2018: voto antisistema y la coalición
Columna JFM

2018: voto antisistema y la coalición

06-12-2016 Para mi amiga y colaboradora Gloria Shein, con un abrazo solidario por el fallecimiento de su padre

 

Todas las encuestas muestran que difícilmente tendremos un ganador en los comicios del 2018 que supere poco más del 30% de los votos. Y esas elecciones tendrán cuatro o cinco candidatos competitivos. Las mismas encuestas muestran que, hoy, esa lucha está entre Andrés Manuel López Obrador y Margarita Zavala, que en el PRI, Miguel Ángel Osorio Chong parece un candidato inamovible, que en el PRD irá Miguel Ángel Mancera, aunque para mucha gente existe aún la expectativa de una alianza PAN-PRD e incluso algunos piensan en una alianza PAN-PRI.

La mayoría de los analistas sigue pensando que el voto por López Obrador hegemonizará el voto antisistema y siguen equiparándolo con Donald Trump. Sin duda, Andrés Manuel quiere ser el voto antisistema: la definición de que todos los que no están con él (desde políticos hasta empresarios, pasando por comunicadores) son parte de “la mafia en el poder” es una generalización que busca ayudarle en esa lógica. Por eso mismo tampoco quiere ir aliado con nadie a las elecciones estatales: no le alcanzó para ganar en Veracruz o el año próximo en el Estado de México, pero sí para posicionarse. Su objetivo es el 2018.

Con todo, el propio López Obrador ha tenido que moderar su discurso, porque los márgenes del voto antisistema en México no están bien definidos: para López Obrador el triunfo de Trump no genera problema alguno, que se vaya Carstens tampoco pero, al mismo tiempo, dice que no tendrá ni aviones ni helicópteros, todos los traslados los hará por tierra, no tendrá custodias, esas son barbaridades, pero lo que quiere decir es que el único problema que tiene México es que él, aún, no es presidente. No es el voto antisistema, sino el voto populista.

Sus adversarios, todos, están apostando a otras cosas: Zavala (y lo mismo Anaya y Moreno Valle) quieren llevarse el voto antipriista, pero también aglutinar el que es claramente antilopezobradorista. Para el PRI, el voto tendrá que ser el de su aparato político con la tarea muy compleja de resucitar las expectativas. Mancera, y me imagino que el resto del PRD, aunque algunos preferirían irse con Morena y algunos más aterrizar una alianza con el PAN, quiere formar un polo progresista pensando a futuro y asumiendo que la política de Morena no incluye esa agenda. Y puede haber uno o dos independientes, que serán los que realmente apuesten al voto antisistema.

Van dos elecciones presidenciales consecutivas en que López Obrador ha perdido porque el umbral de sus votos es menor que el del rechazo que genera. Hoy el escenario es diferente: en los comicios de 2006 y 2012, el voto se polarizó entre dos contendientes. En el 2018 habrá por lo menos cuatro o cinco candidatos competitivos, eso hará más difícil la polarización, pero también dañará el voto pro AMLO: ya sea el PRD o los independientes le restarán votos. Una hipotética alianza PAN-PRD podría ser muy difícil de derrotar para Morena. El PRI tendrá por lo menos un piso en el cual apoyarse y desde donde tratar de relanzarse.

Pero después de los comicios habrá que gobernar y con esa distribución del voto ninguno estará en condiciones de hacerlo con plena legitimidad y con la posibilidad de sacar adelante una agenda legislativa. Y la propuesta que presentó Manlio Fabio Beltrones para tener gobiernos de coalición y, si es necesario, segunda vuelta, sigue siendo la más viable de contar con ello, tanto que ha sido impulsada en el Congreso poblano por el gobernador Moreno Valle.

La propuesta es sencilla: si alguien saca más del 42% de los votos forma gobierno en solitario. Si el ganador saca menos del 42% de los votos debe conformar una coalición política y legislativa en menos de un mes para presentarla al Congreso y gobernar con base en ese programa y coalición. Si lo logra, algo bastante factible, entonces forma gobierno. Si no puede hacerlo, 60 días después de los comicios originales se realiza una segunda vuelta entre los dos primeros que pueden (deberían) acreditar sus respectivas coaliciones electorales para competir. Si un partido no desea coaligarse no está obligado a hacerlo. El ganador de esa segunda vuelta formaría gobierno.

Es una magnífica combinación, como hemos dicho en otras oportunidades, porque mantiene un sistema presidencialista con mecanismos parlamentarios sólidos. Y sobre todo porque permitiría formar gobiernos más amplios, con mayor base social y política y que podría sacar adelante una agenda legislativa.

Hay que legislar sobre ello. Y también acabar con aberraciones como la decisión del INE contra Moreno Valle, al que le prohíben hablar de su gestión, de su persona y de sus aspiraciones cuando otros lo hacen cotidianamente, con recursos públicos y sin que el INE levante siquiera una ceja. Nuestro sistema electoral cruje desde la reforma del 2007. Hoy las grietas y la inequidad son más visibles que nunca.

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