En Tlatlaya no hubo ajusticiamientos
Columna JFM

En Tlatlaya no hubo ajusticiamientos

16-05-2016 Han quedado finalmente en libertad, absueltos de todo delito, los últimos tres militares involucrados en el caso Tlatlaya. En octubre pasado, cuando fueron liberados los primeros cuatro inculpados, decíamos aquí que era una medida justa en un caso que se convirtió en mediático por la manipulación de un grupo de delincuentes y de organizaciones que inexplicablemente se hicieron eco de ellos.

Como con los otros militares involucrados, contra los tres ahora liberados no había prueba alguna. Simplemente tuvieron que pasar unos meses más en prisión porque el juez que llevaba el caso tenía dudas sobre su participación, ya que fueron los primeros que entraron a esa bodega donde los criminales, en la noche anterior, habían realizado una larga fiesta con alcohol, drogas y prostitutas, y donde fueron sorprendidos por la patrulla de ocho soldados, uno de los cuales terminó herido.

Hay quienes dicen en el caso Tlatlaya que los números no cuadran: que no puede quedar un soldado herido y que los 22 atacantes caigan: se equivocan. Estamos hablando de soldados preparados, que están entrenados para situaciones de combate, enfrentados por un grupo de sicarios alcoholizados y drogados, que los agredieron cuando los vieron llegar, pero que fueron militarmente superados.

Tampoco hubo, hasta tres meses después, acusación alguna de irregularidades en ese operativo. Fue entonces cuando una de las mujeres que sobrevivieron esa noche y que argumentaron que estaban secuestradas (en realidad eran prostitutas que desde tiempo atrás acompañaban a ese grupo que se dedicaba tanto al secuestro, como a la extorsión y al narcotráfico) hizo una declaración imputando a los soldados el haber ejecutado a sus compañeros. No podía saberlo porque, según su propia declaración, tenía los ojos vendados en ese momento y tampoco se encontraba exactamente en el espacio de los enfrentamientos.

La recomendación de la anterior administración de la CNDH se hizo eco de esa declaración, cuando su entonces presidente buscaba desesperadamente apoyos para ser reelegido (no alcanzó ese objetivo), obviando casi todas las pruebas periciales y asumiendo, sólo, esa declaración. El hecho, comprobado, es que esas mujeres eran parte del grupo criminal. Dos de las tres rescatadas están procesadas porque se comprobó ese vínculo. Ahora piden, por supuesto, ser dejadas en libertad. El ajusticiamiento de sus cómplices es la coartada.

En sus testimonios dicen que pudieron identificar, sólo de oídas, cuáles eran las armas que utilizaban los agresores y cuáles los soldados, así como el lugar exacto donde se producían los disparos. No es nada sencillo, porque el grupo agresor tenía en su poder 25 armas largas, incluyendo 16 fusiles AK 47, seis fusiles AR 15 y 25 armas cortas, granadas y 112 cargadores para armas de distintos calibres. Obviamente, la patrulla militar también contaba con armas largas.

Según los militares que intervinieron en los hechos, luego de la agresión y de un largo tiroteo, cuando se suspendió el fuego, tres elementos ingresaron a la bodega, allí vieron movimientos y personas que los amenazaban con armas, y dispararon contra sus agresores. Allí mismo liberaron a las tres mujeres que entonces dijeron que habían sido secuestradas por los criminales.

La versión de los tres militares que entraron al lugar era verosímil. Lo que es inverosímil es que las mujeres de oídas puedan diferenciar quiénes hacían los disparos, qué armas eran, si los que disparaban eran los militares o los criminales y desde dónde lo hacían. Y tampoco se respondía una pregunta obvia: si una patrulla militar penetró a la bodega con el fin de matar a los sobrevivientes, ¿por qué les perdonarían la vida a estas mujeres?, ¿por qué a ellas las pusieron a disposición de la justicia y a los otros no?

Tlatlaya no era, no es, no es un punto menor en la agenda de la seguridad ni en la de la relación del Ejército con las instituciones y con la sociedad. Desde diciembre de 2012 el Ejército mexicano ha sufrido más de mil agresiones de grupos armados que les han costado la vida a decenas militares y dejado heridos a centenares de elementos. La justicia en el caso Tlatlaya ha dejado en libertad a los militares con base en evidencias y peritajes y no en juicios mediáticos o juegos de poder. Y quienes hicieron del caso Tlatlaya un leit motiv para explicar la “guerra sucia” han perdido una pieza clave en su ajedrez mediático.

El Barroco de Puebla

Pasamos este fin de semana en Puebla básicamente para conocer el Museo Internacional del Barroco, inaugurado en febrero pasado y diseñado por el notable arquitecto japonés Toyo Ito. Creo que es uno de los museos más bellos y con mejor museografía que he conocido, a nivel de los mejores del mundo. Es simplemente un espacio extraordinario, en una ciudad marcada por un dinamismo y crecimiento singular. No dude en conocerlo, ni el museo en sí mismo, ni sus exposiciones ni su entorno tienen desperdicio. Extraordinario.

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