¿La ropa sucia se lava en casa?
Columna JFM

¿La ropa sucia se lava en casa?

El sábado se reunieron el presidente Felipe Calderón con el dirigente panista Manuel Espino y decidieron, en un encuentro de menos de media hora, y en relación con los evidentes enfrentamientos de la dirigencia nacional con el gobierno federal, que ?la ropa sucia se lave en casa?. La fórmula suele ser un lugar común y en ocasiones funciona. El problema es que confirma que en la actual dirigencia panista (y en la herencia que le ha dejado el foxismo a ésta y al gobierno federal) existe mucha ?ropa sucia?, que ésta resiste en ocasiones cualquier blanqueador y que, por lo tanto, requiere, como muchas prendas, airearse, que le dé la luz, el sol.

El sábado se reunieron el presidente Felipe Calderón con el dirigente panista Manuel Espino y decidieron, en un encuentro de menos de media hora, y en relación con los evidentes enfrentamientos de la dirigencia nacional con el gobierno federal, que “la ropa sucia se lave en casa”. La fórmula suele ser un lugar común y en ocasiones funciona. El problema es que confirma que en la actual dirigencia panista (y en la herencia que le ha dejado el foxismo a ésta y al gobierno federal) existe mucha “ropa sucia”, que ésta resiste en ocasiones cualquier blanqueador y que, por lo tanto, requiere, como muchas prendas, airearse, que le dé la luz, el sol.

¿Qué mejor demostración de esa suciedad que lo ocurrido entre el miércoles y el jueves pasado, cuando fue robado de la delegación de la PGR el expediente de la investigación contra Napoleón Gómez Urrutia y el delegado, ahora destituido, no sólo lo tenía sin protección alguna, sino que tardó, además, nueve horas en informar a la oficina central de la procuraduría que el expediente había sido robado?¿qué se intentaba evitar con una acción tan burda?. En apariencia hacer desaparecer los documentos que implican a Elías Morales pero sobre todo a ex funcionarios de la secretaría del Trabajo, cuando ésta era encabezada por Francisco Javier Salazar, en la falsificación de firmas para otorgarle el reconocimiento al primero como líder del sindicato minero. Los daños han resultados menores, porque en la secretaría del Trabajo, ahora, bajo la responsabilidad de Javier Lozano, habían tenido la precaución de tener copias certificadas ante notario publico de esos documentos y testimonios de distintos peritos de esas falsificaciones. Pero el hecho demuestra la desesperación con que se movieron los grupos de poder que resultan afectados por estos hechos y las posiciones que mantienen, entre otras dependencias, en la PGR. Recordemos, solamente, que el ex procurador Daniel Cabeza de Vaca es uno de los implicados indirectamente en toda esta historia y es un hombre muy cercano al grupo de Espino.

La lucha que se está protagonizando en el seno del PAN no se trata sólo del control de los órganos partidarios. Es una lucha de sectores de poder enfrentados por la forma y el fondo del ejercicio del poder. Se trata de establecer límites extralegales a la administración Calderón y evitar que el verdadero panismo recupere al partido, se trata de conservar espacios ganados con el foxismo y de ocultar las irregularidades que se cometieron en esa administración (¿debería constituir una novedad que, por ejemplo, la Megabiblioteca haya sufrido daños no previstos con el reciente temblor que se registró en el Distrito Federal?). Es mucho lo que está en juego: desde negocios muy lucrativos hasta la hegemonía política perdida por los sectores de la ultraderecha ligados al Yunque. Por eso será por lo menos difícil que los “trapos sucios” se puedan lavar “en casa”. Hasta que el panismo no recupere a su partido, se seguirán sucediendo episodios que demostrarán que hay mucho por lavar y que en demasiadas ocasiones será bueno y conveniente que las cosas se aireen públicamente.

Y así debe ser. Son demasiados los “trapos sucios” que en la política nacional se quieren ocultar con la coartada de la unidad política o partidaria para lavarlos “en casa”. Si en el panismo la lucha entre los doctrinarios y el yunque es inocultable, no es menor la lucha que se da en el perredismo y tampoco puede ocultarse. López Obrador ha ejercido toda la presión política posible para secuestrar a su partido e impedirle aceptar la realidad derivada de las elecciones: cualquier crítica es considerada traición; cualquier deslinde con los delirios políticos del ex candidato, es considerado una alianza con sus adversarios; cualquier política autónoma de un dirigente o un grupo político se la trata como una deslealtad. En el camino, el perredismo está perdiendo casi todo lo que ganó en los últimos años. El secretario general del partido, Guadalupe Acosta Naranjo, poniendo de manifiesto en forma pública la distancia que es ya inocultable entre la corriente de Nueva Izquierda y el lopezobradorismo, reconoció la semana pasada que la coalición había perdido la elección por medio punto y había que aceptar esa realidad. López Obrador contestó que era mentira, que le habían robado la elección y que él era el “presidente legítimo”. Quizás así calma su ego, pero el hecho es que a su partido esa lógica le cae fatal: en ninguna de las 14 elecciones de este año, el PRD ha logrado, siquiera, mantener la coalición con el PT y Convergencia. En algunos casos, las decisiones son difíciles de comprender: allí está toda la historia de Yucatán, con Ana Rosa Payán, que puede lanzar al perredismo hasta un cuarto o quinto lugar en los comicios. Vergonzosa es también la actuación en Oaxaca, donde llegaron a registrar dos coaliciones diferentes y rompieron con Convergencia, un partido que tiene más peso en el estado que el propio perredismo, dividido en innumerables pedazos, uno de los cuales quiere aliarse, nada más y nada menos, que con José Murat. Triste es la división en Zacatecas (por cierto, un saludo a los amigos del periódico Imagen de Zacatecas, donde, desde hoy, se publicará esta columna), donde sectores del monrealismo incluso han pensado en alianzas con la gente de Espino, para dilucidar los conflictos internos con la gobernadora Amalia García. Y la historia se repite en todos los estados en los que habrá elecciones y llega al DF, donde Marcelo Ebrard debe hacer todo tipo de equilibrios para ocultar los malos manejos registrados en la administración capitalina anterior.

La “ropa sucia” difícilmente se podrá lavar en la casa. No sólo porque la sociedad no lo permitirá, sino, incluso, porque ya ni siquiera, entre esos sectores, parece existir una casa en común.

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