Elecciones de sexo, drogas y corrupción
Columna JFM

Elecciones de sexo, drogas y corrupción

30-05-2016 A una semana de los comicios del 5 de junio, nos quedan varias lecciones que debemos aprender, porque resulta evidente que hay demasiadas cosas que no funcionan ni en nuestro sistema de partidos ni en la ley electoral.

Primero, es que cada vez coinciden menos lo local con lo nacional. Las lecturas que se han hecho de muchos de los procesos estatales a nivel nacional no coinciden con las percepciones locales. Cuando uno visita alguno de los principales estados en disputa comprueba, si quiere imbuirse de esa realidad, que existen percepciones mucho más complejas de las que se dan por sentadas en la Ciudad de México, o en sus medios, en ocasiones porque simplemente se extrapola lo que se vive en el centro con lo que “se debería vivir” en los estados. En otros casos porque se quieren ganar los comicios desde aquí sin competirlos allá, más aún con la evidente judicialización que habrá en muchas de las elecciones del 5 de junio.

Por eso, las encuestas comienzan a ser un instrumento cada vez menos fiable. Por supuesto que hay buenos y serios encuestadores, pero se pierden entre la confusión y la compra de encuestas por los actores electorales. Las encuestas se han convertido no en instrumentos de medición (aunque, obviamente, los partidos y candidatos las utilizan con ese fin) sino en un medio de propaganda más. Y entonces se ven publicadas algunas encuestas que tienen no sólo diferentes ganadores, sino también diferencias entre ellos superiores a los diez o quince puntos.

Los encuestadores serios deben evitar esta tendencia que terminará desprestigiando un instrumento útil y necesario, porque al perder credibilidad las encuestas también la va perdiendo la respuesta que muestra la gente ante ellas. Las encuestadoras serias tendrían que crear un instrumento como realclearpolitics.com en Estados Unidos para mostrar tendencias más realistas. Ellos son los que saben quiénes hacen profesionalmente su trabajo y quiénes no.

La guerra sucia se ha servido de las encuestas pero de mucho más, sobre todo de grabaciones y de publicaciones que, aunque en su enorme mayoría fueron recopiladas de forma ilegal, se difunden con total libertad y emponzoñan todo el ambiente político. Sexo, drogas y corrupción parecen ser el componente esencial de la guerra sucia. Pero todo ello nos debe llevar a reflexionar también sobre el propio modelo publicitario impuesto por las últimas reformas electorales.

No tiene sentido establecer normas costosas y estrictas contra medios y ciudadanos, tener millones de spots intrascendentes pero muy costosos para los medios (por la pérdida de tiempo y audiencia que generan) cuando la verdadera norma publicitaria está en las grabaciones, las filtraciones y las acusaciones que nacen de las redes y terminan en los espacios de información, manipulados o no. Mientras tanto, la pulverización del voto entre varios actores o las elecciones a tercios que se escenificarán en varios estados dejarán mermada la gobernabilidad en ellos, pero también impone la necesidad de reflexionar sobre lo que estamos construyendo. Nuestro sistema político se parece cada vez más al de naciones como Italia o algunas naciones centroeuropeas, donde el voto pulverizado termina construyendo mayorías demasiado endebles como para gobernar con certidumbre y es el elemento idóneo para el crecimiento de todo tipo de oportunistas y populistas.

En ese esquema, los triunfos electorales parecen basarse cada vez más en el voto duro de los partidos y cada vez menos en una ciudadanía que, salvo que nos dé una sorpresa el domingo, apuesta por el abstencionismo. Porque también está resultando una falacia el poner enormes expectativas en los independientes: no aparece ninguno con posibilidades reales en ninguno de los estados en disputa y hasta ahora en el escenario nacional tampoco. El pésimo gobierno que está haciendo Jaime Rodríguez El Bronco en Nuevo León abona esa desilusión o, quizás, hace estallar una burbuja que nunca fue lo que aparentó ser.

Habrá que ver qué sucede el domingo y cómo leen los partidos y las instituciones los resultados, que hoy son imprevisibles en muchos estados. Pero lo cierto es que sin cambios profundos en muchos temas electorales se correrán graves riesgos políticos en el 2018.

 

Obama en Hiroshima

El presidente Barack Obama ha dedicado el último año de su mandato a cerrar heridas históricas de la Unión Americana con las naciones que fueron el paradigma de las luchas de la Guerra Fría y la intervención de su país en el mundo. Ha reanudado las relaciones con Cuba y la semana pasada tuvo una histórica visita a Vietnam, sólo equiparable en su trascendencia con la que hizo a Hiroshima, donde en 1945 se lanzó la primera bomba atómica. No sé cómo valorará el ciudadano medio estadunidense estos gestos de Obama, pero desde aquí se muestran como lo que son: decisiones notables que buscan, al contrario de los que quieren los Trump y Cía., destruir los muros físicos e ideológicos que han atado a varias generaciones.

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