11-03-2016 No hay nada más peligroso en el discurso de Donald Trump que la facilidad con la que juega a la guerra. Todo problema diplomático piensa resolverlo, o eso dice, con una demostración de fuerza. Esa es la nueva amenaza también para México en caso de que nuestro país no quiera pagar el muro fronterizo que, dice, hará construir en caso de llegar a la Casa Blanca.
Trump no es el más reaccionario de los precandidatos republicanos: Ted Cruz es mucho más conservador, más dogmático, siendo senador no hay uno solo que lo apoye en su campaña y, además, involucra la religión en la política y hasta simpatiza con las ideas creacionistas: es un reaccionario del siglo XIX. Pero Trump es de un populismo ultraconservador, xenófobo, que lo hace mucho más peligroso a la hora de gobernar. Quizás, si llegara a la Casa Blanca podría moderar su discurso y hacerlo mucho más pragmático, como otros populistas, pero también sería incontrolable en lo que resulta clave, los temas de seguridad nacional.
“¿Podría haber algo más escalofriante, escribió esta semana en el New York Times, Nicholas Kristof, que el Presidente Donald J. Trump, indignado e impaciente, enfrentando una tensa crisis internacional, con el dedo sobre el botón que activa un arma nuclear?”. No imagino peor escenario. Por eso mismo los cien principales especialista en seguridad nacional de tendencia conservadora, entre ellos el ex secretario del Homeland Security, Michael Chertoff sostienen en una carta abierta que “las declaraciones de Trump nos hacen concluir que, como presidente, utilizaría su autoridad para actuar de maneras que vulnerarían la seguridad de Estados Unidos”. Y eso lo ve el mundo. En Alemania, Trump ha sido calificado como el político más peligroso para Europa, y el primer ministro inglés, el conservador David Cameron, lo calificó, simplemente, de “estúpido”. El premier canadiense Justin Trudeau, ha rechazado las a Trump y sostuvo que él estaba firmemente en contra “de la política de división, la política del miedo, la política de intolerancia o retórica de odio” de Trump.
El precandidato Trump ha prometido intervenir militarmente, si no se aceptan sus propuestas, en Irak, en Siria, en realidad en todo el mundo musulmán (mil 600 millones de personas tienen esa fe en el mundo), en Corea del Norte, en China, y ahora en México. Trump, que no entiende de comercio ni de política internacional, cree que podría lanzarse a una guerra comercial e incluso militar contra todos estos países sólo para reafirmar su objetivo de “recuperar” a Estados Unidos como “potencia mundial”. No entiende que Estados Unidos ya tiene ese status y que no lo ha perdido, lo que ha cambiado ha sido el mundo, que ha pasado de la bipolaridad de la guerra fría a ser un mundo multipolar, con muchos y variados factores y actores de poder donde las respuestas simplistas simplemente no sirven.
En el caso de México esa ignorancia lo lleva a presentar un discurso xenófobo y populista que desconoce que entre siete y diez millones de empleos en su país, en Estados Unidos, dependen del comercio con México. Todos los países con los que se ha enfrentado Trump, son los principales socios comerciales de la Unión Americana: Estados Unidos exporta productos por 230 mil millones de dólares al año a Canadá, por más de 180 mil millones a México, unos 130 mil millones a China, casi 67 mil millones a Japón y 61 mil millones a Alemania. Sólo en México las inversiones directas de empresas de Estados Unidos suman unos 15 mil millones de dólares al año.
Esa estupidez, diría Cameron, y esa ignorancia quizás sean parte de una estrategia de campaña de Trump para allegarse el voto de los más castigados entre la población blanca de Estados Unidos (lo suyo con las minorías, que sumadas ya son mayoría en Estados Unidos, es inviable). Pero también debe ser una oportunidad para que, como país, regresemos a la ruta que perdimos desde que se firmó el propio Tratado de Libre Comercio: a construir la segunda etapa del mismo, con una integración regional mucho mayor, más intensa, más sólida y con mejores bases que vayan más allá del enorme comercio bi y trilateral. Aprovechar la reacción que provoca Trump, la llegada al poder de Justin Trudeau en Canadá que sinceramente quiere reconstruir la relación con México que tanto dañó su antecesor Stephen Harper, y redescubrir que ninguna otra región tiene hoy la potencialidad económica y social que América del Norte. Debemos comenzar desde ahora a trabajar en ese sentido y la ciudadanización de nuestros paisanos en la Unión American es un primer paso importante para ello.
Y comprender que con Trump o con Cruz, quizás también con Rubio o Sanders en la Casa Blanca, el único destino posible de la relación regional es el retroceso. Para México hoy la elección estadounidense es un tema de seguridad nacional y como tal debe ser asumido y tratado.