25-08-2016 Decía Jorge Luis Borges que si “de algo era rico era de perplejidades y no de certezas”. El horizonte político, social, económico del país nos ha hecho ricos de perplejidades y nos quita muchas certezas. Veamos el México de hoy a través de Borges, el poeta que ayer hubiera cumplido 117 años, más recordado y más vigente que nunca.
“Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos”.
¿Cuántas veces lo hemos visto? ¿Cómo no coincidir con Borges cuando uno ve que Andrés Manuel López Obrador puede presentar su 3 de 3 y mentir descaradamente sobre sus ingresos y luego se nos explica que, en realidad, el hombre es tan desprendido de las cosas materiales que ni siquiera le prestó atención a lo que declaraba? ¿No termina pareciéndose a sus enemigos cuando reclama las declaraciones patrimoniales de Salinas, Zedillo, Fox y Calderón y no es capaz de presentar en forma verosímil (ya no digamos verídica) y completa la suya?
¿Qué tanto se parecen a su enemigo declarado los que condenan un plagio de una tesis juvenil escrita hace un cuarto de siglo y niegan un plagio descarado e inocultable publicado hace apenas un par de años y para colmo de un best seller estadounidense? ¿O no Denise Dresser y Jorge Volpi? Para ellos, lo de Peña es plagio, lo suyo, copiando y tropicalizando, como bien escribió León Krauze un libro de Jon Stewart, es una “inspiración”.
“El infierno y el paraíso me parecen desproporcionados. Los actos de los hombres no merecen tanto”.
Bueno, es verdad, a Borges nunca le entusiasmaron las religiones más que como objeto de estudio. Pero cuando uno observa cotidianamente la lucha denodada de ciertas personas por enviarnos a todos directamente al infierno, no puede menos que coincidir con el poeta. No deja de asombrarme la denodada lucha de la jerarquía de la Iglesia católica, y en particular del equipo del cardenal Norberto Rivera, en contra del matrimonio igualitario, pero sobre todo la forma soez, discriminatoria, con que esos hombres de la iglesia se refieren a las personas gays, lesbianas, transexuales. El vocero del arzobispado, Hugo Valdemar reaccionó en forma iracunda cuando se enteró que otro sacerdote de la misma curia, Álvaro Lozano, había osado recibir a representantes de ese movimiento, les había pedido perdón por la forma en que sectores de la iglesia se habían expresado sobre ellos y se había comprometido a que serían recibidos por el cardenal Rivera. Valdemar estalló: “no hay absolutamente ningún trato, ningún pacto, ninguna disculpa, ninguna retracción y ninguna reunión”. Al padre Álvaro, aunque sus palabras coincidan nada menos que con las del papa Francisco, le tocó ser enviado, junto con sus interlocutores, al infierno. Tiene razón Borges, los actos de los hombres no merecen tanto.
“Todas las teorías son legítimas y ninguna tiene importancia. Lo que importa es lo que se hace con ellas”.
El diálogo y la negociación están, sin duda, en el corazón de la teoría política: ¿cómo y hasta dónde dialogar? ¿en qué medida negociar, con quiénes? Lo que se ha vivido en los últimos cien días con la Coordinadora es una demostración palpable de los límites del diálogo y la negociación: no se puede, ni en la política ni en la vida, dialogar y negociar con quien no está dispuesto a hacerlo. El esfuerzo gubernamental en los últimos cien días ha sido un incesante ejercicio de diálogo que se convirtió en una sucesión de monólogos compartidos. Un ejercicio de buena voluntad política que no ha sido ni compensado ni retribuido. La CNTE no quiere negociar nada, quiere imponer, romper, debilitar. Agotada la vía de la negociación, hay que saber, ahora, que hacer con ella.
“Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón”.
La frase preferida de Borges, junto con aquella de que “no nos une el amor sino el espanto”. Por alguna razón ambas siempre me han parecido conectadas. Es verdad, el olvido es la única venganza y el único perdón. Pero ¿hasta dónde y cómo olvidar? ¿cómo compatibilizar ese sentimiento con lo que dice Milán Kundera “la historia es la lucha de la memoria contra el olvido”? ¿cómo olvidar para vengarse y perdonar al tiempo que se rescata la memoria?
Nuestra historia está plena de violencia, muerte, ajustes de cuentas y cíclicamente esa historia se repite, con distintos personajes pero con similares desenlaces. El 68 o el jueves de Corpus son estigmas que impiden, paradójicamente, que el estado de derecho se respete, que ayudan a que la ley se convierta en letra muerta, terminan siendo un pasaporte a la violencia de otro signo. Iguala no fue un crimen de estado, Tanhuato fue un combate, no una sucesión de ejecuciones extrajudiciales, en Nochixtlán las agredidas fueron las fuerzas de seguridad. ¿Cuánto tardaremos en vengarnos y perdonar el 68 para recuperar derechos y acabar con la impunidad?
“Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es”. Gracias Borges a tus 117 años.