cohesión y de la ética partidaria, dijo que sería una oposición dura, pero constructiva y que ya no habría más pactos con el gobierno.
El problema es que llevarlo a cabo no es sencillo, comenzando por la unidad de la izquierda. Basave dice que se reunió con dirigentes de Morena para buscar candidaturas comunes, pero lo cierto es que no hay oposición más dura para el PRD que la que ejerce que Morena contra ese partido en general y contra sus autoridades (ejecutivas y legislativas) en particular. Hoy la alianza del PRD con Morena implicaría subordinación a López Obrador. Fue muy enfático Agustín en la lucha contra la corrupción, en la investigación del accionar de candidatos y dirigentes del PRD, pero lleva de compañera de fórmula, como secretaria general a Beatriz Mojica, cercanísima nada menos que a Ángel Aguirre.
Basave es un hombre capaz, talentoso, que puede ser brillante teóricamente, pero que no ha estado en la operación política cotidiana, menos de un partido complicado como el PRD. Lo suyo son, sobre todo, las ideas. Si como dicen sus opositores internos, la de Basave no será una presidencia sino una gerencia, será en la Secretaría General donde se ejercerá el poder real: y lo tendrá, entonces, una dirigente de Nueva Izquierda, pero heredera política de Aguirre.
A Agustín hay que desearle éxito en lo que viene. Ojalá le vaya bien porque el país requiere de un partido de izquierda socialdemócrata y fuerte, como Basave aspira. La duda es si tendrá espacios, poder y consensos para ayudar a construirlo.
AL MARGEN: ¿Cuba ha sido ejemplo para América Latina en educación, salud, unidad regional y gobierno al servicio del pueblo como se dijo en Mérida? ¿De verdad?