27-10-2016 Los movimientos que anunció el presidente Peña en la PGR y en la Función Pública son de los más importantes que hará, entrados ya en el último tercio de su gobierno. Mucho se dice, y es verdad, que una de las mayores exigencias de la sociedad es acabar con la corrupción y la violencia, pero para ello se requise acabar con la impunidad. La impunidad con que se pueden utilizar recursos públicos y la que permite que apenas un 3 por ciento de los delitos denunciados terminen siendo castigados, con el agravante, lo estamos viendo todos los días, por ejemplo, en la Ciudad de México, de que los pocos delincuentes que son apresados y condenados, terminan siendo liberados una y otra vez. Y obviamente no sólo siguen delinquiendo, sino que se van elevando en la pirámide delincuencial. Otros han robado millones y suelen estar también en libertad.
El gran desafío es la impunidad y a acabar con ella tendrán que abocarse Raúl Cervantes y Arely Gómez. Son buenos cambios porque ambos tienen un perfil más adecuado para sus nuevas posiciones que las que detentaban o buscaban en el pasado inmediato. Cervantes más allá de su capacidad, será mejor procurador (y me imagino que futuro fiscal general de la república) que ministro de la Corte, aunque su aspiración era precisamente esa, tener un asiento en el máximo tribunal. Cervantes es un notable litigante pero también un muy buen político, un hombre que sabe tener mano firme y negociar, y hoy ese perfil lo requieren más la PGR y la futura Fiscalía que la Corte.
¿Qué se puede criticar del periodo, de transición, de Arely Gómez en la PGR? Básicamente dos cosas: la procuraduría fue demasiado contemplativa en casos como Ayotzinapa, donde había y hay elementos muy sólidos como para dejar de tener un lenguaje tan abstracto a la hora de deslindar responsabilidades, avalando lo que se tiene que avalar, que es la investigación que la propia PGR realizó sobre el tema. Y la segunda, quizás relacionado con ello, las divergencias que existieron en el accionar de la PGR con otras áreas del gobierno federal. Lo que no se puede poner en duda es la honestidad y transparencia con que se manejó Arely en esa posición.
Esas insuficiencias son las que harán fuerte a un hombre como Cervantes en la PGR y esas cualidades son las que harán de Arely una muy buena fiscal anticorrupción. Arely también tiene un perfil mucho más adecuado para esta nueva responsabilidad que para la PGR. La nueva fiscalía anticorrupción tendrá enormes responsabilidades y posibilidades de operación. Lo último que se requiere en esa posición es a alguien enfermo de protagonismo: basta echar una mirada a lo que ocurre en Brasil para comprender lo que sucede cuando la lucha contra la corrupción se entrelaza con la lucha por el poder y las ambiciones personales. Arely Gómez me parece más que capacitada para cumplir con esa labor, sin marearse por las responsabilidades ni querer convertirse en una figura protagónica. No lo ha hecho en el pasado, no lo hará ahora.
En el caso de Cervantes tendrá que trabajar muy duro para convertir a la PGR en una Fiscalía eficiente y confiable pero también para ponerla a la altura de sus nuevas responsabilidades: hay que mejorar los ministerios públicos, las policías investigadoras, adecuar la fiscalía al nuevo sistema de justicia penal. Para eso se requiere talento, capacidad y un estricto conocimiento de todo el sistema legal y judicial, pero también recursos e interlocución política.
Hace algunas semanas decíamos aquí que “la corrupción y la inseguridad, los dos principales males que aquejan a la sociedad mexicana, son islas del amplio archipiélago de la impunidad. Ella es la que convoca a los violentos y a los corruptos. Si el delito no se castiga, si hay orejeras ideológicas para definir quiénes son castigados y quiénes no, si la impunidad aparece como una constante para que distintos grupos políticos puedan hacer de la violencia y de la corrupción su forma de vida y su método de acción, no hay forma de encauzar por la vía de la civilidad los conflictos y diferencias”. Ese es el desafío que tendrán que enfrentar Raúl Cervantes y Arely Gómez en sus nuevas responsabilidades.
EPN y la segunda vuelta
Dijo el presidente Peña que la segunda vueltas sólo garantiza mayorías ficticias y que no es partidario de impulsar ese mecanismo cuando faltan apenas dos años para las elecciones. Es verdad, la segunda vuelta por sí sola genera mayorías ficticias, pero eso no quita que sin ella sólo existan minorías reales. Por eso cuando se habla de segunda vuelta hay que sumarlo a lo de gobiernos de coalición. La segunda vuelta garantiza mayorías reales cuando va de la mano con un acuerdo de coalición. Como dijo el presidente Peña se pueden lograr acuerdos legislativos como los que permitieron el Pacto por México, pero el Pacto, con todos sus beneficios, no alcanzó a transformarse en un programa o una coalición de gobierno. Eso es lo que garantiza mayorías reales.