Manipulación y difamación como sistema
Columna JFM

Manipulación y difamación como sistema

En este espacio y más ampliamente en el libro Calderón Presidente, siguiendo a Harry Frankfurt calificamos a López Obrador como un bullshitters, un término que del inglés se podría traducir como manipulador o un charlatán, un personaje diferente, y más peligroso, a un simple mentiroso. En su nuevo libro Sobre la Verdad, dice que esos manipuladores o charlatanes ?son impostores y farsantes y que cuando hablan, sólo pretenden manipular las opiniones y las actitudes de las personas que los escuchan?.

En este espacio y más ampliamente en el libro Calderón Presidente, siguiendo a Harry Frankfurt, calificamos a López Obrador como un bullshitters, un término que del inglés se podría traducir como manipulador o un charlatán, un personaje diferente, y más peligroso, a un simple mentiroso. Frankfurt en su nuevo libro Sobre la verdad, dice que esos manipuladores o charlatanes “son impostores y farsantes que, cuando hablan, sólo pretenden manipular las opiniones y las actitudes de las personas que les escuchan…su máxima preocupación consiste en que lo que dicen logre el objetivo de manipular a su audiencia. En consecuencia, el hecho de que lo digan sea verdadero o falso les resulta más bien indiferente…son una amenaza aún más insidiosa que la mentira para el normal desarrollo de una vida civilizada”.

En su libro sobre las elecciones del dos de julio, López Obrador confirma aquel diagnóstico: la serie de charlatanerías y manipulaciones, de datos presentados en forma concientemente falsa son tantos que impiden, incluso, colocarlo en el simple terreno de la mentira. Ya varios analistas han refutado con amplitud pasajes de su texto. En lo personal se refiere a mi en las páginas 80 y 81, con una historia que tergiversa y usa para difamarme. Para explicar un supuesto fraude en la elección de 1998 en Zacatecas, retoma algo que ya había manejado en la revista Proceso el 7 de marzo de 1999 (página 9), respecto a una grabación telefónica, el domingo de esa elección, entre un servidor y alguien que originalmente López Obrador dijo que era Jesús Salazar Toledano. En realidad, era una plática con el entonces subsecretario de gobernación Emilio Gamboa (como ahora dice en su libro López Obrador). Tengo copia de la grabación telefónica porque el 8 de marzo del 99, en sus oficinas del PRD, me la entregó el propio López Obrador (ese día, también me mostró su credencial de elector y me dijo que se había registrado en el DF, adelantándome que estaba estudiando la posibilidad de lanzarse como candidato, como ocurrió unos meses después). En esa grabación lo que se escucha es que le pregunto a Gamboa qué números tenían en Gobernación sobre los comicios y él me dice que Televisa tenía al candidato priista con un punto arriba pero que dirían que estaban empatados. Yo le comenté que había estado con Ricardo Monreal, que estaría en mi programa en la noche y que decía que la entrevista fue tranquila, limpia, etcétera. Y que si ganaba el PRI lo iba a reconocer, que era lo que Monreal me había dicho. En ese momento la charla es interrumpida por una llamada y Gamboa me pide que espere, dice que es el secretario y que tenía que contestarle. Y Gamboa platica con su interlocutor sobre las tendencias de las encuestas y sobre un boletín del PRI. Termina, y palabras más, palabras menos, se despide de quien esto escribe. En qué demostraba eso un fraude o delito no lo sé, pero que un servidor no tenía nada que ver con esa historia era obvio. Esa noche, el único medio electrónico donde estuvo en vivo, por más de media hora, Ricardo Monreal, fue en el programa Punto de Partida que entonces conducía un servidor en MVS Multivisión; el primero periodista que adelantó las tendencias que le darían el triunfo en Zacatecas, fui yo. Y todo fue un par de horas después de esa plática con Gamboa: porque como cualquier periodista que está cubriendo una elección se habla con todas las fuentes posibles para saber qué tendencias tienen y cómo ven las cosas. López Obrador, por ejemplo, sabía que había tenido una larga charla, cerca de las cuatro de la tarde, con el propio Monreal en sus oficinas y que había hablado telefónicamente con el propio López Obrador (lo había puesto en la línea Monreal), y ampliamente con Jesús Ortega, entonces secretario general del PRD.

En su libro López Obrador utiliza esa misma historia, ya reescrita ocho años después, para intentar difamarme. Olvida, para los manipuladores la historia es un engorro, lo que el mismo me dijo 8 de marzo en sus oficinas y que publiqué, entonces en El Financiero el día 15 de marzo de ese año y que nunca desmintió: que incluso le había pedido al reportero que lo entrevistó, Alvaro Delgado, que mi nombre no se incluyera porque no era relevante. Pero, además, fue el propio López Obrador el que afirmó eso en las páginas de Proceso, en la edición del 14 de marzo de 1999: “Señores, dice el texto de la carta que se puede leer en la página 64 del número 1167 de Proceso, ratifico lo dicho en la entrevista que sostuve con Alvaro Delgado, pero creo necesario hacer dos precisiones. Una. El periodista Jorge Fernández Menéndez no formó parte del operativo de defraudación electoral en Zacatecas: él estaba en esa entidad cumpliendo con su trabajo informativo. Dos, los que sí participaron en ese operativo fueron Francisco Labastida y Emilio Gamboa Patrón, secretario y subsecretario de Gobernación, respectivamente, y conviene aclarar que a este último personaje lo confundimos con Jesús Salazar Toledano al escuchar las grabaciones, un abrazo, Andrés Manuel López Obrador”.  Eso fue el 14 de marzo de 1999. Ahora, en su libro, el ex candidato presidencial me difama utilizando la misma historia que él desmintió, sin más razón, creo, que las opiniones críticas que he tenido respecto a su desempeño como jefe de gobierno y candidato presidencial.

Por cierto, en mi estudio tengo colgado un reconocimiento firmado por el entonces gobernador Ricardo Monreal (con quien he tenido acuerdos y diferencias, a quien en alguna oportunidad critiqué injustamente y rectifiqué públicamente, a quien respeto plenamente) que el propio Monreal me entregó en un acto público en la mucho más cercana fecha de julio del 2004, en el que me declara “huésped distinguido” de la ciudad de Zacatecas, por la “valiosa visita a esta noble y leal ciudad”. Se lo agradecí infinitamente. Por cierto, grabar llamadas es un delito.

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