Espino y Fox, de Chávez a Yucatán
Columna JFM

Espino y Fox, de Chávez a Yucatán

El presidente Hugo Chávez debe estar agradecido. Cada vez que Vicente Fox o el dirigente nacional del PAN deciden hacer alguna declaración en contra de su régimen, Chávez lo utiliza para responder con provocaciones colocándose, al mismo tiempo, como víctima. Pero también en cada ocasión en que ello ocurre, aprovecha para profundizar con su dictadura con escenografía democrática. En esta ocasión, además de burlarse de Fox, utilizó la oportunidad para minimizar dos hechos mucho más graves: primero, anunciar su retiro de la OEA si ésta condena la decisión de quitarle la concesión a la televisora más antigua de su país por criticarlo. Pero también ayer Chávez decidió expropiar toda la franja petrolera del Orinoco, desarrollada por cuatro grandes empresas internacionales.

El presidente Hugo Chávez debe estar agradecido. Cada vez que Vicente Fox o el dirigente nacional del PAN deciden hacer alguna declaración en contra de su régimen, Chávez lo utiliza para responder con provocaciones colocándose, al mismo tiempo, como víctima. Pero también en cada ocasión en que ello ocurre, aprovecha la oportunidad para profundizar con su dictadura con escenografía democrática. En esta ocasión, además de literalmente burlarse de Fox (y de los ex mandatarios José María Aznar y Alejandro Toledo, de España y Perú respectivamente) utilizó la oportunidad para minimizar dos hechos mucho más graves: primero, anunciar su retiro de la OEA si ésta condena la indefendible decisión de quitarle la concesión a la televisora más antigua de su país por criticarlo: esa fue la falta cometida por esa empresa. Pero también ayer Chávez decidió expropiar toda la franja petrolera del Orinoco, desarrollada por cuatro grandes empresas internacionales.

El activismo de Chávez no oculta sus intenciones. Interviene, y lo hace con fuerza y sin atender las consideraciones mínimas de la diplomacia internacional (aún queda por aclarar a qué llegó, por ejemplo, a México y con documentos expedidos a otro nombre su hija María Gabriela, que es también una de sus principales operadoras políticas, el mismo día de la calificación presidencial el año pasado), pero cada vez que es increpado reacciona con tal virulencia que disfraza sus propias intervenciones y una política que está convirtiendo a Venezuela en una dictadura de partido único.

Chávez es indefendible y constituye uno de los mayores retrocesos políticos en el continente. Su proyecto seguirá vivo mientras los recursos del petróleo le alcancen para continuar esa política que no tiene pies ni cabeza en el largo plazo. Pero el tema que nos debería ocupar no es Chávez, sino el activismo del ex presidente Fox y de quien se ha convertido en su operador preferido, el dirigente nacional del PAN, Manuel Espino. El dúo no pierde oportunidad para mostrarse en público e involucrarse en políticas que entorpecen la actividad del gobierno federal. Espino ha utilizado la presidencia de la Organización Democristiana de América, para tratar de operar políticamente en una geografía que desconoce y que lo lleva a cometer error tras error. De todas formas, hable de Venezuela o no, su objetivo político parece estar en México y en torpedear la gestión de Felipe Calderón. Resulta lamentable que el ex presidente Fox no pueda comprenderlo y participe de ese juego.

Esta semana pasada, Espino y Fox fueron a Europa, al Parlamento Europeo (tan importante era la cita para Espino que prefirió estar en Estrasburgo en lugar de participar, fue el único presidente nacional de un partido que no estuvo allí, en el lanzamiento de la reforma del Estado) y luego ambos participaron en diversos encuentros de la OCDA, hablaron largamente de Venezuela y, para variar, el ex presidente se fue de boca. Chávez aprovechó la oportunidad para atacar a Fox, a Aznar y a Toledo (tuvo cuidado, con todo, en señalar que se trataba de los ex presidentes y de colocarlos, él mismo, a distancia de los actuales mandatarios de los tres país), amenazar a la OEA y expropiar la franja petrolera del Orinoco. Espino entregó personalmente una carta en la embajada de Venezuela en México, quejándose del trato dado por el mandatario venezolano a Fox, un gesto quizás plausible, si no hubiera sido por el hecho de haber ignorado (o por lo menos no aclarado) la declaraciones de Fox y porque es la primera vez que Espino hace algo así: cuando Chávez en el pasado, e incluso basándose en una información que a la postre se comprobó que era falsa, atacó al presidente Calderón, el dirigente del PAN no dijo una palabra. Se engalla contra Chávez sólo cuando éste ataca a Fox: queda más que claro dónde están sus simpatías.

El resultado de todo esto es lamentable para el panismo y para el gobierno federal. Con todo el que resulta damnificado es Vicente Fox que está siendo utilizado para un causa que demerita su condición de ex mandatario y lo coloca en un espacio inconcebible para alguien que fue sucedido por un hombre de su propio partido. A Fox lo están usando y él se está dejando usar.

Pero toda esta situación genera otro tipo de problemas. En menos de tres semanas hay elecciones en Yucatán. Manuel Espino hizo todo lo que pudo, primero para imponer a Ana Rosa Payán que terminó como candidata de Convergencia y el Partido del trabajo (la señora Payán apoyada por un partido que se define como maoísta, a veces es difícil dejar de sorprenderse en la política nacional), luego no ha respaldado a Xavier Abreu. El gobierno federal, para no mostrarse como falto de solidaridad con el candidato de su partido, ha cometido el error de otorgarle un respaldo que roza en la ilegalidad, con constantes visitas de todo tipo de funcionarios federales, lo que ha calentado el ambiente político de la elección pero no le ha garantizado la victoria, según muestran las encuestas, a Abreu frente a la priista Ivonne Ortega (Payán tendría apenas un dos por ciento de los votos). La razón parece ser consecuencia directa del enfrentamiento entre la dirigencia del PAN y el gobierno federal.

Pero no deja de ser una decisión errónea porque complicará la primera elección del año y de esta administración. Habría que recordar que la primera gubernatura ganada por el PAN fue en septiembre del 89, en baja california, cuando Luis Donaldo Colosio debutó en la presidencia del PRI con aquel resultado. Paradójicamente, la aceptación de ese resultado fue clave para el futuro del gobierno al que pertenecía y para el del propio Colosio. A veces se gana perdiendo. La lucha con Espino no debería distraer al gobierno federal de sus planes estratégicos.

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