17-03-2016 Desde aquellos años en los cuales Manuel Camacho era el regente de la ciudad de México, no teníamos en la capital del país una contingencia ambiental por acumulación de ozono tan dura y prolongada como la que estamos viviendo en estos días, con condiciones climatológicas que no parece que tengan cambios significativos en lo que resta de la semana. Quizás el único alivio sea el inicio del ciclo vacacional de Semana Santa que alejará del área metropolitana a decena de miles de capitalinos.
Pero decía bien en su texto de ayer Pablo Hiriart: éste no es un problema causado exclusivamente por las condiciones especiales del clima. Es una crisis creada por una mala decisión judicial tomada desde la propia Suprema Corte de Justicia, a partir de un amparo de inconstitucionalidad que envió el PAN capitalino, para permitir la circulación de todo automóvil, independientemente de su antigüedad y condición, que pasara los controles de verificación.
De esa forma se desconocieron las restricciones a la circulación aplicadas por los reglamentos del Distrito Federal y eso lanzó a las calles de la capital un promedio de entre 400 y 600 mil automóviles, autobuses, camionetas de carga, diarios, casi todos ellos viejos, muy contaminantes y con calcomanías que les permitían circular todos los días. La Corte tomó una decisión apegada, quizás, a la letra de la ley, pero desatinada por donde se le busque en términos de movilidad y contaminación ambiental. Las autoridades no tuvieron la firmeza suficiente como para evitar que los verificentros cumplan estrictamente con las normas. Tampoco para aprobar normas que trascendieran la decisión judicial. Todo termina siendo una farsa que daña a millones de personas en su salud, su movilidad y su economía.
Desde que se impuso la contingencia, las declaraciones políticas de la mayoría de los actores recuerdan perros tratando de morderse la cola. Dan vueltas en círculos sin alcanzar jamás su objetivo. Tiene razón Miguel Angel Mancera al decir que la contaminación no es consecuencia sólo de los automóviles, aunque sean los principales responsables de ella, sino también de la contaminación industrial proveniente del cinturón industrial de la ciudad, sobre todo en el estado de México (pero también de Hidalgo). El gobernador del estado de México, Eruviel Avila, se sintió agredido y decidió restringir la entrada de ocho toneladas de basura provenientes de la ciudad de México a depósitos de desechos en el estado. La Semarnat sólo ha atinado a decir que analiza aplicar el Hoy No Circula en todo el país, lo cual podrá estar bien (¿no logramos tener una policía nacional, o un mando único en las 32 entidades y vamos a hacer cumplir a más de dos mil municipios el Hoy no Circula?) pero no ayuda en nada a resolver la actual situación ambiental.
La contingencia significa un fracaso de la clase política y de las instituciones para resolver los problemas concretos, cotidianos, de la ciudadanía. Los ejecutivos locales se pelean porque les han rosado su suave piel. La dependencia federal responsable pareciera que no quiere involucrarse en el tema, simplemente le rehúye. El Congreso federal siente que el problema no es suyo y no legisla. Los congresos locales, como la ALDF, tampoco. Y la Suprema Corte toma decisiones equivocadas que agudizan, detonan, la crisis. Nuestras instituciones, más allá de lo que se diga, no saben, no quieren, no están dispuestas a trabajar juntas cuando deben encarar problemas cotidianos de la sociedad, llámese contingencia ambiental o seguridad.
No puede ser que no tengamos una política metropolitana clara sobre el tema ambiental. Sí, se dirá que existe y que se reúne una comisión que involucra a todas las entidades involucradas y que existen algunas normas comunes. Pero lo que hemos visto en estos días es que esas normas no alcanzan, y esos comités no reaccionan, como no lo hicieron cuando la Corte tomó la errónea decisión de lanzar cientos de miles de carros a las calles con sus obvias repercusiones en la movilidad y el ambiente.
No hubo un trabajo coordinado ejecutado por todos los involucrados para homogeneizar y sacar adelante un marco legal adecuado, que impidiera la crisis que estamos viviendo en términos ambientales. ¿Por qué la prescindencia de tantos actores, incluyendo la Semarnat?¿por qué no reconocer que las situaciones extremas requieren adoptar medidas extremas?¿por qué no forzar desde el poder a todos los principales actores a asumir su responsabilidad y actuar en conjunto?.
Por lo pronto seguiremos esperando que llegue un poco de viento, el mismo que hace unos días nos tuvo ante otra contingencia de origen diferente (por cierto, si faltan dos días para las vacaciones ¿no sería lógico suspender las clases por lo menos en primaria?), que el sol caliente y brille menos y que caiga una buena lluvia que limpie el ambiente. El único problema es que el viento, el sol o la lluvia no responden a las políticas públicas…o a su ausencia.