Villanueva: la derrota final
Columna JFM

Villanueva: la derrota final

Eran los últimos días de marzo de 1999. Venía investigando, publicando en prensa, en radio, mostrando en televisión, desde 1997, la forma en la que el narcotráfico y el crimen organizado habían penetrado el gobierno de Mario Villanueva en Quintana Roo. Había documentado sus relaciones, las pistas clandestinas en la frontera y Chetumal, la suma de actos despiadados cometidos por el entonces gobernador, incluyendo la tortura y muerte de elementos de la inteligencia militar que habían ido a investigar lo que sucedía en el estado.

Eran los últimos días de marzo de 1999. Venía investigando, publicando en prensa, en radio, mostrando en televisión, desde 1997, la forma en que el narcotráfico y el crimen organizado habían penetrado el gobierno de Mario Villanueva en Quintana Roo. Había documentado sus relaciones, las pistas clandestinas en la frontera y Chetumal, la suma de actos despiadados cometidos por el entonces gobernador, incluyendo la tortura y muerte de elementos de la inteligencia militar que habían ido a investigar lo que sucedía en el estado. Tuve en mi poder y publiqué, las cartas manuscritas y firmadas por Villanueva extorsionando al banquero Roberto Hernández. La lista de agravios era interminable, incluyendo la “importación” de muchachas cubanas a Cancún con complicidades de alto nivel en el gobierno de la isla (la caída de Villanueva propició, en Cuba, la destitución del canciller Roberto Robaina y del secretario de Turismo Osmany Cienfuego, hermano de Camilo Cienfuegos, muerto en los primeros meses de la revolución cubana). La prepotencia y la violencia de Villanueva eran paradigmáticas.

Después de la primera investigación que publiqué, a principios de 1998, me envió una tarjeta de “felicitación” por mi cumpleaños (no lo era), me advirtió que “siempre me leía”, que teníamos que hablar, me invitó a Cancún y señaló que lo dicho en aquella primera historia, publicada ahora hace diez años en El Financiero, era falsa. Las advertencias se volvieron amenazas abiertas y sus allegados me mandaban decir que no sabía con quién me metía. Pero mientras tanto, la secretaría de la Defensa, la PGR y la DEA en Estados Unidos estrechaban el cerco contra Villanueva y las investigaciones continuaron publicándose en prensa, en radio, en televisión. La historia está contada en detalle en un largo capítulo, más de 50 páginas, en el libro El Otro Poder, (Nuevo Siglo Aguilar, noviembre del 2001).

En aquel día de marzo del 99, mi oficina, entonces en la colonia Nápoles del DF, fue invadida por un grupo de custodios que sólo dijeron que eran la avanzada del gobernador. Y tras ellos llegó Mario Villanueva. Entró a mi despacho solo y en lugar de las amenazas o el tono desafiante que le conocía, me encontré con un hombre vencido, humilde, comedido, que al hablar enrollaba su corbata con los dedos. La plática no duró más de media hora: me preguntó qué tenía en su contra; le dije que personalmente nada; me preguntó entonces porqué lo acusaba de ser narcotraficante; le dije que no era yo quien lo acusaba, sino la PGR, el Ejército, la DEA; me preguntó cómo podíamos resolver el problema, que qué necesitaba; le dijo que no necesitaba nada y que no tenía problemas con él, que éstos eran con instancias judiciales en México y Estados Unidos y que eran ellos quienes lo estaban investigando y lo querían en la cárcel. Miró entonces el suelo, agachó la cabeza, bajó aún más la voz y me dijo que todo lo que había dicho de él era verdad, que había cometido muchos abusos, habló de negocios y de cubanas. Dijo que estaba dispuestos a aceptar todas las culpas derivadas de ello, pero que no era narcotraficante. Le dije algo así como que no era a mi a quien tenía que demostrárselo. Hizo un gesto de resignación, se levantó, me dio la mano, se despidió y se fue. Unos días después, a dos semanas de entregar el poder a Joaquín Hendricks, uno de sus enemigos políticos, que había tenido que escapar de Quintana Roo escondido en la cajuela de un carro para huir de las amenazas del gobernador, Mario Villanueva simplemente se fugó ayudado por su padrino político, el entonces gobernador de Yucatán, Víctor Cervera Pacheco. Dos años después, y luego de un largo periplo que lo llevó a Cuba, El Salvador, Panamá y Belice, fue detenido en la frontera, llegando a Quintana Roo.

En la madrugada de hoy Villanueva Madrid estuvo a punto de recuperar su libertad. En un proceso desconcertante, los cargos en su contra se desvanecieron, quedó vigente sólo el de lavado de dinero y como había cumplido ya la parte de condena que le correspondía, un juez ordenó su libertad. Paradójicamente, casi a la misma hora, otro juez condenaba a su socio Alcides Ramón Magaña, a 47 años de prisión. Más desconcertante aún, pese a que se había anunciado desde el 2003 que había una solicitud de extradición de un juzgado de Nueva York, se dijo que esa orden no estaba vigente por algunos errores de redacción. Fue hasta la medianoche cuando llegó la solicitud formal de EU y al momento de recuperar su libertad, Villanueva fue recapturado y ya está en el Reclusorio Norte, a la espera de que esa orden de extradición su cumpla: por los cargos de los que se le acusa podría cumplir cadena perpetua.

Estoy convencido, y las pruebas son innumerables, que Villanueva Madrid tenía relación con el narcotráfico y de alguna manera manejaba, en el terreno político, la llamada célula de Sureste del entonces cártel de Juárez. No creo que haya sido uno de los grandes jefes del narcotráfico, pero participaba y se beneficiaba de él como de todo negocio que se hiciera en su estado, lícito o no. Es claro también que participó en muchas acciones delictivas, de todo tipo. Pero lo increíble es que este hombre, huyó en 1999 luego de que la mayoría de esas acusaciones se estaban presentando, documentadas, por lo menos desde dos años atrás; que luego, con fuertes apoyos políticos (dentro y fuera de México) logró estar prófugo dos años. Que con los cargos y pruebas en su contra pudo haber obtenido su libertad con la benevolencia de los jueces. Algo falla en nuestro sistema político y de justicia cuando su verdadera condena podría comenzar ahora, con su extradición. Villanueva Madrid fue una de las páginas más oscuras de la vida política nacional y del priismo en particular. Quizás sea sólo una casualidad que recordemos a Villanueva el mismo día que el tribunal electoral de Baja California anuló la candidatura de Jorge Hank Rhon.

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