Zacatecas: Amalia, Ricardo, la ruptura
Columna JFM

Zacatecas: Amalia, Ricardo, la ruptura

Si la elección interna del PRD en Michoacán generará cambios en la correlación interna de fuerzas en ese partido, los comicios estatales de Zacatecas del primero de julio pueden dejar huellas profundas y están delimitando con claridad la magnitud de las tendencias centrífugas en el perredismo.

Si la elección interna del PRD en Michoacán generará cambios en la correlación interna de fuerzas en ese partido, los comicios estatales de Zacatecas del primero de julio pueden dejar huellas profundas y están delimitando con claridad la magnitud de las tendencias centrífugas en el perredismo. Se ha insistido en muchas oportunidades en que si López Obrador no gana el congreso de agosto próximo o incluso en ese contexto, avanzará hacia la creación de una nueva fuerza política, incluso algunos tienen ya hasta el nombre: movimiento Patria Nueva. Zacateas demuestra que ello es posible y que el llamado Frente Amplio Progresista es un instrumento útil para ese objetivo, aunque, paradójicamente, la división entre sus principales integrantes es tan evidente que no han podido definir candidaturas comunes en ninguna de las elecciones de este año.

La ruptura entre el ex gobernador y hoy senador Ricardo Monreal y su sucesora Amalia García es más que evidente. Ello no sería preocupante si no se hubiera expresado en campañas y candidaturas diferenciadas entre el monrealismo y la corriente Nuevo Sol que encabeza Amalia. Es una ruptura dolorosa para el PRD porque Monreal se ha caracterizado como un muy buen operador (aunque su creciente apuesta acrítica en el plano público respecto a López Obrador le ha llevado a perder eficacia en ese) y Amalia García es una de las mujeres más respetadas, de la política nacional.

Pero Amalia tampoco termina de definir su ubicación en el PRD. Por una parte, se ha enfrentado a algunas de las posiciones más radicales de López Obrador e incluso, injustamente, recibió agresiones públicas de esos sectores después del dos de julio cuando en algún mitin, sin que López Obrador hiciera nada por impedirlo o rechazarlo, fue acusada de traidora. Desde entonces, el distanciamiento con López Obrador ha sido evidente, y lo era ya, desde tiempo atrás, con la corriente Nueva Izquierda. Pero, por otra parte, en esos rejuegos de alianzas tan peculiares del perredismo, ha establecido acuerdos con Marcelo Ebrard en el DF y apoya la candidatura de Alejandro Encinas para la presidencia del partido, lo que convierte a la corriente Nuevo Sol en aliada indirecta de algunos de los grupos que han sido sus mayores adversarios durante años, incluyendo un López Obrador que evidentemente no tiene simpatía por la gobernadora.

En la superficie, el enfrentamiento se refleja en hechos evidentes: la corriente de Amalia acusa a la de Monreal de haber traicionado al PRD, al haber registrado varios candidatos bajo otras siglas, en particular el PT. La ruptura, en realidad, viene de tiempo atrás, desde la propia elección de gobernadora y la conformación inicial del gabinete y se agudizó con la selección de candidatos para los comicios federales del año pasado. El monrealismo acusa a Amalia de haberlos excluido del partido, y argumentan, también que el crecimiento del PAN se ha dado por el mal trabajo del gobierno amalista: entre el 2004 y el 2006, sostienen, el PRD perdió en la entidad 47 mil votos, mientras el PAN ganó casi 95 mil. Olvidan, entre otras cosas, que ha sido la radicalización de López Obrador la que ha generado muchas de esas deserciones y que probablemente la misma se acentuará en esta elección luego de la errática línea seguida por el ex candidato.

Peor aún, como Amalia García ha tenido una posición moderada, los grupos más duros la acusan de haber abandonado el barco y terminarán apoyando otras opciones políticas, mientras que el PAN local, que responde a Manuel Espino, también han decidido volcarse en contra de la gobernadora, a la que perciben con actitudes demasiado liberales: es un PAN profundamente conservador que incluso no le ha abierto espacios a quien resultó en ese estado uno de los principales aliados de Calderón, el ex gobernador Genaro Borrego. A tal grado que en la última visita de Germán Martínez al estado, donde hizo un reconocimiento a Amalia, la presión hacia el más calderonista de los miembros del gabinete, provino del PAN local que, en la lógica de romper con Amalia llegó a plantearse, como lo reconoció hace unos meses Arturo García Portillo, una alianza electoral con partidarios de Monreal. Paradójicamente, ese antagonismo a derecha e izquierda, le permitió a Amalia hacer alianzas con Convergencia y con sectores provenientes del PRI.

¿De qué estamos hablando en realidad?¿de una suerte de hoguera de las vanidades entre dos políticos destacados?. En realidad, independientemente de que el factor humano siempre interviene en estos ámbitos, lo que estamos viendo es la definición de dos proyectos que tienen rutas distintas y que van mucho más allá de Zacatecas e incluso donde intervienen legítimas ambiciones de muchos otros actores. López Obrador está pensando en algo distinto, diferente al PRD al que desde hace tiempo considera una carga. Monreal es un operador de primer orden de López Obrador y si se diera la creación de esa nueva fuerza política, su papel seguramente se redimensionaría. Amalia sabe que representa una figura atractiva tanto para grupos de la izquierda como para sectores liberales, de las que puede ser referencia en el futuro, y de acuerdo a cómo se den las cosas, buscar su proyección hacia el 2012. Nueva Izquierda se opone a Amalia porque le disputa una parte de su espacio relativamente moderado en el perredismo, pero ni unos ni otros se deslindan de un lopezobradorismo que no los quiere.

Lo cierto es que son las imposiciones de López Obrador las que han distorsionado las relaciones de fuerza en el PRD. El caudillismo no puede ser democrático y no necesita de pluralismo, sino de obediencia. Morelos y Zacatecas son la mejor demostración de ello.

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