02-12-2015 Hoy es el primer día del resto de la vida sexenal de la administración Peña. De un sexenio que pasó del Mexican Moment, disparado por las expectativas generadas por las reformas estructurales, a la sospecha y la duda por los casos Ayotzinapa, la Casa Blanca y la fuga de El Chapo Guzmán. Una administración que, en realidad, se tendría que definir mucho más por lo primero que por lo segundo, aunque su poca capacidad de respuesta en esos temas polémicos, le restó expectativas y respaldo.
No se puede hacer borrón y cuenta nueva en un gobierno, pero sí contemplar y avanzar en una nueva etapa. Las bases que tiene la administración Peña para esta segunda mitad del sexenio están sanas y sólidas en varios terrenos: el primero es la economía. Más allá de los errores cometidos el primer año que retrasaron el crecimiento y a la evidente impopularidad de la Reforma Fiscal, el hecho es que la economía crecerá este año 2.5 por ciento en un contexto internacional muy adverso y con una caída del precio del petróleo drástica, de más de 50 por ciento de su valor. Se han creado cerca de 800 mil empleos y se suceden las inversiones en sectores como el automotriz y en otras áreas; las exportaciones agrícolas han crecido hasta ser superavitarias por primera vez con Estados Unidos y la inserción de México en el comercio global es cada vez más sólida.
La Reforma Energética tendrá resultados más lentos porque el mercado no tiene el mismo dinamismo por la caída del precio del crudo, pero sus efectos ya se han dejado ver, sobre todo, en las inversiones en el sector eléctrico y la reducción del costo de la luz. La Reforma Educativa comienza a ser una realidad y las evaluaciones magisteriales están demostrando que se superó ya el punto de inflexión, y la resistencia de la Coordinadora no puede impedir ni la reforma ni el proceso de transformación que ella generará en el magisterio.
Todo esto y muchas otras cosas pueden estar muy bien y generar expectativas importantes a futuro, pero dentro y fuera del gobierno federal deben estar conscientes de que no alcanza. La administración Zedillo dejó al país creciendo a siete por ciento y perdió las elecciones. Al final del gobierno de Calderón la economía crecía casi cinco por ciento y tampoco ganó su partido los comicios del 2012. Tener una economía sana es la base para cualquier desarrollo ulterior, pero en esta segunda mitad del sexenio la administración Peña necesita hacer política, mucha política, para recuperar expectativas y generar mayor confianza en la propia administración y en el futuro del país.
No hay ni habrá indulgencias políticas en estos tres años porque es mucho lo que está en juego y muchos también los actores que esperan participar en la transición del 2018. La administración Peña necesita mantener y acrecentar el crecimiento económico, pero también lograr que haya una respuesta mucho más integral en el ámbito de la seguridad, de forma tal que, más allá de que se recapture a El Chapo o no, la gente perciba que lo que mejoró es su seguridad cotidiana; necesitará operar para que la reforma del sistema de justicia penal comience a dar frutos y la justicia acabe con esa cifra ignominiosa de tener un 98 por ciento delitos que no son castigados. Es imprescindible que el sistema anticorrupción comience a dar frutos y confianza.
Pero, por sobre todas las cosas es necesario que el equipo gobernante esté más cerca de la gente, incluyendo al propio presidente Peña. En la primera mitad hubo distancia y eso generó costos, no sólo en términos de popularidad sino también de comprensión de cuál es el ánimo social, distancia percibida como soberbia política en algunos sectores sociales. Pero esos son sentimientos, lo cierto es que el gabinete debe regresar a la calle, al contacto con la gente, a gobernar mucho más cerca de los distintos sectores. El ejemplo de lo que se está haciendo en Educación, vía Aurelio Nuño tendría que replicarse en las demás carteras. Son pocos los miembros del gabinete que hacen ese tipo de trabajo (Rosario Robles, José Antonio Meade, lo hacía Claudia Ruiz Massieu en turismo, Federico de la Madrid ahora en esa cartera) y esa labor debe generalizarse: hacer política hacia adentro, política de gabinete en el peor sentido de la palabra, no le servirá a la administración Peña para esta segunda mitad.
Una segunda mitad netamente política, donde los candidatos y los resultados de las elecciones de junio condicionarán mucho de lo que suceda en los dos próximos años; donde nadie puede negar que ya ha comenzado la lucha, las aspiraciones legítimas, los posicionamientos de cara a la sucesión en el 2018. Parafraseando a algún clásico en estos años habrá que hacer política, mucha y más política. Agregaríamos que también hay que hacer una mejor política, con resultados y generación de expectativas más sólidas, más cotidianas, que repercutan más en la vida de la gente.