El voto del narco y el secuestro de Alan
Columna JFM

El voto del narco y el secuestro de Alan

31-05-2016 En cuanto nos enteramos de que el futbolista Alan Pulido había sido secuestrado en Ciudad Victoria, escribimos en Twitter que el narcotráfico ya había votado en Tamaulipas, como lo había hecho seis años atrás con el asesinato de Rodolfo Torre Cantú, el candidato priista y hermano de Egidio (quien se convirtió en su sucesor de esa forma tan traumática) a una semana de las elecciones.

Afortunadamente la historia de Pulido terminó mucho mejor que la de Rodolfo. Alan fue rescatado 24 horas después de su secuestro, en una sucesión de eventos que sugerirían que, más allá de ser criminales, sus secuestradores eran poco profesionales. Pero el golpe mediático que eso significó, tan cerca de las elecciones, con dos candidatos virtualmente empatados, no ha sido medido y su efecto lo veremos, sin duda, el domingo próximo, en las urnas.

Desconcierta y es una muestra más de lo sucio de la campaña electoral que, cuando recordamos el asesinato de Rodolfo, haya quienes hayan insistido, con una homogeneidad que presupone una campaña prefabricada, que su hermano Egidio no pudo resolver ese crimen en estos seis años. Desconcierta y es campaña porque esclarecer lo sucedido con Rodolfo no era ni es responsabilidad de Egidio, comenzando por el simple hecho de que el caso fue atraído desde un inicio por la PGR y, luego de unos pocos avances iniciales, todo indica que la investigación fue abandonada. Egidio, que venía de fuera del equipo de campaña de Rodolfo (había sido responsable de elaborar el plan estatal de desarrollo, no estaba en la operación) no podía, no debía, lanzarse a una labor de ministerio público, tenían que ser otras autoridades, en este caso las federales, con mayor distancia, incluyendo la sentimental, las que se hicieran cargo del caso. Tampoco se podía designar culpables a modo, repetir el teatro de Chapa Bezanilla.

Robert Kennedy, siendo procurador de Estados Unidos, no investigó, por lo menos oficialmente, el asesinato de su hermano John. Dejó el caso en las instituciones, como el FBI, en las que incluso desconfiaba. Pero no podía ser él juez y parte. Después de seis años, por supuesto que Egidio tiene (como la tenía Robert) una idea de cómo se dieron las cosas en la muerte de Rodolfo, pero, por lo pronto y mientras él sea gobernador, hacer justicia es una tarea que debe quedar en manos del Ministerio Público federal. Y, hasta ahora, ni en el gobierno de Calderón ni en el de Peña Nieto se ha avanzado en ello.

Hace cuatro años y once meses, en julio de 2011, entrevisté al presidente Calderón. La fecha coincidía con el primer aniversario del asesinato de Rodolfo Torre Cantú. En esa entrevista, el presidente Calderón reconoció que su gobierno estaba “en falta” en la investigación de ese crimen, al que calificó como “el asesinato político más grave” que se había dado en todo su sexenio, pero que entre los elementos que ya se tenían de la investigación, lo más importante era que se había comprobado que dos de las armas utilizadas en el atentado pertenecían a policías municipales: una de Reynosa y otra de Ciudad Mante, que una tenía reporte de robo y que la otra no.

En julio de 2011 escribíamos aquí que “el tema de las dos armas, junto con la certidumbre que tuvieron los atacantes del trayecto, el horario y el tipo de vehículo no blindado que transportaría en ese corto trayecto al candidato, es el único dato duro, hasta ahora, que sostiene esa hipótesis (la de un crimen con información interna, cometido por grupos criminales con intencionalidad política), pero es un hilo del cual se puede jalar y mucho… La candidatura de Egidio sirvió como un freno a cualquier intento de otros grupos de poder (de beneficiarse de la muerte de Rodolfo). El punto está en ver en otros niveles, en otros espacios, en otros grupos de poder, si podía existir interés en que Rodolfo no llegara a ser gobernador. Y allí el tema de las armas y el itinerario pueden ayudar a encontrar respuestas”. No las ha habido.

El principal interesado en que se esclareciera el asesinato, no sólo por razones personales, sino también porque era un tema clave para su gobierno, fue Egidio Torre, quien incluso de inicio armó un gabinete y un equipo que tenía muy poca relación con los hombres y mujeres que fueron el equipo de campaña de su hermano Rodolfo, lo que lo liberó de compromisos sexenales previos y que, esa es una especulación nuestra, también le permitió tener neutralizada cualquier traición interna que pudiera haber habido.

Egidio ha buscado respuesta en la PGR una y otra vez sobre el caso de Rodolfo y los avances no van mucho más allá de aquello que hace casi cinco años me dijo el presidente Calderón. Lo que nadie duda es que la muerte de Rodolfo Torre fue un voto criminal en Tamaulipas, como lo ha sido, aunque sea en otro contexto y afortunadamente con otro final, el secuestro de Alan Pulido. Pero, atención, porque aún falta una semana.

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