14-03-2016 Dentro y fuera del Poder Judicial y de la Suprema Corte existe una creciente preocupación para algo que el ex mandatario español, Felipe González ha llamado “el gobierno de los jueces”. González, en una reciente conferencia en Sao Paulo, en Brasil, publica en El País, en el contexto del caso del ex presidente Lula da Silva pero yendo mucho más allá, porque eso también está sucediendo en España (y en México), hizo hincapié en la importancia de que los tres poderes de la democracia representativa, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, estén en equilibrio.
El más sensible de ellos, dice González, es el poder Judicial, porque tiene que ser independiente a la hora de aplicar la ley, pero es el que más distorsiones puede sufrir porque no es elegido por voto directo. Según el ex presidente del gobierno español, hay un “gobierno de los jueces” cuando la aplicación de la ley “busca influir en la política y sustituir al Ejecutivo o el Legislativo”.
Para Felipe González lo que está ocurriendo “es que la política, como en todas partes, se ha degradado y uno tiene incluso que presentarse como antipolítico. Entonces los jueces pueden convertirse en héroes que representan la emoción y la aspiración de los ciudadanos. Y se convierten en un poder mucho más importante que el que emana de la voluntad popular…Me encantan los jueces, pero prefiero los que se dirigen a los ciudadanos mediante sentencias, providencias, o auto judicial. Son los más serios y respetables”.
Me parece una reflexión notable. Nadie podría sentirse pesimista porque el poder judicial en nuestro país y la Suprema Corte en particular estén cumpliendo su papel en el sistema democrático con la autonomía que no siempre tuvieron, permitiendo un real equilibrio de poderes. Pero la Suprema Corte, o los jueces en general, u otros organismos desde el INE hasta la CNDH o el TEPJF, no pueden reemplazar ni a ejecutivos ni a legisladores. No es su papel, no es el que les destina la Constitución ni tampoco eso ayuda al equilibrio de poderes. Como dice el propio González, una de las grandes diferencias es que los jueces no son electos por el voto popular. Ejecutivos y legisladores sí y como tal deben ejercer esa representatividad.
Esa búsqueda de un “gobierno de los jueces” no es propiciado solamente por el propio legislativo o por magistrados o ministros o consejeros que han encontrado un espacio de legitimación pero también de protagonismo mediático en ese vacío político. Es propiciado, además, por quienes no quieren que los temas que se terminan depositando en la Suprema Corte, para que ella decida lo que se rehúsan a decidir otros, sean resueltos en su verdadero ámbito que no es el de la justicia sino el de los ejecutivos o legislativos, el de la política y las leyes.
Y en ese contexto gana terreno también el protagonismo. Casos como el de Florence Cassez, el de las liberaciones por fallas al debido proceso, el de la legalización o no de la mariguana, pero también casos de alto contenido político como el de Moreira, el de Granier, el de Elba Esther, el de Padrés, el de Ebrard, el propio tema de los spots de López Obrador o las presiones de ciertos consejeros del INE contra la libertad de expresión, terminan o terminarán en espacios judiciales porque no tienen resolución política, porque los ámbitos ejecutivos y legislativos no están funcionando, no quieren comprometerse y dando salida a muchos de esos temas, gobernando o legislando adecuadamente.
Y cuando llegan esos temas a la Corte, al TEPJF o simplemente a un juez, o a una instancia que se siente con capacidad de asumir esas funciones (hay consejeros del INE que creen que ese Instituto puede “tutelar” la libertad de expresión) el ansia de protagonismo puede imponerse con enorme facilidad. Y la justicia se transforma simplemente en un instrumento político y mediático más.
También dice Felipe González, sobre el caso Lula, pero en una reflexión muy aplicable para nuestro país, que cuando se reclama que haya casos “ejemplares” la justicia “no tiene que mirar al justiciable, sino a la aplicación de la ley. La justicia tiene que ser justa. Y si es justa, es ejemplar para todos por igual. Pero cuando se habla de ejemplaridad, se está pensando que con unos hay que ser más ejemplares que con otros. Y esto no es la aplicación de la justicia”. Aquello de “a los amigos justicia y gracia, a los enemigos la justicia a secas”, será muy juarista pero le ha hecho un daño enorme a nuestra sociedad.
Ay Kate!
Es difícil dejar de asombrarse ante la cantidad de desatinos que ha cometido Kate del Castillo respecto al Chapo Guzmán. Sólo un punto para destacar hoy: ¿por qué Kate ni en una ocasión en todas estas semanas de historias sobre su relación con el Chapo, tampoco en esta entrevista con New Yorker, reconoce el punto inicial y obvio de que Guzmán Loera es un criminal, un terrible criminal que es responsable de miles de muertes, dentro y fuera de México?. Como no entiende eso, no entiende nada.