Sindicatos: ni representatividad ni discurso
Columna JFM

Sindicatos: ni representatividad ni discurso

Fue una decisión la del presidente Calderón de acabar con los actos oficiales en la conmemoración del primero de mayo. Lo fue en forma y en el fondo. En la forma la celebración ya no tenía sentido alguno, menos aún cuando se terminaba realizando en recintos cerrados en los cuales siempre terminaba dando sobre a quién invitar y a quién no.
Pero es más importante el fondo del tema. Al no haber un acto oficial, al no poder concentrar antes el apoyo.

Fue una buena decisión la del presidente Calderón de acabar con los actos oficiales en la conmemoración del primero de mayo. Lo fue en la forma y en el fondo. En la forma porque la celebración ya no tenía sentido alguno, menos aún cuando se terminaba realizando en recintos cerrados en los cuales siempre se terminaba dudando sobre a quién invitar y a quién no, o esperando algún tipo de provocación, como le ocurrió en más de una oportunidad al entonces presidente Fox.

Para es más importante el fondo del tema. Al no haber un acto oficial, al no poder concentrar antes el apoyo y ahora la oposición contra un personaje, el sindicalismo, todo, de todos los colores políticos, exhibió su alarmante falta de discurso y de propuestas. Las movilizaciones fueron raquíticas: las del Congreso del Trabajo y la CTM, la de la UNT y la de la CROC y el sindicato minero. Apenas unos cientos de manifestantes en cada una de ellas y una serie de discursos vacíos, sin sustento, sin propuestas, en las cuales lo mismo se habló de la globalización que del capitalismo, sumando palabras que no podían establecer una idea coherente, como si pareciera una suerte de la escritura automática de los poetas surrealistas, pero sin el sentido estético de aquellos.

Los sindicatos cetemistas queriendo mostrarse como opositores y, al mismo tiempo, preocupados por el grado de cercanía con el gobierno. Su dirigente Joaquín Gamboa Pascoe pidiendo una alianza con “los inversionistas para oponerse a la globalización” (sic). La CROC haciendo la apología del sindicato minero y de Napoleón Gómez Urrutia. La UNT con un discurso que parecía sacado del peor socialismo real, con una intervención de los líderes del SME, que nadie diría que son parte de una empresa quebrada y con pésimo servicio, en buena medida por la desidia del propio sindicato y su falta de compromiso en lograr una empresa y un servicio eficiente para la sociedad. Un discurso pronunciado por quienes detentan el mejor contrato colectivo del sector público (y privado) del país y que trabajan en una empresa quebrada que financiamos todos con nuestros impuestos.

Al día siguiente, grupos formados más que por sindicalistas por militantes de sectores como el CGH, realizaron cortes a la circulación en la capital del país para oponerse a la nueva ley del ISSSTE y demostraron, una ves más que su discurso poco tiene que ver con la ciudadanía: ni poder de convocatoria ni capacidad de movilización. Sólo estrategias de presión que intentan levantar, con mentiras, un tema que no es parte del interés de la gente. En todo caso, el punto es saber el porqué de la radicalización de esos grupos. El problema con la reforma del ISSSTE es que llevará a reformar los contratos colectivos de otras instituciones, entre ellas el del sindicato de la UNAM y de la UAM, el del propio sindicato del IMSS, y por supuesto tendría que llevar a una reforma radical en el SME y en la propia Compañía de Luz y Fuerza del Centro.

La mayoría de esos contratos colectivos y de esos sistemas de pensiones son insostenibles y se trata en todos los casos de empresas o instituciones públicas cuyos déficit son cubiertos por la sociedad. Si esos recursos se utilizaran para mejorar los servicios o, en el caso de las universidades, para mejorar la educación pública, el tema no estaría en el debate, pero, pese a los esfuerzos que se realizan cotidianamente en todas ellas, la mayor parte de esos recursos terminan en el gasto corriente y en manos de las organizaciones sindicales y sirven para financiar contratos que ninguna empresa privada podría sostener. El mejor ejemplo es Francisco Hernández Juárez y las condiciones laborales que ha aceptado en el contrato colectivo de Teléfonos de México. No es un mal convenio, al contrario: es de los mejores de las empresas privadas en el país y Hernández Juárez supo adaptar las demandas de su gremio a la realidad de sus empresas. El problema es que el mismo Hernández Juárez demanda, desde la presidencia colegiada de la UNT, reivindicaciones para el sector público que no reclama para su propio sindicato y la empresa que representa. Es un doble discurso lamentable.

No hay ni un discurso ni una política sindical coherente y ello ha generado una pérdida de representatividad notable de los sindicatos. El número de afiliados es cada día menor, su representatividad también disminuye en forma constante, y esa ausencia de claridad, marcada por una posición absolutamente partidista de todas esas centrales, está llevando a que ningún sindicato crezca, ninguno se renueve, ninguno atraiga a nuevos afiliados y la enorme mayoría de las nuevas plazas laborales no sólo quedan fuera del esquema gremial sino que tampoco existe interés de los nuevos trabajadores y las empresas de involucrarse en una trama en la que ninguno de los dos tiene nada que ganar y sí mucho que perder.

Paradójicamente, fue en el mensaje que envió una día antes del primero de mayo el presidente Calderón donde se terminó hablando de los temas reales que aquejan a los trabajadores y que no fueron abordados por los innumerables oradores de los actos del CT, la UNT y la CROC, con sus respectivos aliados: de los jóvenes que están buscando trabajo, de las madres que cumplen doble o triple jornada, de las personas mayores o de la tercera edad que quieren seguir siendo productivas y que no encuentran un trabajo digno. Para ninguno de ellos, para los jóvenes que constituyen la nueva fuerza laboral; para las mujeres que participan cada día más ella; para las personas que quieren seguir siendo productivas pasados las 50 años, no hubo ni una palabra en las marchas y mítines. Y es que los sindicatos, simplemente no tienen ni propuestas y políticas para ellos. Hoy, lo único que buscan, es conservar sus privilegios, aunque cada día representen menos a los trabajadores y disminuyan dramáticamente el número de afiliados.

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