21-02-2017 Ayer el presidente Peña realizó un ejercicio que no había hecho en todo su sexenio: se sentó con una treintena de comunicadores de los más diversos medios para explicar cuáles fueron las razones que estuvieron detrás del llamado gasolinazo y cuáles son las políticas que seguirá el gobierno federal en torno al precio de la gasolina.
Me llama profundamente la atención que este tipo de encuentros no se hayan realizado antes, por ejemplo en los días anteriores al aumento de las gasolinas en los primeros días de enero. Por varias razones, primero porque el presidente Peña cuando mejor comunica es en corto, de cerca, en este tipo de encuentros. Y durante mucho tiempo estuvo demasiado lejos: en mítines, actos, mensajes televisivos que no tienen la misma penetración. Bienvenido el ejercicio: ayer estuvo bien, explicó con precisión las cosas y dejó en claro un escenario donde la decisión de establecer los precios de las gasolinas en torno a los alcances del propio mercado, resultaba responsable y con una lógica que, la verdad, ninguno entendimos en los primeros días de enero, en medio del maremoto que se vivió en aquellos días.
Y tan interesante como ello es la salida que desde el viernes dio a conocer la secretaría de Hacienda. Congelar precios no era posible ni deseable: vivimos un entorno de incertidumbre en el cual ni el precio del petróleo (y por ende el de las gasolinas) ni el del dólar son previsibles pero cuyo principal factor de incertidumbre se llama Donald Trump. No es lógico entonces establecer un precio fijo de las gasolinas, pero sí se puede determinar un marco donde ese precio pueda de alguna forma flotar entre alzas y bajas sin golpes mayores al precio final.
En los hechos la fluctuación se estima que será de entre 0 y tres centavos diarios, hacia arriba o hacia abajo, de acuerdo a cómo se manejen las distintas variables. Eso permitirá tener un precio relativamente estable en un marco de mercado abierto que lo será más en la misma medida en la que avance la apertura y la competencia interna en el sector.
Es una buena salida, similar a la que se tiene hoy en día, por ejemplo, con el dólar, que permite tener liberalizado los precios al mismo tiempo que se evitan fluctuaciones dramáticas en una época marcada por la incertidumbre. La opción era mantener fijo el precio de las gasolinas, hipotecando con ello el gasto público por la magnitud del subsidio necesario para ello. Se optó por la liberalización aplicando una serie de mecanismos que permitieran esa flotación que podría llamarse acotada.
En ese contexto hubo varios otros puntos destacables en la plática con el presidente Peña. Uno es algo en lo que hemos insistido desde hace años: no se necesitan nuevas refinerías en el país, mucho menos las seis que se proponen: su costo sería altísimo y el beneficio nulo. En realidad desde hace décadas no se construyen nuevas refinerías en el mundo, salvo en la región de Asia Pacífico por las exigencias del desarrollo chino. Lo que se hace es reconfigurar las refinerías actuales, lo mismo que las generadoras de energía. El precio de la gasolina, refinado el crudo en Houston o en México, es el mismo pero la diferencia son los miles de millones de dólares que costaría construir nuevas refinerías en territorio nacional. Hoy tanto el gas como la gasolina transitan por ductos que cruzan de un lado al otro la frontera, y ello es parte de la integración regional e industrial.
Otro punto importante que se abordó es el de la relación con la administración Trump. No hay una negociación paralela ni tampoco se ha avanzado seriamente en la misma fuera de los cauces institucionales. Como dijo el propio presidente Peña no hay nada en ese sentido. Primero, porque en torno a la negociación respecto al TLC, la propia administración Tremp tiene que esperar por lo menos 120 días a escuchar la opinión del congreso sobre la posibilidad de reabrirla, y segundo porque no parece haber opiniones homogéneas al respecto. Lo ideal, dijo Peña Nieto, es que esa negociación se diera rápido, sobre puntos concretos y que no sobrepasara de junio a diciembre próximos. Pero no hay nada concreto, lo cual es una de las señales de incertidumbre de la coyuntura y una más de las razones para dejar flotando el precio de las gasolinas. Con un dato secundario pero que fue un comentario del propio Peña Nieto: el TLC podría tener incluso otro nombre, porque el actual no gusta en la nueva Casa Blanca.
Finalmente uno de los anuncios más importante, por lo menos en términos de coyuntura y estabilidad, es que Agustín Carstens, el gobernador del Banco de México, podría quedarse en esa posición no hasta junio como se había informado, sino hasta noviembre, precisamente para enviar una señal de congruencia y continuidad en las políticas financieras del país. No es un dato menor, al contrario, es una forma de fortaleza interna de cara al proceso de negociación con la administración Trump.