25-07-2016 La corrupción y la inseguridad, los dos principales males que aquejan a la sociedad mexicana, son islas del amplio archipiélago de la impunidad. Ella es la que convoca a los violentos y a los corruptos. Si el delito no se castiga, si hay orejeras ideológicas para definir quiénes son castigados y quiénes no, si la impunidad aparece como una constante para que distintos grupos políticos puedan hacer de la violencia (y de la corrupción) su forma de vida y su método de acción, no hay forma de encauzar por la vía de la civilidad los conflictos y diferencias.
Decía Mahatma Gandhi que “lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia” y en esa espiral estamos. Este fin de semana, el asesinato del presidente municipal de San Juan Chamula, Chiapas, Domingo López González, de un síndico del municipio y de otras cinco personas, cuando atendían una protesta social en plena plaza municipal, así como el del presidente municipal de Pungarabato, Guerrero, Ambrosio Soto Duarte, son la mejor demostración de la impunidad que goza la ola de violencia que vivimos, alimentada por los bloqueos, los saqueos, los robos. En esa lógica, la violencia sólo puede ser alimentada con más violencia.
Lo de San Juan Chamula es un conflicto político donde intervienen distintos actores que cambian de bando con más facilidad que de ropas. Están involucrados priistas, verdes, zapatistas, católicos y evangélicos, y otros grupos que en realidad más que ideologías defienden intereses personales. Existe una larga historia de violencia en San Juan Chamula que en la última semana tuvo un episodio que podría haber desencadenado los asesinatos del sábado y de lo que habíamos escrito apenas el viernes pasado: la carretera Tuxtla- San Cristóbal, vital para la comunicación de Chamula, está bloqueada por grupos afines a la Coordinadora desde hace semanas. El miércoles pobladores de San Juan Chamula desalojaron el bloqueo con violencia. Ese mismo día, los de la Coordinadora regresaron a San Cristóbal y horas después, luego de que las autoridades habían retirado a los chamulas, se volvió a instalar el bloqueo.
En San Juan, un municipio históricamente priista, los líderes locales están divididos desde que el ahora asesinado presidente municipal, López González, para reelegirse, dejó el PRI para irse al Verde. En la zona, como dijimos operan zapatistas y existe una profunda intolerancia religiosa entre los católicos ultratradicionales de Chamula, otros grupos católicos más cercanos a la diócesis de San Cristóbal y evangelistas, y todos se reparten entre distintos grupos y partidos políticos. En realidad, muchas de estas luchas están basadas en el control de la venta de bebidas alcohólicas (el pox), refrescos y hasta de velas, que se disputan diversos caciques. Las expulsiones de indígenas de la comunidad por motivos religiosos son constantes y en ocasiones sirven, simplemente, para ocultar disputas por tierras.
Lo cierto es que un par de días después del desalojo de la carretera (un hecho tan violento como la forma en que la misma fue tomada) se da este enfrentamiento que termina con la muerte a balazos del presidente municipal, que se había opuesto, originalmente, a aquel desalojo del bloqueo. Hace mucho tiempo que San Juan Chamula es un polvorín, pero ahora con el aumento de la confrontación y la violencia en un marco de impunidad, el mismo puede estallar como ya lo hizo en 1994. Qué bueno que el gobierno de la entidad llame al diálogo y a evitar la confrontación, qué bueno que estén siendo detenidos algunos de los que participaron en el asesinato de López González, pero el problema va mucho más allá, porque tiene raíces estructurales que deben ser atendidas por autoridades federales y locales. Insisto: recordemos el 94.
En el caso del asesinato del alcalde de Pungarabato, Guerrero, lo que se pone de manifiesto es otra impunidad: la que gozan los grupos criminales en la Tierra Caliente. Llama profundamente la atención que Ambrosio Soto Duarte, de extracción perredista, contara con custodia de policías municipales y federales y que sin embargo fuera emboscado y asesinado por sicarios en Huetamo, en plena Tierra Caliente. No se ha explicado qué sucedió pero el hecho es que el presidente municipal murió y un par de agentes federales y otro de municipales quedaron heridos en la emboscada que por obvias razones tiene que haber sido realizada por fuerzas superiores a las policiales.
En Tierra Caliente, la lucha es política pero es, sobre todo, por el control de la producción de goma de opio. Y la impunidad sigue siendo, allí también, la norma.
Mientras tanto, una cifra oficial no puede menos que dejarnos profundamente preocupados: en el primer semestre del año, el número de homicidios culposos, de asesinatos, aumentó un 15 por ciento respecto al semestre anterior. Hubo en seis meses 10 mil 300 asesinatos en todo el país y la segunda mitad del año pinta peor aún.