Bush recupera la memoria, pero sólo la de corto plazo
Columna JFM

Bush recupera la memoria, pero sólo la de corto plazo

Anoche tiene que haber llegado el presidente George Bush a Mérida. Pero ¿aún puede esperarse algo de la presidencia de Bush en relación con nuestro país?. La respuesta es compleja porque, por una parte, existen condiciones que podrían parecer idóneas para avanzar en ciertos acuerdos relacionados con la migración, el comercio y la seguridad, pero por la otra, Bush parece ser un mandatario tan débil, tan alejado de la verdadera agenda de América latina, que quizás no tenga ni la voluntad ni las posibilidades de llegar a esos acuerdos.

Anoche tiene que haber llegado el presidente George Bush a Mérida. Pero ¿aún puede esperarse algo de la presidencia de Bush en relación con nuestro país?. La respuesta es compleja porque, por una parte, existen condiciones que podrían parecer idóneas para avanzar en ciertos acuerdos relacionados con la migración, el comercio y la seguridad, pero por la otra, Bush parece ser un mandatario tan débil, tan alejado de la verdadera agenda de América latina, que quizás no tenga ni la voluntad ni las posibilidades de llegar a esos acuerdos.

¿Por qué después de más de seis años de mandato el presidente Bush viene a México?. Por muchas razones. Paradójicamente, la más probable es la que debería ser la más superflua pero sabemos que el factor humano siempre es clave en ciertas cuestiones políticas. La llegada de John Dimitri Negroponte como subsecretario de Estado, ha servido, por lo menos, para colocar en la agenda de la Casa Blanca una región que había sido abandonada desde el 11-S. Negroponte, un hombre que fue embajador en México durante todo el proceso de negociación del TLC y que antes había estado en Colombia y Honduras, estuvo a cargo de la administración estadounidense en Irak y luego de todos los servicios de inteligencia estadounidense, sabe que la región está fuera de control y que la influencia de Estados Unidos en ella hoy es más débil que nunca antes. Si a eso sumamos el fuerte activismo de Hugo Chávez para crear un frente antiestadounidense con aliados que van de Cuba a Irán, se podrá comprobar la magnitud del desafío (y del abandono).

En realidad no se trata de analizar si Chávez es o no un buen mandatario. Muy probablemente su gestión terminará siendo un desastre histórico, pero mientras tanto, va adelante con su diplomacia petrolera, colocando frente a cada relación política, cada elección, cada coyuntura, su chequera, comprando voluntades e impulsando su propia agenda. Y ello se aplica por igual a Cuba que a Argentina, a Bolivia o a Ecuador. Y en ese sentido, Chávez está siendo mucho más exitoso que Bush. El mandatario estadounidense habló en su gira de la generosidad de su país, pero ello no lo hemos visto: simplemente, en esta gira, hasta ahora, lo único que parece ser significativo es el acuerdo con Brasil para la producción de etanol y ello no implica, tampoco, grandes inversiones en la potencia sudamericana. Mientras tanto, sea o no racional, Chávez promete construir un oleoducto que vaya desde las costas venezolanas hasta Buenos Aires, cruzando el Amazonas, compró miles de millones de la deuda externa de Argentina, financió campañas y compró desde plantas de energía atómica hasta petroquímicas en desuso. A muchos mandatarios sudamericanos (o de Centroamérica y el Caribe), Chávez puede resultarle intolerable, pero, en estas épocas ¿cuáles será el país que le diga que no a un presidente que se ofrece a prácticamente regalarle el petróleo que utiliza su país?

No decimos que Bush tendría que venir con la cartera dispuesta a financiar lo que se le ocurriera a los países que visita o a sus socios comerciales, pero se le debería exigir, por lo menos, un poco de sensibilidad respecto a lo que ocurre en la región. La oferta que trae de unas decenas de millones de dólares para fomentar el aprendizaje del inglés suena casi cómica en este contexto. Y no hay, por lo menos no hasta el día de hoy, mucho más.

Para México, como lo fue este fin de semana para Colombia, el tema es particularmente delicado, porque el nuestro es uno de los principales socios comerciales de la Unión Americana y con ella realizamos casi el 80 por ciento de nuestro comercio; son unos 12 millones los mexicanos que viven del otro lado de la frontera (y muchos más sus descendientes), y el intercambio social, cultural, económico, político alcanza niveles que ni remotamente tiene cualquier otro país de la región. Y sin embargo, México ha sido abandonado por la administración Bush. Es verdad que se cruzó el 11-S; que la respuesta ante ello del gobierno de Fox fue un desastre, con días sin saber qué posición tomar; que en el consejo de seguridad de la ONU se jugó una buena carta diplomática al no apoyar la intervención en Irak, pero se hizo de una manera carente de diplomacia (¿alguien recuerda cómo en el día clave de la intervención en Irak el presidente Fox se hizo operar de la columna para no tener que tomar la llamada de Bush?) y que dejó demasiadas heridas que no se cerraron. Es verdad también que la estrategia de la “enchilada completa” demostró ser un fracaso y que “migrantizó” la agenda sin resultados concretos. Pero del lado de Bush no hubo nada, ni siquiera gestos para un vecino estratégico, aunque sea para la mayor de sus preocupaciones, que es la seguridad. Cuando comenzaba la intervención en Afganistán y se preparaba ya la de Irak, Bush le dijo al periodista Bob Woodward que “al final se quedarían solos”, pero que eso no importaba “somos los Estados Unidos”. Ahora ya sabemos que efectivamente la administración Bush se ha quedado sola pero que también ha fracasado y que no puede sola: que está perdiendo Irak y toda la región; que Europa está cada vez más lejos de Washington; que en América latina ha dejado crecer a un monstruo político como Chávez; que si el resultado electoral hubiera sido otro en nuestro país hoy tendría un problema enorme en su frontera sur con un gobierno aliado de Chávez, de Cuba, de Irán.

Durante seis años lo ignoraron, no lo atendieron. Ahora es positivo que Bush recuerde que América latina existe, la pregunta es si todavía está a tiempo de hacer algo y si tiene idea, fuera de los gestos de buena voluntad, de qué es lo que espera la región de Washington en el corto, mediano y largo plazo. Hoy no tiene ninguna claridad respecto al futuro.

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