05-01-2017 Es una de esas cartas que se juegan a todo o nada. Luis Videgaray regresa al gabinete como canciller y responsable de una tarea que se antoja titánica: recuperar la relación con Donald Trump, renegociar el Tratado de Libre Comercio y, al mismo tiempo, salvaguardar a nuestros connacionales de la ola xenófoba que azota a buena parte de la sociedad estadunidense, no sólo la que votó por Trump.
Y lo hace, por lo tanto, como precandidato presidencial con posibilidades tan amplias como los resultados que obtenga en su encomienda. Por eso su labor tiene un límite claro: este 2017, y particularmente ese plazo hasta agosto que el propio Trump puso como fecha para que queden definidos los términos de la renegociación, la ampliación o los acuerdos paralelos (como se los quiera llamar) del TLCAN.
Desde el pasado 14 de noviembre decíamos en este espacio que no había otro interlocutor de alto nivel en el gobierno mexicano con Trump diferente a Luis Videgaray. Quedaba por definir desde qué posición lo haría, pero luego de la apuesta que la canciller saliente Claudia Ruiz Massieu (despedida con afecto y reconocimiento por Peña) había hecho por Hillary Clinton, era evidente que esa labor tendría que hacerse desde la propia cancillería. Señales de que la relación no podía tratar de reconstruirse sin cambios drásticos hubo muchas: por primera vez en años no habría ningún encuentro entre un presidente entrante de México o de Estados Unidos antes de la toma de posesión; las presiones de Trump sobre México no se detuvieron luego de la campaña electoral; el equipo del Presidente electo es una mezcla de millonarios profundamente proteccionistas y de militares de línea dura. La decisión de Ford —que había trascendido desde tiempo atrás, pero anunciada apenas el martes— de cancelar la inversión en su nueva planta en San Luis Potosí por mil 600 millones de dólares fue la demostración de que se había llegado a una situación límite.
Pero la decisión de Videgaray estaba tomada desde tiempo atrás, antes incluso de las vacaciones navideñas. Por esa razón la tradicional reunión de embajadores y cónsules que se realiza los primeros días del año había sido pospuesta para la próxima semana. Será Videgaray quien fije las nuevas líneas de la política exterior del país que implicarán, también como hace un cuarto de siglo cuando se negoció el TLC, adecuaciones internas importantes. En su intervención, el presidente Peña indicó que Videgaray deberá, entre otros temas, atender la relación con EU en términos de seguridad, comercio e inversión.
Videgaray tiene las condiciones y las conexiones para establecer una buena relación con Trump. Fue en el momento más bajo del magnate en la campaña cuando recibió la invitación para visitar México y lo hizo a través de una negociación que realizó Videgaray con el yerno de Trump, Jared Kushner, esposo de Ivanka, y ambos, Jared e Ivanka, los dos personajes más influyentes, más cercanos a Trump. No es verdad que esa influencia se haya perdido porque ninguno de ellos tiene, hasta ahora, una posición en el próximo gabinete: son y seguirán siendo, con cargo o sin él, las personas que más escucha Trump. Y desde el llano (es un decir, porque nunca dejó la relación política con Peña) Videgaray siguió alimentando esa relación con Kushner.
Ya lo hemos dicho muchas veces en este espacio, el objetivo real del gobierno de Trump es China, pero para enfrentar una guerra comercial con el gigante asiático Trump requiere reacomodar sus alianzas estratégicas. Si en su momento Nixon usó las relaciones con China para enfrentar a la Unión Soviética en plena Guerra Fría, ahora Trump intentará usar a Rusia en su enfrentamiento comercial con China. Pero para eso México (y también Canadá) deberá jugar un papel importante. Hacerlo sin perder más de lo que se gane es el verdadero desafío para los próximos meses.
Para que todo eso avance se requiere una agenda interna que permita tener estabilidad y coherencia. Será difícil hacerlo en un periodo preelectoral, con fuerzas, incluyendo el PRI, tan encaminadas hacia el 2018, y sin tomar medidas internas que tengan efecto real. Para eso es decisivo recuperar la seguridad y golpear, sobre todo, la producción de heroína que está causando una oleada de muertes por sobredosis en la Unión Americana (más de 13 mil en 2016), lo que será un punto clave en la relación con Trump. Y se requerirá, también, sensibilidad económica, política y social, misma que en muchas ocasiones parece estar ausente. En síntesis, habrá que sacar de su zona de confort a buena parte del equipo gubernamental.
COHERENCIA EN CULTURA
Si existían consensos tan amplios de que Rafael Tovar y de Teresa había realizado un buen trabajo en Cultura, la lógica exigía darle continuidad a esa labor. Así será con la llegada, bien recibida, de María Cristina García Cepeda a la Secretaría de Cultura. Es una línea de continuidad, pero, sobre todo, de coherencia.