12-09-2016 La frustrante visita de Donald Trump a México confirmó que este país no tiene claro qué hacer con la relación con Estados Unidos, más allá de que sea nuestro principal socio comercial, que el intercambio de bienes y servicios sea de un millón de dólares por minuto, de que tenemos millones de paisanos viviendo en la Unión Americana, de que no hay tema de seguridad, desde el narcotráfico hasta la lucha contra el terrorismo, en el que no tengamos que compatibilizar agendas y cooperar.
La indefinición comenzó hace quince años. Una semana antes de los ataques del 11 de septiembre de 2001, el entonces presidente Vicente Fox había realizado una exitosa visita de Estado a Washington, donde George Bush había presentado a México como “el principal socio de Estados Unidos”; Jorge Castañeda, tan activo en estos días de la visita de Trump, había presentado su propuesta migratoria que se dio en llamar “la enchilada completa”, que implicaba una absoluta vuelta de tuerca en la integración con Estados Unidos.
Pero los ataques del 11S dinamitaron la seguridad y la relación con México. Pese a que apenas una semana atrás en Washington se había hablado de profundizar la integración en todos los ámbitos, una vez producidos los ataques en Nueva York y Washington, el gobierno de México se pasmó, entre otras razones, por las diferencias entre Castañeda, entonces canciller, y el secretario de Gobernación, Santiago Creel. Castañeda había hablado el mismo 11S de un apoyo incondicional, Creel quería ser mucho más cauto, el presidente Fox no tomó una decisión y pasaron las horas, demasiadas, antes de que se tuviera una comunicación de alto nivel entre Los Pinos y la Casa Blanca sin ningún compromiso concreto. Eso generó una herida que no cerró entre ambos gobiernos, pese a que México cumplió posteriormente, y lo sigue haciendo hasta el día de hoy, con todas las peticiones de la Unión Americana en el tema de la seguridad interna y de la frontera ante las amenazas terroristas.
México era entonces miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y, como muchos otros países, había apoyado en las Naciones Unidas la intervención en Afganistán y luego una resolución para exigir a Irak indagar la existencia de armas nucleares del régimen de Saddam Hussein. Pero el presidente Bush ya había tomado la decisión, desde septiembre de 2002, de intervenir en Irak y derrocar a Hussein, en una coalición que contaba con el respaldo de Reino Unido y España, países que querían que esa intervención se diera, si era posible, con el respaldo del Consejo de Seguridad.
El canciller Castañeda era partidario de la intervención, de fortalecer la alianza con Bush. Cuando vio que esa posición no prosperaba presentó su renuncia, lo reemplazó Luis Ernesto Derbez, quien se alineó con el representante de nuestro país en la ONU, Adolfo Aguilar Zinser, partidario del no, como Creel, todavía en Gobernación. México decidió no apoyar a Bush, pero lo concretó de la peor forma posible. Bob Woodward cuenta en detalle cómo fue la ruptura. “El 21 de marzo de 2003, Tony Blair, el primer ministro británico, llamó al presidente norteamericano para informarse cómo estaban las cosas en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
“Si no tenemos los votos”, le dijo Bush, “lo damos por terminado”. Para el presidente norteamericano con la resolución anterior era suficiente.
“¿No lo intentarías una vez más?”, le preguntó Blair, refiriéndose a los votos clave de los presidentes Vicente Fox, de México, y Ricardo Lagos, de Chile.
“Por supuesto”, respondió Bush, “lo voy a hacer con mucho gusto”. Bush llamó a Fox: “Vicente, te insisto porque mañana va a ser la votación en la ONU. ¿Podemos contar con tu voto?”.
“¿Cuál es exactamente el contenido de la resolución?”, preguntó el mexicano.
“Vicente, ya hemos debatido este punto largamente. La seguridad de Estados Unidos está en juego. Quiero tu voto”.
“Fox le dijo”, cuenta Woodward, “que lo volvería a llamar, nunca lo hizo. Más tarde, durante la cena, Condoleezza Rice telefoneó a Bush para decirle que había recibido una llamada en la que le comunicaron que de ahora en adelante Luis Ernesto Derbez, ministro de Relaciones Exteriores de México, se haría cargo de la política mexicana porque Fox había tenido que internarse en el hospital para una operación de espalda”.
Bush siempre consideró la operación de Fox como una coartada para no dar personalmente una respuesta y ello acrecentaba las diferencias que habían nacido desde el 11S. La relación nunca volvió a recomponerse durante el gobierno de Fox, por eso, cuando en 2004 la administración Bush acabó con las restricciones para controlar la venta de armas de asalto, México no pudo ejercer ninguna influencia en Washington.
Tendría que llegar al gobierno Felipe Calderón para que las cosas cambiaran, pero ya el tema no era Irak, sino la guerra contra el narcotráfico. Mañana continuamos con esta historia.