Michoacán: el partido o el estado
Columna JFM

Michoacán: el partido o el estado

Mientras en la capital del país el perredismo más duro se transforma en una mala copia de la APPO e intenta ?oaxaquenizar? el DF, otros focos rojos tienen ocupados a los dirigentes del partido y refleja las graves contradicciones en las que los ha embarcado López Obrador. En lo inmediato, dos capítulos ocupan el centro de atención: Michoacán y Zacatecas, en ambos la lucha de los grupos internos amenaza, si ello no ha ocurrido ya, con desgarramientos casi inevitables. En Michoacán el próximo fin de semana se tendrá que elegir al candidato perredista a gobernador y el lopezobradorismo está decidido a quitarle al cardenismo su base social en ese estado.

Mientras en la capital del país el perredismo más duro se transforma en una mala copia de la APPO e intenta “oaxaquenizar” el DF (sin comprender, o acaso comprendiendo demasiado bien, que en este caso quien pagará los platos rotos será Marcelo Ebrard), otros focos rojos tienen ocupados a los dirigentes del partido y refleja las graves contradicciones en las que los ha embarcado López Obrador.

En lo inmediato, dos capítulos ocupan el centro de la atención: Michoacán y Zacatecas, en ambos la lucha de los grupos internos amenaza, si ello no ha ocurrido ya, con desgarramientos casi inevitables. En Michoacán el próximo fin de semana se tendrá que elegir al candidato perredista a gobernador y el lopezobradorismo está decidido a quitarle al cardenismo su base social en ese estado. El problema es que el costo de esa decisión podría ser la derrota perredista en el estado, ante un PAN que ha crecido y que sabe que tiene en la presencia de un michoacano en la presidencia de la república su mejor carta. Lázaro Cárdenas Batel, que ha tenido que enfrentar a lo largo de su gestión una serie de obstáculos formidables, generados dentro y fuera de su partido, ha tenido la inteligencia de tratar de establecer un gobierno sin estridencias y de mantener una buena relación con el gobierno federal, entre otras razones porque los necesita para combatir un narcotráfico que se asentó como nunca en el estado. En ese sentido, el tipo de colaboración que Cárdenas Batel ha establecido con la Federación ha sido ejemplar. Pero precisamente por eso, el lopezobradorismo está empeñado en romper esa relación y lanza al ruedo, además, a sus personajes más oscuros para imponer la candidatura de Leonel Godoy, un hombre que ha “traicionado” por partida doble a los Cárdenas, tanto a Cuauhtémoc como a su hijo Lázaro: primero, en la secretaría de gobierno del estado, cuando no aceptó que tenía un gobernador al que debía disciplina, luego al asumir la presidencia interina del partido cuando, luego de ser propuesto por Cuauhtémoc, rompió al momento de asumir el cargo los compromisos asumidos, lo que llevó a Cárdenas a renunciar a toda responsabilidad en el partido. Con un agravante: el paso de Godoy por el ámbito de la seguridad en el DF, lo dejó con una serie de contactos, que en buena medida llevó a Michoacán y que resultaron seriamente contaminados por el narcotráfico. Pero Leonel es el candidato de López Obrador, de los grupos ultrarradicales como la sección 18 (ahora muy ocupados en las marchas y plantones en el DF) y sus operadores son René Bejarano y José Guadarrama (sí, el mismo Guadarrama que operó el histórico fraude contra el cardenismo en 1989 en el estado de Michoacán) y, en ese caso, también de Nueva Izquierda, la corriente de Jesús Ortega que sigue en la duda hamletiana respecto a qué hacer ante el ex candidato presidencial.

La carta del cardenismo en la entidad es Enrique Bautista, un hombre cercano a Cárdenas de toda la vida, que realizó una buena labor como secretario de gobierno y que no es un candidato carismático pero sí responsable, que puede amalgamar en torno suyo una amplia corriente de centro, que incluya a sectores de un devaluado priismo.

En realidad lo que se está viviendo es una lucha por dos concepciones diferentes de la política: con Godoy, el lopezobradorismo quiere lanzar una campaña de enfrentamiento directo al gobierno de Felipe Calderón en su propio estado, quiere convertir Michoacán en una pieza dura de su endeble engranaje de la “resistencia civil” y de paso quitarle a sus adversarios internos, en este caso el cardenismo, su principal base social. Paradójicamente, o no tanto, una de las consecuencias directas de ello será un deterioro inevitable en los operativos contra el narcotráfico. Con Bautista, veríamos a un gobierno que buscará ubicarse en el centro del espectro político y que buscará fortalecerse con base en una serie de acuerdos a derecha e izquierda y que mantendrá la actual estrategia contra el narcotráfico con la colaboración federal. Ello, también fortalecería al cardenismo y le daría espacios en el próximo congreso perredista de agosto.

El panorama para las elecciones de noviembre, a partir de la elección de uno u otro candidato, es el mismo que se ha dado en otros estados. Godoy tiene todo el apoyo de la estructura federal del partido y de López Obrador, por lo cual se puede suponer que tendría mayores oportunidades de ganar la candidatura. Pero una vez obtenida ésta, su línea de confrontación, sobre todo en un estado como Michoacán, lo alejaría de la posibilidad de la victoria y le dejaría el centro a un panismo que tendrá como candidato al alcalde Salvador López Orduña y como emblema al presidente Calderón. Si gana Godoy, la elección en el estado se intentará convertir en una revancha de la contienda federal, con todo lo que ello implica. Si el candidato es Bautista, ni éste ni el gobierno federal podrán recurrir a una línea de confrontación directa y la campaña podrá transcurrir en términos relativamente civilizados. Bautista, en ese sentido, resulta un candidato más complejo para el panismo que Godoy, con el agregado de que el cardenista podría establecer acuerdos con sectores del priismo que potenciaran su candidatura. El problema es que esa es, precisamente, la línea que quiere erradicar López Obrador.

Es mucho lo que está en juego en Michoacán, tanto como en Zacatecas donde habrá elecciones el primero de julio y una fracción del PRD se ha convertido en la principal enemiga del propio perredismo, en una lucha sin cuartel del senador Ricardo Monreal con su sucesora, la gobernadora Amalia García, y con una alineación muy extraña, incluso de los propios partidos de oposición en el estado, que siguen una línea distinta a la que plantean sus dirigencias federales. Pero en Zacatecas la historia, siendo parecida, es diferente a la de Michoacán. Ya la analizaremos.

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