22-01-2016 Hace muchos años, cuando era muy joven y apenas comenzaba a cubrir temas sobre el narcotráfico, le pregunté a uno de los principales hombres de aquella época del área de seguridad, qué había que hacer para disminuir riesgos en esas coberturas. Su respuesta me sirvió hasta el día de hoy: primero, me dijo, tu objetivo son ellos, no te metas con sus novias, sus hijos y sus esposas, en ese orden, salvo que sean parte de su negocio. Segundo, siempre publica información que tenga alguna fuente, la fuente no eres tú, porque sino querrán saber de dónde salió la información. Tercero, no los busques a ellos como fuente y tampoco publiques información proporcionada por un grupo para golpear a sus enemigos, si lo haces, ese grupo te identificará a ti como parte del enemigo. Siempre he respetado esas reglas y creo que en muchos casos, sobre todo en los estados, muchos colegas han sufrido venganzas y crímenes por no haberlas respetado, no conocerlas o haberlas ignorado.
Han pasado años y algunas cosas han cambiado. Si hasta mediados o finales de los 90 los narcotraficantes eran cuidadosos con sus familias, con sus hijos, con sus amantes y evitaban a toda costa involucrarlos en los asuntos delincuenciales en los que ellos participaban (decía Vito Corleone en El Padrino que “un hombre que no dedica el tiempo suficiente a su familia no es un hombre de verdad”), desde entonces la norma ha sido la contraria. Si antes hijos, esposas, y amantes eran intocables, hoy son parte de la organización y del negocio. Son también, con demasiada regularidad, víctimas de la propia guerra entre los grupos. Muy atrás quedó esa época en la que los jefes no querían que sus hijos repitieran su vida, los mandaban fuera a estudiar, a prepararse, a legitimarse. El Chapo, por ejemplo, miente cuando dice que a él no le quedó más remedio que meterse en el mundo de la droga, pero no hay justificación alguna de que haya involucrado en ese mismo negocio a sus mujeres e hijos, haciéndolos muchas veces víctimas del mismo.
Las historias sobre estos temas parecen ser circulares, regresan una y otra vez. Ahí está la diputada federal por Sinaloa, Lucero Sánchez López, acusada por la PGR de haber visitado a El Chapo Guzmán en prisión con documentación falsa y luego, ya prófugo Guzmán Loera, de haber pasado con él la noche del 31 de diciembre. Por lo pronto, la joven diputada ha declarado ante la SEIDO, pero para ser detenida debe ser desaforada: renunció a la bancada del PAN en Sinaloa, pero no a la diputación.
La relación con El Chapo era un secreto a voces, pero eso no impidió que pasara de vendedora de bienes raíces a diputada, por una alianza PAN-PRD-PT y del partido local PAS. Salió de la nada, pero con recursos de todo tipo, ganó de calle su elección y se inscribió en la bancada del PAN.
Había muchos datos para suponer que la joven Lucero (tiene 24 años) podría estar en problemas. Apenas asumió su responsabilidad como diputada y su exmarido, Rubén Chávez Cháidez, fue asesinado por sicarios al salir de su casa. Unos pocos días antes, en enero de 2014, su hermana María Carolina había sido asesinada, acuchillada en su propia casa por su marido, un primo del exesposo de la diputada. A nadie se le ocurrió que podía ser una venganza ejecutada por criminales. Habrá que ver qué sucede con la diputada, por lo pronto, la protege un fuero que cada día se convierte en un exceso más inaceptable para la sociedad.
En Tlaquiltenango, en Morelos, el presidente municipal, Enrique Alonso Plascencia, se ha rebelado contra el Mando Único. Según el gobernador Graco Ramírez, el alcalde y otros 13 nuevos presidentes municipales han sido presionados por grupos criminales para no aceptar el Mando Único Policial, lo que llevó al gobierno del estado a imponerlo por decreto. El alcalde no lo acepta de una forma casi irracional, pero la actitud se explica mejor cuando se sabe que el alcalde estuvo preso acusado de tráfico de personas y su pareja se encuentra en prisión por secuestro y asesinato.
Alonso Plascencia fue detenido en 2009 sobre la carretera Las Choapas-Ocozocoutla, junto a otras tres personas cuando transportaban a nueve inmigrantes de origen guatemalteco. Se le dictó prisión por tráfico de personas, operación con recursos de procedencia ilícita y delincuencia organizada y fue recluido en el penal del Amate, en Chiapas. Tiempo después fue liberado y se convirtió en candidato. Su pareja, o una de sus parejas, Laura Elena Sánchez Guzmán, está encarcelada en el penal de Atlacholoaya, en Xochitepec, acusada del secuestro y asesinato de una menor de edad. Sufre una condena de 45 años de cárcel. El alcalde dice que fue su compañera de escuela y que él tiene una mujer y dos hijos que no dice quienes son ni muestra “por seguridad”. El hecho es que fue a visitar a su compañera de escuela, como Lucero con El Chapo, a fin de año.
La familia, por lo menos para el crimen, ya no es lo que era.