16-01-2017 Mientras yo combatía a Javier Duarte y a Fidel Herrera, Andrés Manuel López Obrador negociaba con ellos. Eso escribió el gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Linares en redes sociales esta semana.
Y es que antes, López Obrador había acusado a Yunes de “transar” con el presidente Peña, porque había desistido de hacer la revelación que “cimbraría” México, como había prometido en el periodo de transición. Yunes le contestó a López que en la democracia y el Estado de Derecho el que acusa debe presentar pruebas, le exigió que lo hiciera y le reviró que lo único que sí estaba probado es que López Obrador vive del presupuesto.
Yunes Linares no es un político que pueda ser intimidado fácilmente. La catarata de acusaciones y difamaciones que le echaron encima Herrera y Duarte durante sus periodos de gobierno fueron inconmensurables, pero siempre reviró y terminó ganando la gubernatura. Por otra parte, tiene razón en por lo menos dos cosas: en las pasadas elecciones veracruzanas, hubo una negociación entre el gobierno de Duarte y Morena para levantar los votos de ese partido, tratando de golpear la alianza PAN-PRD que encabezaba Yunes. Eso no impidió que la alianza ganara la elección de gobernador pero Morena creció tanto que casi deja al PRI en tercer lugar y según las encuestas locales, para los muy importantes comicios de junio, donde ser renovarán las presidencias municipales, la disputa estará entre el PAN, con o sin alianza, y Morena, con un PRI evidentemente disminuido.
También tiene razón Yunes cuando dice que López Obrador vive del presupuesto: su partido, Morena, recibe 400 millones de pesos anuales de prerrogativas, sólo en el ámbito federal.
Pero más allá de eso, las acusaciones contra Yunes confirman que López Obrador ya ha identificado al PAN como su enemigo para el 2018. En las últimas semanas López Obrador ha sido, digamos que indulgente, ante el próximo gobierno de Donald Trump y ha propuesto hacer un gran acuerdo de transición hacia el 2018, con él en Los Pinos como objetivo final. Incluso ha anunciado una suerte de amnistía para quien haya cometido delitos en esta administración, pero se ha lanzado con todo contra Margarita Zavala, contra el PAN en general y ahora contra Yunes.
Y es que López Obrador lee las encuestas y lo que hoy ve es que su principal rival es Acción Nacional. Por eso mientras le ofrece acuerdos de transición al gobierno (y también muestra que existen fuerzas cercanas a él que pueden desestabilizar el país) ha puesto en su mira al blanquiazul.
El problema es que pareciera que el principal enemigo del PAN, por lo pronto no es López Obrador, sino el propio PAN. En Coahuila donde tiene enormes posibilidades de ganar los comicios el enfrentamiento entre Guillermo Anaya y Luis Fernando Salazar (que no es verdad que sea simplemente una lucha entre calderonistas y no calderonistas, porque hay de los dos en el entorno de cada candidato) está poniendo en entredicho la unidad partidaria y el hipotético triunfo electoral. Algo similar ocurre en el estado de México, donde no sólo parece haberse caído la alianza PAN-PRD que les hubiera dado la gubernatura, en el marco de una feroz lucha interna entre líderes locales.
La capacidad de operación del CEN de Ricardo Anaya parece disminuida para afrontar ambos procesos. Y por eso en el PAN los gobernadores surgidos de ese partido serán un factor de decisión cada día más importante. Son los que tienen poder real, recursos y capacidad de influencia y apoyo en los distintos comicios. Y de esos, sin duda, uno de los más poderosos es Yunes, con el agregado de que en 2017 y 2018 habrá elecciones locales en Veracruz.
No se equivoca López Obrador en poner a Yunes y al PAN como enemigos a vencer. Pero el que se lleva se aguanta porque cuando los gobernadores panistas comiencen a poner en la mira al candidato de Morena, tampoco lo tendrá fácil.
Gerónimo en Washington.
Los primeros movimientos que ha hecho Luis Videgaray en la cancillería son acertados. En primer lugar el hombre de mayor confianza de Videgaray, Abraham Zamora, dejará Banobras para ser jefe de la oficina del secretario. Zamora ha demostrado ser un funcionario muy talentoso y es la mano derecha de Videgaray. Es también una buena decisión, para muchos sorpresiva, la de Gerónimo Gutiérrez en la embajada de Washington. Más allá de que fue subsecretario para América del Norte con Luis Derbez (y también subsecretario de gobernación con Calderón), Gerónimo ha estado en una posición privilegiada para comprender la relación bilateral. Ha sido durante los últimos años el director gerente del Banco de Desarrollo para América del Norte (BDAN), con sede en San Antonio, Texas, una pieza poco conocida pero clave para la implementación del TLC.
También es un acierto conservar a Carlos Sada Solana, que deja la embajada para convertirse en subsecretario para América del Norte. Nadie conoce mejor que Sada el trabajo consular y con nuestros migrantes en Estados Unidos y Canadá.