30-09-2016 Miguel Ángel Osorio Chong ha marcado toda su gestión como secretario de Gobernación con el sello de la disciplina. Desde la campaña sabía que su cercanía, real, con Enrique Peña Nieto, no era la de la amistad o el compañerismo de quienes habían acompañado al mandatario en sus días de juventud o en su tránsito por el Estado de México. Osorio apostó a la disciplina y a una lealtad que incluyó, por ejemplo, no buscar, conscientemente, influir en decisiones sobre posiciones en el equipo gubernamental. Mientras, Luis Videgaray, por ejemplo, ocupaba posición tras posición en el gabinete y en el gobierno, Osorio prefirió replegarse y no tuvo control, incluso, de todas sus subsecretarías y durante meses tuvo en Gobernación oficinas ocupadas por funcionarios interinos en espera de una designación presidencial.
Osorio se ha hecho fuerte, por el contrario, con quienes más diferencias tuvieron con Videgaray, con muchos de los gobernadores, del PRI y de otros partidos. No buscó fortalecerse ocupando espacios en el gobierno federal sino fuera, y salvo casos muy específicos tampoco trató de intervenir en la designación de candidatos priistas, por eso los resultados del 5 de junio no lo tocaron.
Cuando se enfrentó a conflictos graves, como la fuga de El Chapo Guzmán presentó su renuncia al presidente Peña, quien no la aceptó, pero lo responsabilizó de recapturarlo y lo hizo. Antes, en el tema Ayotzinapa, pesó más la opinión del subsecretario Luis Miranda que la suya. Hoy Ayotzinapa parece ir camino a una irresolución histórica. Cuando fue atacado, inmediatamente después del incidente de la Casa Blanca, por la propiedad en la que vive, logró desmontar la acusación en horas. Cuando se enfrentó con el levantamiento de la Coordinadora nadie sabe qué negoció o a qué costo, pero lo cierto es que, salvo en Chiapas, las cosas parecen estar no sé si tomando su curso, pero por lo menos esos grupos han regresado a clases. Cuando se dio la visita de Trump no sólo advirtió que era un error, sino que propuso cargar con el mismo con tal de que el presidente Peña no recibiera personalmente al candidato republicano. Su propuesta fue desechada aunque luego, internamente, se reconoció el error.
Pero tampoco el presidente Peña se la puso fácil en esa coyuntura: cuando todos apostaban que con el cambio de José Antonio Meade de Sedesol a Hacienda para reemplazar a Videgaray, el secretario de Gobernación iría a Desarrollo Social, una dependencia mucho más amigable para buscar una candidatura presidencial que Gobernación, resultó que Osorio se quedó en Bucareli y quien llegó a Sedesol fue el subsecretario Luis Miranda, cercanísimo en todos los sentidos al presidente Peña. Ante eso, Osorio, con un brazo operador muy efectivo en Rosario Robles, la titular de Sedatu, y del propio Miranda, está tratando de articular una vía que sea a la vez política y social.
Osorio Chong lanzó hace una semana su primer spot, en redes sociales, de lo que, evidentemente, es un intento explícito de posicionarse hacia la candidatura presidencial priista. No es un gesto menor: primero, porque Osorio ha sido casi refractario a moverse como lo debería haber hecho alguien que busca la candidatura presidencial y tiene posibilidades reales de alcanzarla: apenas está comenzando a hacer los movimientos, los encuentros sociales, las giras, necesarios en esa lógica. Segundo, porque no los estaría haciendo sin tener autorización del presidente Peña.
Quien apostó desde el principio a no jugar por la libre no lo haría ahora.
Osorio para iniciar estos movimientos tiene que haber tenido luz verde desde Los Pinos y eso tiene relación directa con las encuestas serias que siguen mostrando que el secretario de Gobernación es quien está adelante entre los aspirantes priistas. No es el único pero el presidente Peña, quien lo mantiene bajo fuego en Gobernación, le ha abierto la posibilidad de comenzar a recorrer su propio camino.
Ese camino intentó transitarlo muchas veces Luis Videgaray; nadie dudaría que Aurelio Nuño se adelantó en el mismo aunque se vio frenado por la coyuntura educativa; José Antonio Meade sigue siendo para muchos sectores, no todos priistas, una opción vigente. Hay quienes no han dejado de ver como una posibilidad externa al gobierno federal a Manlio Fabio Beltrones. Hay gobernadores como Eruviel Avila que quieren transitarlo.
En ese contexto, Osorio se muestra como un priista disciplinado, de alguna forma tradicional, pero con un perfil propio que quiere capitalizar los espacios que quedan en su partido buscando desde una secretaría tan difícil y poderosa como Gobernación, la candidatura presidencial. Los dos últimos priistas que lo consiguieron (con personalidades y resultados finales tan diferentes, pero siguiendo una línea de disciplina interna similar a la que sigue ahora Osorio) fueron Luis Echeverría y Francisco Labastida.