09-11-2016 Hoy ya es el día después. Al momento de escribir estas líneas no sabemos todavía quién será el próximo president@ de Estados Unidos, pero si no sucede nada catastrófico ese papel lo jugará, por primera vez, una mujer, Hillary Clinton. No toda, pero sí la peor parte de la pesadilla llamada Donald Trump, quizás comience entonces a quedar atrás. Si el pueblo estadounidense enloqueció este martes y es Trump el elegido, este texto se autodestruirá en treinta segundos.
Pero sigamos creyendo lo que muestran las tendencias electorales y que es Clinton quien llegará a la Casa Blanca. El primer punto a considerar es que, pese a que algunos lo han minimizado y a que la vorágine discursiva de Trump ha logrado opacarlo, esta elección sí es un asunto de género: el que por primera vez una mujer llegue a la presidencia de EU es un hito en la historia y en el largo proceso de la búsqueda de la equidad de género. Incluso el que esa posibilidad esté siendo disputada por un tipo misógino, abusador, racista, como Trump es la mejor demostración de lo duro que es dar ese paso para una sociedad.
Barack Obama, que era un formidable pero poco experimentado candidato cuando ganó en 2008, fue el primer presidente afroamericano y para colmo con un nombre de orígenes musulmanes africanos. Aún así, Obama no recibió tantas agresiones como Clinton en ésta. Trump (el mismo que insistió durante ocho años que Obama no había nacido en Estados Unidos sino en África) la llenó de insultos cotidianamente e incluso prometió que la enviaría a la cárcel.
Contra Clinton trabajaron, además de los grupos de la derecha más recalcitrante de la Unión Americana, nada menos que el jefe del FBI, James Camey, el sistema de inteligencia del régimen ruso, la Asociación Nacional de Rifle y el Ku Kux Klan.
Se difundió y se logró imponer en los medios la idea de que Hillary era una pésima candidata. ¿Por qué? ¿porque es una profesional seria, porque no es un exponente del populismo en auge? ¿qué otra cosa podía hacer ante un personaje como Trump más que seguir con su programa y sus objetivos? ¿alguien cree que hubiera conseguido un mejor resultado subiendo al carro de la denigración mutua?
Es verdad que Hillary no tiene un carisma extraordinario pero resulta que tampoco lo tienen las otras mujeres que con enormes esfuerzo han llegado a esos niveles porque han tenido que desarrollar otras cualidades. Ayer decíamos y ojalá hoy se haya convertido en una realidad que si gana Clinton tendremos un mundo, en muy buena medida, gobernado por mujeres: Hillary en la Casa Blanca, Teresa May al frente de la Gran Bretaña, Angela Merkel canciller de Alemania, la economía global controlada por Janet Yellen en la Reserva Federal y por Christine Lagarde en el FMI. Ninguna de ellas es carismática, todas con sus distintos orígenes e historias, con posiciones políticas que se pueden compartir o no, han tenido que abrirse paso con su trabajo y esfuerzo, no lo hicieron modelando ni por sus atributos corporales, sino por una inteligencia y formación formidables y eso es lo que han puesto profesionalmente sobre la mesa para poder llegar a donde han llegado. A ningún hombre se le exige tanto y qué mejor demostración de los Silvio Berlusconi o los Donald Trump para confirmarlo.
Gane quien gane, la de Estados Unidos ha sido una elección de género, y que bueno que así haya sido. Ha sido una elección donde se ha tenido que elegir entre una mujer inteligente, empoderada y talentosa y el populismo tribal de Donald Trump e incluso el supuestamente progresista de Bernie Sanders. Quienes dicen que Clinton fue una mala candidata olvidan el dramático peso de los votos femeninos en su favor, sin los que Trump hubiera ganado con facilidad. Olvidan también que una mayoría de hombres votaron por Trump y su discurso misógino simplemente porque no querían una mujer en la Casa Blanca. Tan machista sigue siendo la política que una de las grandes preocupaciones de los medios es saber cómo le dirán a Bill Clinton, si primer caballero o si se encargará de organizar cenas de estado, cuando su mujer llegue a la Casa Blanca.
Sí, esta elección en la Unión Americana es también una decisión entre una mujer que representa en buena medida la política tradicional y quienes rechazan a los políticos, hartos de ellos, y prefieren a un personaje como Trump para castigarlos. Pero esa decisión es también sobre alternativas reales y democráticas, de libertades y equidad de géneros y orígenes contra un populismo que miente, insulta y agravia por sistema, entre una opción integradora o una aislacionista y autoritaria.
Es el fantasma, el dilema que recorre las democracias occidentales, que asume diferentes rostros e incluso etiquetas políticas pero que sigue siendo lo que tarde o temprano debemos decidir como sociedad: entre la racionalidad y el pluralismo, o el populismo autoritario. No sabemos aún cómo terminó la elección estadounidense, pero ojalá haya concluido con millones gritándole a Donald Trump ¡¡you’re fired!!