El difícil oficio de conceder
Columna JFM

El difícil oficio de conceder

Mientras Marcos no dialoga con la Cocopa, ni con el comisionado para la paz, don Luis H. Álvarez, se ha dado tiempo para ser entrevistado por Ponchito, el célebre personaje de Andrés Bustamante. Ayer jueves trascendió que don Luis anunciaría que, hasta que no hubiera señales del zapatismo no habría, de parte del gobierno federal, más acciones de distención. Probablemente el retiro de posiciones militares en el ejido Roberto Barrios haya sido un punto de no retorno: esa es una posición estratégica para el ejército en términos de control sobre la zona zapatista, pero también de resguardo de fronteras y de control del tráfico de drogas, armas y gente.

Mientras Marcos no dialoga con la Cocopa, ni con el comisionado para la paz, don Luis H. Alvarez, mucho menos con las autoridades federales y ni siquiera con el gobernador de Chiapas, Pablo Salazar Mendiguchia, el subcomandante se ha dado tiempo para otorgar varias entrevistas, la mayoría de ellas con interlocutores cercanos, e incluso aceptó ser entrevistado por Ponchito, el célebre personaje de Andrés Bustamante, lo que debe haber abierto muchas esperanzas en televisa de que en el próximo zapatour, Guillén, como han vuelto a llamarlo en el ámbito gubernamental, con o sin máscara, pueda ser el invitado estelar de Adal Ramones.

La actitud del subcomandante ha generado más que molestia en el primer equipo gubernamental que aceptó un costo, concediendo buena parte de las demandas zapatistas para tener como respuesta sólo el silencio. El miércoles en la noche había trascendido que ayer jueves, don Luis H. Alvarez anunciaría que, hasta que no hubiera señales del zapatismo no habría, de parte del gobierno federal, más acciones de distensión. Parecía lógico porque, como están las cosas, es por lo menos difícil, avanzar más y llegar a lo que reclama Marcos no para firmar la paz, sino para sentarse a negociar.

Desde el mismo primero de diciembre dijimos que la decisión del presidente Fox era bien intencionada pero que constituía un error de estrategia el mover tropas, enviar iniciativas legales, liberar presos, sin ponerle al zapatismo ni una sola condición. Este las puso y son demasiado altas para que el gobierno federal pueda cumplirlas sin recibir nada a cambio: como ya hemos dicho, el retiro de posiciones militares se ha dado con el disgusto de muchos mandos, mismo que no pasó a más por la disciplina que mantienen hacia el general Ricardo Clemente Vega, un secretario de la Defensa que piensa en términos militares pro también políticos. Así y todo, probablemente el retiro de Roberto Barrios (el mismo ejido fronterizo donde tenían su sede en los días anteriores a la rebelión del primero de enero del 94, los mandos zapatistas y los lugartenientes de Joaquín El Chapo Guzmán), haya sido un punto de no retorno: esa es una posición estratégica para el ejército en término de control sobre la zona zapatista, pero también de resguardo de fronteras y de control del tráfico de drogas, armas y gente en esa región de la frontera con Guatemala. Es verdad que no ha habido, en términos estrictos, retiro de tropas en Chiapas, que lo que tenemos es lo que los mandos militares denominan un “reposicionamiento”, pero también lo es que evidentemente se ha abierto un espacio de facto donde el control público ha quedado más en manos zapatistas que del Estado mexicano. Y eso nunca causará buen sabor de boca en los sectores militares.

Tampoco se pueden liberar los más de cien presos que el zapatismo señala como suyos. Algunos, sin duda, son o pueden ser considerados presos de conciencia, pero otros definitivamente no: hay allí acusados y condenados por asesinatos y violaciones cuyos procesos en el mejor de los casos, podrían ser revisados para ver si tuvieron un juicio justo: no pueden ni deben ser liberados, sea cual fuere el crimen que cometieron, por el simple hecho de que los zapatistas los reclamen como hombres suyos. Exagerando, sería como si el PRI chiapaneco, para negociar con el gobernador Pablo Salazar, pusiera como condición que se liberara a los acusados de encabezar la masacre de Acteal. Nadie estaría de acuerdo con ello y esos asesinos también tuvieron una justificación política y religiosa.

Finalmente tampoco se puede avanzar más, desde el Ejecutivo, respecto a la ley de derechos y cultura indígenas. Primero, porque los partidos no parecen estar demasiado de acuerdo en aprobar, tal cual, la iniciativa de aquella vieja Cocopa y enviada casi sin cambios por el presidente Fox al Congreso el primero de diciembre. Segundo, porque se está generando un fenómeno que causa y causará muchos conflictos: existe, sobre todo en el PRD, la tendencia a identificar al EZLN como el representante o la voz de los pueblos indígenas de México y eso, evidentemente, no es así. Son ya muchos los representantes de comunidades indígenas que nada tienen que ver con el zapatismo, con sus reivindicaciones o con las demandas de las comunidades chiapanecas que sí representa el EZ, que están exigiendo tener voz propia en el debate y que no terminan de aceptar, ellos tampoco, los términos en los que está redactada esa iniciativa de ley. Incluso, el diputado perredista Héctor Sánchez, líder de la COCEI oaxaqueña, con fuerte influencia en distintos grupos indígenas, tuvo que levantar la voz para señalar que los zapatistas no tienen esa representatividad que algunos dirigentes de su partido quieren darle.

En otras palabras: lo lógico hubiera sido que escucháramos ayer a don Luis decir que, hasta que no haya señales concretas de parte del zapatismo, el gobierno federal no se movería de sus posiciones y acciones actuales. Pero algo ocurrió, quizás fueron las encuestas, públicas y privadas, que siguen mostrando un alto índice de popularidad para Vicente Fox, y la tentación de dirimir de una vez por todas con Marcos a ver cuál de los dos puede ganar las simpatías populares (según María de las Heras en una guerra convencional se dispararían armas, pero un combate con una guerrilla como la zapatista tendría que realizarse disparando encuestas), lo cierto es que el mensaje de Luis H. Alvarez resultó la continuación de la estrategia anterior, incluyendo un respetuoso pedido (que no exigencia) al EZLN para que, antes de iniciar el zapatour, se sentara, en un “encuentro discreto”, con la Cocopa o el ejecutivo para establecer las condiciones en las que se realizaría la marcha. Todo ello condimentado con declaraciones sobre derecho de tránsito y de libre expresión de las ideas.

No habría que descartar, tampoco, que esta decisión de Fox se haya producido para evitar un reclamo de su propio partido, el PAN, por la estrategia implementada en Chiapas. Ello porque hoy se reúne el Consejo Político del PAN y es evidente que en el blanquiazul no están de acuerdo con esa estrategia. No sólo por las declaraciones públicas sino y sobre todo, por las pláticas privadas: Fox puede distanciarse de algún dirigente del PAN pero no puede tener a don Luis H. Alvarez como comisionado de paz, (dejado de lado e ignorado por Marcos) y desechar las opiniones críticas que sobre el tema tienen algunos de los más cercanos hombres al propio don Luis, como Diego Fernández de Cevallos, Ricardo García Cervantes o Felipe Calderón Hinojosa, quienes, al igual que la mayoría de la bancada panista en ambas cámaras, no parecen estar en nada de acuerdo con aprobar, tal como está, la iniciativa de derechos y cultura indígena avalada por el ejecutivo. Recordemos que, desde hace tres años hay una iniciativa de ley que presentó el PAN sobre el tema y a la que no puede renunciar en forma íntegra sin incorporar siquiera alguno de sus puntos en la ley que finalmente sea aprobada. Es más, si bien públicamente no hubo expresiones de apoyo, muchos panistas del ala doctrinaria no vieron nada mal la rudeza del gobernador de Querétaro, Ignacio Loyola sobre el tema: lo hizo con torpeza pero les gustó que alguien le plantara cara al subcomandante: que Loyola tenga tanta cercanía con Fernández de Cevallos no deja de ser un dato significativo.

Lo cierto es que Vicente Fox adelantó una posición muy dialoguista ayer para evitar tener un endurecimiento partidario el día de hoy, que terminaran debilitando su posición. Siguiendo con las metáforas futboleras del actual gobierno, habría que decir que el balón ha sido enviado nuevamente al campo zapatista: a ver si éstos deciden contestar o, como hasta ahora, simplemente ignorarlo y seguir jugando, solos y con sus aliados, su propio juego y utilizando, para colmo, todos los balones que les han enviado desde el campo gubernamental.

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